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Refik Anadol dibuja paisajes del futuro con IA en las paredes del Guggenheim

Si una se coloca en el centro, entre las altas (16 m) y anárquicas paredes de la sala 204 del Museo Guggenheim de Bilbo, lo que le rodea es el impactante y cambiante paisaje de otro mundo, un paisaje digital reinventado específicamente para este espacio con inteligencia artificial por Refik Anadol (Estambul, 1985).

Anadol da explicaciones a Vidarte y Arzalluz. (Marisol RAMÍREZ | FOKU)

 

Es arte, pero está repleto de datos, porque por algo está creado con inteligencia artificial: 35 millones de imágenes y material de archivo de libre acceso de la obra de Frank Gehry, proyectados en alta resolución (20 k) y convertidos en una propuesta inmersiva «50% humana y 50% de máquina», en palabras de su creador, Refik Anadol, un artista de referencia en la utilización de la IA y que trabaja en la fina línea en la intersección entre el arte y la tecnología.

La instalación inmersiva “Arquitectura viva: Gehry (Living Architectre: Gehry)” que se inaugura hoy y estará hasta el 19 de octubre en el museo bilbaino abre una nueva serie, titulada “In situ”, con la que la pinacoteca busca ampliar la concepción del arte contemporáneo, a través de encargos a figuras como este artista multimedia, pionero de la IA y que, afincado en Los Ángeles, dirige el Refik Anadol Studio (RAS), su «factoría» de datos y arte. Así, el edificio de titanio de Gehry propone, a muy poca distancia entre sí, un viaje a este nuevo mundo tecnológico, bajado de la «nube» (colabora Google Cloud) y, a pocos metros, una mirada atrás al arte más tradicional con “Obras maestras de papel de Budapest” (hasta el 1 de junio). Y hay distancia, mucha, entre ambos mundos.

El relato visual creado por Refik Anadol va cambiando, mutando, está «vivo», según su creador. Y el visitante, cuando lo visite por segunda o tercera vez, siempre verá cosas distintas, como explicó ayer la comisaria de la exposición, Lekha Hileman Waitoller. Por cierto, la de ayer fue la última rueda de prensa de Juan Ignacio Vidarte, quien cierra así tres décadas al frente del museo bilbaino. Con su sustituta, Miren Arzalluz, sentada en primera fila, el primer director del Guggenheim de Bilbo reconoció que, aunque con una sensación «agridulce», también sentía que «la vida es estupenda», ya que su despedida coincidió con la presentación de una exposición que «abre un nuevo capítulo en la vida del museo», dijo.

EN LA MENTE DE LA MÁQUINA

«En esta sala, te metes en la mente de la máquina», explicó Refik Anadol, un artista que, desde hace una década, utiliza datos como materia prima, empleando redes neuronales para generar impactantes plasmaciones de recuerdos digitalizados. «Este es un momento apasionante para convertirse en artista, porque estamos en una era en la que estamos imaginando una nueva forma de realidad, que va más allá de la realidad física», añadió. Desde que a los 8 años empezó a jugar con el ordenador, se ha sentido fascinado por la tecnología. Hijo de una época, ha sido testigo del paso de lo analógico a lo digital, del cambio del mundo con la entrada de la IA.

Respecto al arte, hay cuestiones importantes, como que el material con el que se entrena a la IA sea propio -en eso, es «tolerancia cero»-, libre -«ha llegado el momento de compartir el pincel», dijo, en referencia a compartir información- o, lo que también es importante, no contamine. Sobre todo, viniendo de un artista que ha pasado los últimos cuatro años en la Amazonía, con el objetivo de crear un modelo de IA «que se convierta en la voz de la naturaleza» y que se concretará en un museo situado en el desierto, nutrido con energía solar. Por cierto, el clúster que con el que ha realizado ese trabajo, que le ha llevado año y medio, está situado entre los Países Bajos y Oregón, donde se ha creado una «IA lenta, saludable y buena», añadió.