20 ABR. 2025 JOPUNTUA Necrofilia Fede DE LOS RÍOS Estamos en Semana Santa, tiempo de oración y recogimiento. Yo empecé el jueves, bien de mañana, contemplando en «riguroso directo», en la televisión pública, el desembarco en Málaga de la Legión. La coordinación narrativa del acontecimiento corrió a cargo de dos solventes periodistas ayudados de unos tertulianos que trataban de vestir de emoción épica el delirante y ridículo desembarco: uno a uno, a saltitos, fueron descendiendo del buque los «caballeros legionarios» para después formar marcialmente: pantalón ceñido y camisa manga corta de una talla menor, desabrochada mostrando pecho y tatuajes; barbilla alta y mirada al cielo mientras anunciaban en reiterativo cántico que son los «novios de la muerte» y quieren «unirse en lazo fuerte a tal leal compañera». Entre los espectadores, vimos niños con el uniforme legionario. ¿Qué padre gallardo que se precie no quiere la muerte como novia para su hijo? ¿Existe acaso mayor honor que pertenecer al Tercio defensor de las colonias eliminando insurrectos bereberes? ¿Quién salvó a España del comunismo cortando de raíz, a sangre y fuego, la mecha prendida en Asturias allá por el 34? ¿No fue la Legión punta de lanza contra la atea II República española llenando las cunetas de desafectos? Justo es, pues, que TVE rinda homenaje a tan viril institución creada por Millán-Astray. Todo un pedazo de hombre. Retransmisión continua de procesiones donde tipos embozados con capirote portan en andas figuras atormentadas: la de un individuo atado y flagelado; del mismo, con corona de espinas desgarrándole las sienes, clavado de pies y manos a dos maderos entrecruzados; la madre del anterior llorosa con unos puñales en el corazón... Una fiesta. Que los católicos abracen sus símbolos y logren, si lo desean, el martirio de la crucifixión; que sus queridos legionarios matrimonien al fin con la parca. Allá ellos y sus pulsiones. Pero que los medios públicos no insulten, cada año, de semejante manera, a la razón y que se proteja a la infancia de la grotesca necrofilia nacionalcatólica. Por favor. Entre los espectadores, vimos niños con el uniforme legionario. ¿Qué padre gallardo que se precie no quiere la muerte como novia para su hijo?