18 MAY. 2025 EDITORIALA La humanidad de Mujica y su ejemplo es lo que más temen Los fastos por la muerte del papa Francisco y la elección de su sucesor, León XIV, han establecido una referencia cercana para evaluar el tratamiento dado a esos eventos en comparación con la muerte de José Mujica. Algunos dirán que son hechos inconmensurables, para empezar porque la Iglesia católica representa a millones y millones de personas de todo el mundo, mientras Mujica no deja de ser un político de un país diminuto. Eso es cierto y, sin embargo, hay que ser muy retrógrado o estar cegado por el sectarismo para no captar la admiración popular que genera Mujica entre las personas de izquierdas y la gente humilde. Seguramente, desde Nelson Mandela no ha habido a nivel global un referente político tan inapelable como Mujica. Al igual que sucede con Mandela, para sumarse a esa ola imparable se suele maquillar la figura de Mujica, dando una visión sesgada sobre su trayectoria vital. Los hay que lijan la capa política de su visión, distorsionando su ideología. Otros le hacen abjurar de la insurgencia, descontextualizando hechos y palabras. Se le contrapone con otros líderes de izquierda, no con sus enemigos de la derecha contra los que luchó toda la vida. En general, se arranca su figura de la lucha colectiva y se lo individualiza, hasta el punto de romantizar la pobreza. Sin la tradición tupamara, sin la cultura democrática uruguaya, sin la militancia, sin sus compañeros y compañeras, Pepe Mujica solo es un catálogo de frases para tazas. En definitiva, se pinta un santo donde solo había un ser humano luchando para que todos los seres humanos sean iguales y libres. Pero, si ya tienen esos santos, ¿por qué se empeñan en canonizar a Mujica? Claro que es más fácil eso que seguir su ejemplo y adoptar sus políticas.