10 AGO. 2025 EDITORIALA En el contexto del cambio climático, debatir de minucias a raíz de un incendio es irresponsable Los incendios forestales son uno más de los efectos que tiene el cambio climático. Las últimas semanas han arrasado grandes extensiones en California, Canadá, Turquía, Grecia y el Estado francés. Frente a esos fuegos masivos, los incendios de Nafarroa han sido controlados con relativa facilidad y sin consecuencias graves. Pero no dejan de ser un recordatorio de que estos fenómenos son cada vez más habituales y destructivos. Casi diez años después del gran incendio de Tafallaldea y Baldorba, este tipo de eventos se producen periódicamente y provocan riesgos y grandes daños. En otras zonas el peligro son tormentas e inundaciones. Cada incidente debe servir para mejorar en prevención, para desarrollar mecanismos de respuesta y de recuperación. Eso es imposible sin atender a las causas, sin inversión y sin alentar un cambio cultural. TENSIONES, EXAGERACIÓN, CRÍTICAS Y PROTOCOLOS En el plano institucional, los incendios de esta semana han dejado a la vista cierta descoordinación y tensiones. Hasta que se controla el fuego, lo prioritario es garantizar que no haya daños personales. En esa fase es lógico que se priorice el criterio de la seguridad. A partir de ahí, las medidas tienen que adaptarse a la realidad y limitar los perjuicios. La Consejería de Interior, Función Pública y Justicia, dirigida por Amparo López Antelo (PSN) y la de Desarrollo Rural y Medio Ambiente, encabezada por José María Aierdi (Geroa Bai) no se coordinaron bien en un principio. Le pasa demasiado a menudo al Gobierno de María Chivite cuando las carteras pertenecen a partidos distintos. Luego recularon y adaptaron las medidas, sin mayores dramas. Pedir la dimisión de López, como ha hecho UAGN, es un exabrupto. Igual que no se puede estigmatizar al primer sector porque en Izarbeibar el fuego partiera de una empacadora. Aun así, pierden credibilidad cuando mezclan victimismo con ese papel de azote político. Más atinado estuvo EHNE al demandar «sentido común» y que se adaptasen las medidas a las condiciones de cada zona y a la diversidad del sector. Gracias a esas críticas, se ha sabido que ha habido un proceso de debate entre responsables políticos, expertos en emergencias y representantes del sector agrario con el objetivo de establecer protocolos y una colaboración. Pero no parecen estar de acuerdo sobre lo acordado o en cómo aplicarlo. Hasta cierto punto es lógico, porque tienen responsabilidades e intereses diferentes. Además, la crisis climática es estructural y dinámica, y las lecciones que deja cada desastre deben servir para adaptarse mejor, siempre atendiendo a la comunidad científica. EL DIAGNÓSTICO NO DEJA LUGAR A MUCHAS DUDAS Los expertos explican que no se puede -ni quizás sea tan positivo-, prevenir del todo los incendios. Sin embargo, sí se pueden desarrollar estrategias para que cuando sucedan el impacto sea el menor posible. En definitiva, en el contexto del cambio climático, hay que aprender a coexistir con sus efectos. A nivel mundial, desde 1979, la temporada de incendios se ha alargado de media un 27%, de 53 a 67 días. En California, por ejemplo, esa temporada comienza ahora 10 semanas antes que en 1990. La comunidad científica es clara: para prevenir desastres como incendios, inundaciones, sequías y tormentas, se deben reducir urgentemente las emisiones de carbono. Supone un círculo vicioso: el cambio climático favorece los incendios forestales, que a su vez sobrecargan el calentamiento global con más emisiones. Hace falta una transición energética alineada con la transición ecosocial, que combata las causas, aprenda y se adapte, que se base en las comunidades y esté al servicio de las mismas. No hay margen para discutir por nimiedades. Se llega muy tarde.