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Huerto


Todos los males del ser humano vienen de que somos incapaces de quedarnos en casa cultivando nuestro huerto; eso es lo que dice Montaigne en sus “Essais”. Y asistiendo a los desaguisados que el turismo masivo ocasiona en muchísimas ciudades y pueblos, uno no puede sino darle la razón. En cuanto tenemos unos días de vacaciones nos lanzamos por tierra, mar y aire a invadir otros mundos, o mejor dicho, los mundos de otros, los mundos en que otros han de vivir; y se lo ponen realmente difícil. Antes la bolsa que la vida. Ciudades como París, Venecia, Florencia, Roma, Berlín, Atenas, Lisboa, Amsterdam, Praga y tantísimas otras ya no existen, son parques temáticos de sí mismas; y los lugareños o han huido o son náufragos en su propia ciudad.

Lo mismo en Bilbo, Barcelona, Madrid, Sevilla, Málaga, Salamanca, Toledo… Y qué decir de las islas, de las playas, de los pueblos costeros. Pasta gansa para unos y trabajo a destajo y mal pagado para muchos. Y disolución del tejido ciudadano, encarecimiento general, vivienda a precios estratosféricos, imposibilidad de una vida tranquila.

Qué mal debemos vivir que somos incapaces de quedarnos quietecitos con nosotros mismos -y los nuestros- y cultivar nuestro huertecito.