21 SET. 2025 GAURKOA Libertad financiera Joseba Mikel GARMENDIA ALBARRACIN Economista {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} La libertad financiera es una consigna que se está extendiendo a través de las redes sociales. Influencers, coaches y gurús financieros, la gran mayoría sin experiencia y conocimientos acreditados, se multiplican vendiendo el paraíso de rentabilidades elevadas. En Instagram el hashtag #libertadfinanciera acumula más de 5 millones de publicaciones, y #financialfreedom casi 28 millones. La libertad financiera se define como la capacidad de elegir que tiene una persona para poder cubrir todas sus necesidades económicas, sin depender exclusivamente de un salario. El método básico propuesto es generar una base de ahorros eliminando gastos innecesarios e invertir en activos (deuda pública, productos financieros, bienes inmobiliarios...) que generen ingresos pasivos, de manera diversificada, escalable y con una disciplina a largo plazo. Parecen ideas razonables, ligadas a la prudencia, la previsión o la formación en conocimientos financieros. El problema surge en varias vertientes. Se promueven ideas de enriquecimiento rápido, y altas rentabilidades, creando falsas expectativas y provocando malas decisiones que llevan a grandes pérdidas. Vienen acompañados de un marketing engañoso que promete la emancipación del yugo laboral, la capacidad de vivir sin horarios ni jefes, gracias a una cartera de activos que trabajan mientras el individuo descansa. Pero primero hay que pasar por caja: cursos, libros, seminarios virtuales… Todo ello aderezado con testimonios épicos de éxito empresarial, falsos o maquillados en su mayoría. Además, se propugna su universalidad, como si la libertad financiera fuese un objetivo alcanzable para cualquier persona dispuesta a planificar, ahorrar e invertir con disciplina. Por último, su trasfondo ético es profundamente individualista, insolidario y parasitario, como en la variante de la libertad inmobiliaria, que aboga por vivir de las rentas (y del esfuerzo) de los inquilinos. En la trastienda hay un enorme negocio de venta de contenido motivacional disfrazado de educación financiera. Los promotores cobran de entidades y plataformas financieras por recomendar determinados productos financieros. En muchos casos sus ingresos no provienen de las inversiones que promulgan, sino de la venta de cursos, libros o de las cuotas de adscripción a sus círculos. De hecho, proliferan los delitos de estafa piramidal, apropiación indebida, publicidad engañosa y blanqueo de capitales. Hasta el punto de que la Comisión Nacional del Mercado de Valores ha regulado una serie de obligaciones mínimas. ¿En qué medida es posible alcanzar ese paraíso para el común de los mortales? Hagamos números. El salario neto medio en Hego Euskal Herria es de casi 1.800 € en 14 pagas. El 56% de las personas asalariadas ingresan por debajo de esa cantidad. Suponiendo que uno ahorra el 20%, 360 € al mes, y que pudiera ingresarlo periódicamente en un depósito a plazo, con una rentabilidad anual del 2%, tardaría 19 años en ahorrar 100.000 €. Pero no es suficiente, eso solo daría 2.000 € al año. Para cubrir un salario anual haría falta un depósito de 1.260.000 €, lo que precisa de 97 años. Dado que no es viable, la salida es encontrar activos con rendimientos más altos. Ahora es cuando entran en juego los relatos engañosos de «si ahorras 500 € al mes durante 30 años al 7 % de interés, tendrás 609.985 €». Matemáticamente es correcto. El problema es ¿quién asegura rendimientos del 7 % durante 30 años? Nadie. Confiar ciegamente obliga a ignorar la volatilidad, las recesiones, las crisis geopolíticas y los cambios. La historia no apoya esa confianza. Hay dos axiomas manidos en comunicación financiera: «la bolsa a largo plazo siempre sube» y «a mayor riesgo, mayor rentabilidad». De la segunda afirmación, se reserva la letra de la segunda parte: «a mayor riesgo, mayores pérdidas». En cuanto a la primera, tomemos un ejemplo de inversión en el Ibex 35. Si se hubiera invertido en julio de 2012, con un índice valorado en 5.953 puntos, un capital inicial de 100.000 € hoy serían 256.353 €: una rentabilidad anual media del 7,5 %. En cambio, si la fecha de inversión hubiera sido noviembre de 2007, con el índice en su máximo de 15.945 puntos, el capital hoy sería de 95.704 € y la rentabilidad negativa. Si se añade el efecto de la inflación, el capital sería equivalente a 69.908 € de 2007. Se habría perdido un 30 %. Al Ibex 35 le ha costado 18 años recuperar los índices nominales previos a la crisis de 2008, y en términos reales aún le falta. Lo mismo ocurre con otros índices europeos, como el Euro Stoxx 50, CAC 40 o FTSE 100. En Norteamérica los índices también han conocido periodos extensos de pérdidas de valor. Tras la crisis punto.com del año 2000, el Nasdaq Composite y el Nasdaq 100 necesitaron casi 15 años para recuperar el índice nominal y en torno a 17-20 años en términos reales. Los índices S&P 500 y Dow Jones necesitaron más de 5 años para regresar a los índices nominales previos a la crisis de 2008 y más de 9 años teniendo en cuenta la inflación. Esas experiencias muestran cuán importante es el momento en que uno invierte. En definitiva, sin un capital inicial suficiente, lleva mucho tiempo ahorrar una base inversora, por lo que la búsqueda de la libertad financiera mediante inversiones financieras se convierte en una apuesta de alto riesgo, no en una estrategia. Solamente aquellas personas con disponibilidad inicial de capital, los que ya de partida están en los niveles altos y muy altos de renta, cuentan con una razonable probabilidad de éxito, ya que tienen las ventajas de poder amortiguar los riesgos, operar en diferentes momentos, flexibilizar sus decisiones y diversificar sus riesgos. Para el resto, la mejor inversión que se puede realizar es, cuando menos, afiliarse a un sindicato, y apoyar fuerzas sociales y políticas con ideas progresistas que defiendan la solidaridad, un sistema fuerte de protección social público y una redistribución más equitativa de las rentas y la riqueza. En la trastienda hay un enorme negocio de venta de contenido motivacional disfrazado de educación financiera