23 SET. 2025 GAURKOA Ramiro González, Israel, la Euroliga y la sombra de Solaria Ángel LÓPEZ Miembro de ZigoitiaBai {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} Ramiro González, Diputado General de Álava por el PNV, envalentonado por las protestas acontecidas durante La Vuelta contra el genocidio israelí hacia el pueblo palestino, declaró sin miramientos hace unos días que la Euroliga debería excluir a los clubes israelíes en la venidera campaña y subrayó que «es un deber ético alzar la voz ante el genocidio», comparando la situación con la invasión de Ucrania. Una postura la suya que, más allá de en lo deportivo, pretende «situar la pelota» en el ámbito moral y político europeo. Hasta aquí, la firmeza retórica es legítima, y, con permiso del lector, trataré de explicar en este artículo que estamos ante otra muestra de hipocresía flagrante de un representante público. La pregunta resulta inevitable: ¿con qué coherencia exige este señor contundencia a un ente privado como la Euroliga, cuando en paralelo, entidades públicas como la Diputación que él encabeza, o el Gobierno Vasco regentado por el partido al que él pertenece, tramitan proyectos fotovoltaicos de la empresa Solaria en Álava? ¿Qué tendrá que ver?, preguntará el lector. Si observamos el capital accionarial de Solaria, empresa salpicada por el escándalo del exministro Montoro y su chiringuito, Equipo Económico, encontramos fácilmente que una parte del capital de la empresa corresponde a grandes fondos internacionales, gestores de activos en su mayoría, como BlackRock, J. P. Morgan, Invesco o Schroders, entre otros. Y aquí está el ángulo incómodo, todos esos gestores operan activamente en Israel, son activos sionistas y parte del problema que González o no conoce, o no parece estar interesado en que se sepa. BlackRock abrió oficina en Israel en 2016, ofrece productos de inversión a clientes locales y gestiona, entre otros, el ETF iShares MSCI Israel, específicamente centrado en la bolsa de Tel Aviv. J. P. Morgan mantiene desde hace años oficina y banca de inversión en Israel, y participa en operaciones de bonos y divisas del Estado israelí. Invesco cuenta con presencia en Tel Aviv y ha listado productos en la Bolsa de Tel Aviv (TASE), con una clara estrategia comercial en el mercado israelí. Schroders formalizó su oficina en Israel en 2018 y desde entonces comercializa productos para clientes institucionales y minoristas israelíes. No es, pues, un vínculo etéreo ni indirecto, se podría afirmar sin miedo a equivocarse que los fondos que poseen una gran parte del capital institucional de Solaria son actores globales que obtienen beneficios también del mercado financiero israelí y que, si se les permite, participan también del destrozo del territorio alavés. La relación es directa, el Gobierno Vasco regentado por el partido al que pertenece el señor González ha tramitado los proyectos de Solaria con el capital internacional llamando a la puerta y con la expectativa de ocupar suelo alavés para instalar macroplantas solares, con la Álava rural, distintos agentes sociales, sindicatos e instituciones locales en máxima alerta, y sin embargo, aquí, nuestro excelentísimo Diputado General no muestra esa vehemencia contra el Estado genocida de Israel y menos contra el sionismo, pecado original del problema. ¿No debería aplicarse aquí la misma, o mayor al tratarse de entidades públicas, contundencia ética que se exige a la Euroliga? Si González pide excluir a clubes israelíes de competiciones deportivas por coherencia ética, ¿no debería explicar también qué piensa sobre la legitimidad de tramitar proyectos energéticos en los que participan fondos que, aunque globales, operan y comercian activamente en Israel? ¿Va a exigir la Diputación Foral de Álava transparencia plena sobre la titularidad real y las fuentes de capital de los proyectos fotovoltaicos? ¿Se lo van a exigir a sus compañeros de partido en el Gobierno Vasco? ¿Defenderá una transición energética justa y la integridad del territorio alavés y sus gentes con el mismo criterio ético del que hace gala o defenderá los intereses de una empresa respaldada por inversores extranjeros que operan en Israel y son reconocidos sionistas? En este artículo no afirmo que Solaria esté «en manos israelíes»; afirmo que una buena parte del accionariado de la compañía está estrechamente asociado a fondos internacionales, gestores de activos, que operan y se sirven de capital financiero israelí y son potencial energía para el sionismo. Esa diferencia es fundamental en el planteamiento de este artículo, y también lo es la incoherencia, bajeza moral e hipocresía de muchos nuestros representantes públicos, que claman por sanciones simbólicas en lo deportivo y lo hacen con un oportunismo cínico y «a posteriori» mientras se tolera, en lo político, la llegada de proyectos que cuentan con el respaldo financiero de actores que sostienen su negocio en el mismo país al que se critica «por deber ético». En política y en los artículos de opinión, las declaraciones solemnes son fáciles; con una diferencia abismal, que el político tiene la capacidad de traducir estas declaraciones en decisiones consistentes, y un ciudadano común como yo, no. Ramiro González tiene la oportunidad de demostrar que su indignación moral no es selectiva, que no se queda en titulares de prensa, sino que también se aplica en la supervisión de proyectos que afectan a su propio territorio. De lo contrario, su discurso no sonará a ética, sino a hipocresía. Ramiro González tiene la oportunidad de demostrar que su indignación moral no es selectiva