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Sobre el acuerdo de paz en Gaza


El acuerdo de «alto el fuego» alcanzado entre Israel y Hamás suscita sentimientos totalmente enfrentados. Alivio, porque se haya detenido el genocidio, y temor, ante la certeza de que Israel continuará agrediendo a los palestinos. Este artículo no pretende valorar el acuerdo alcanzado que, sin lugar a duda, ni resuelve los problemas, ni da garantías de seguridad a los palestinos. Pero la decisión de aceptarlo o no solo les corresponde a ellas y a ellos.

Nuestra disposición debe ser la de seguir apoyando su lucha contra el colonialismo sionista. Concentrando nuestros esfuerzos en el boicot y en exigir a los gobiernos que corten las relaciones con Israel, dejando en segundo plano discusiones sobre consideraciones estratégicas que no nos corresponde hacer.

Palestina necesita verdad, justicia y reparación. La Corte Penal Internacional debe continuar su causa por genocidio contra el Gobierno y los militares israelíes. Es necesario conocer el número total de muertos, directos e indirectos. Y es imprescindible que Israel y los gobiernos que lo sostienen asuman la responsabilidad por el daño causado en el genocidio.

Por otro lado, más allá de los alardes de estupidez y matonismo que acompañan siempre a Donald Trump, lo cierto es que Washington ha obligado a Binyamin Netanyahu a detener su proyecto expansionista y a poner fin, de momento, al genocidio. El acuerdo, con sus contradicciones, es un logro para la población gazatí.

Veamos a continuación los motivos que podrían haber forzado a la administración de Donald Trump a detener el genocidio e imponer un acuerdo a Israel.

En primer lugar, debemos señalar la negativa del pueblo palestino a abandonar su tierra. Como señala la escritora Teresa Aranguren, la mejor expresión de su resistencia son las fotografías de las inmensas columnas de seres humanos volviendo a la ciudad de Gaza, aun sabiendo que solo encontrarán ruinas. Las palestinas y los palestinos lo han dejado muy claro: no habrá una nueva Nakba, no abandonarán su tierra aunque les cueste la vida.

Paralelamente, la barbarie israelí ha suscitado una movilización social, a nivel internacional, como no se veía desde la guerra de Vietnam. Mientras la mayoría de los gobernantes occidentales y árabes callaban, miles y miles de personas en todo el mundo han salido a la calle exigiendo el fin del genocidio. Esta movilización es, en sí misma, un acontecimiento histórico.

En Europa, las manifestaciones multitudinarias, la flotilla, la huelga general italiana o la del pasado 15 de octubre, que en Euskal Herria ha tenido un impacto significativo, han lanzado un mensaje contundente a los gobernantes: el pueblo no acepta que ellos ignoren o normalicen el genocidio en Gaza.

En Estados Unidos, el apoyo social a Israel se ha derrumbado. Las encuestas indican que solo un tercio de la población les apoya, cuando en el pasado lo hacía el 80%. Incluso entre los republicanos, el rechazo a Israel ha crecido significativamente. Figuras clave del movimiento MAGA como Marjorie Taylor Greene, Steve Bannon, Tucker Carlson o el influencer Charlie Kirk, recientemente asesinado, se han manifestado contrarios a que EEUU apoye a Israel en la guerra de Gaza. En resumen, Donald Trump entiende que o se distancia del genocidio, o se arriesga a perder las elecciones de medio mandato por goleada.

Para complicar las cosas a Washington, el ataque militar perpetrado por Israel contra Catar les ha generado una crisis con las monarquías árabes, que son cruciales para sostener sus maltrechas finanzas. Ese ataque ha desacreditado a Estados Unidos, pues se suponía que, a cambio del apoyo económico, Washington les garantizaba su seguridad. La decisión de Arabia Saudita de firmar una alianza militar con Pakistán, para que le dé protección nuclear, es una sacudida poderosa que señala inequívocamente la pérdida de influencia norteamericana en la región. Quizás, este haya sido el factor que finalmente ha precipitado el acuerdo de paz.

Desgraciadamente, en Israel, Netanyahu y su ejército genocida siguen teniendo el apoyo masivo de su población. Aunque su economía se haya contraído un 20% y el Ejército da muestras de agotamiento, la sociedad israelí sigue apoyando al régimen colonial.

Resulta muy difícil tener una valoración objetiva de lo que está sucediendo en Gaza; es una situación extremadamente compleja y volátil. Es evidente que el Gobierno de Netanyahu ha tenido que detener, por el momento, su proyecto de creación de «El Gran Israel» y que ha sufrido un descrédito internacional que le perseguirá por años. Pero no está claro a dónde le llevará al pueblo palestino este proceso.

En todo caso, el acuerdo no se ha alcanzado porque Donald Trump sea un pacifista, sino por la presión social.

Nota final: Según acaba de informar Al Jazeera, «Israel acaba de lanzar una «ola» de ataques aéreos sobre Gaza mientras la tregua se tambalea». Este hecho refleja la debilidad de Estados Unidos como potencia hegemónica en la región, desacredita la figura de Donald Trump y no es un buen augurio para las conversaciones de paz en Ucrania.

Lo dicho, Gaza nos necesita más que nunca.