07 NOV. 2025 TRAS LA RESOLUCIÓN DEL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LA ONU Sáhara Occidental abre un nuevo capítulo de su lucha El Consejo de Seguridad de la ONU ha aprobado la Resolución 2797/2025, un giro histórico que sitúa el plan marroquí de autonomía como base principal para la solución del conflicto del Sáhara Occidental, relegando la vía del referéndum de autodeterminación y reforzando la posicióniplomática y geopolítica de Rabat. Brahim Ghali, presidente de la República Árabe Saharaui Democrática y secretario general del Frente Polisario, saluda a la bandera de su país. Ryad KRAMDI | AFP Markel DE BILBAO CATEDIANO {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} Estoy seguro de que lograremos nuestros objetivos», afirma a GARA desde el otro lado del teléfono Mohammed Fadel, delegado del Frente Polisario en Euskal Herria. Cincuenta años después de la Marcha Verde, sin Argelia en la mesa, pero con once votos a favor y tres abstenciones -China, Pakistán y Rusia-, el pasado 31 de octubre el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la Resolución 2797/2025, mediante la cual se reconoce como opción más viable el plan de autonomía para el Sáhara Occidental presentado por Marruecos en 2007. Desde entonces, las interpretaciones sobre las posibles consecuencias del acuerdo para la causa saharaui se han sucedido una tras otra. Aun así, la mayoría coincide en que Marruecos ha logrado modificar el marco de negociación: la consideración del Sáhara Occidental como un territorio por descolonizar ha sido sustituida gradualmente por la idea de un derecho a la autodeterminación dentro de una autonomía bajo soberanía marroquí. Los equilibrios han cambiado, esta vez a favor de Rabat. Para Mohammed VI, rey de Marruecos, el texto aprobado por la ONU «consagra la soberanía sobre las provincias del sur [el territorio del Sáhara Occidental] en un cambio de rumbo decisivo que coincide con el 50º aniversario de la Marcha Verde». Por su parte, el primer ministro saharaui, Buchraya Hamudi Bayunno, subraya que la resolución «no impone» la autonomía marroquí, ya que mantiene abierta la puerta a otras propuestas y exige que cualquier solución sea «aceptada por ambas partes». En las calles, las reacciones reflejaban el cambio político. Mientras en las ciudades marroquíes el sonido de las bocinas era ensordecedor, el silencio se imponía en los campamentos de Tinduf, tras días de manifestaciones contra el que todavía era un posible acuerdo. LA RESOLUCIÓN Si algo ha conseguido Marruecos mediante esta resolución, es desplazar la base sobre la que se negociará la cuestión del Sáhara Occidental a partir de ahora. Aunque el mandato de la Minurso -la misión de Naciones Unidas encargada de garantizar la celebración del referéndum de autodeterminación- se haya visto prolongado por un año más, lo que parece indicar una continuidad en los mecanismos de observación internacional, la orientación del nuevo texto introduce un elemento de legitimidad a la propuesta formulada por Rabat. Dicha propuesta plantea una autodeterminación limitada, que excluye la independencia de facto, aunque sin descartar de manera formal la opción referendaria. Así, el referéndum no queda rechazado de manera explícita, pero tampoco se erige ya como condición sine qua non del proceso político. Como apunta María López Belloso, profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Deusto, la extensión del mandato de la ONU demuestra una «continuidad operativa con poco oxígeno político». Esto sugiere que, aunque la estructura internacional se mantiene en funcionamiento, el margen de maniobra político se encuentra notablemente restringido, y las posibilidades de encontrar una solución que satisfaga plenamente a todas las partes afectadas parecen, al menos por el momento, limitadas. El cambio de paradigma al que se asiste responde, en buena medida, a una lógica de realpolitik. En este nuevo marco, los principios rectores de los derechos de los pueblos ocupados y colonizados -valores que, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, llegaron a considerarse norma internacional- han quedado en un segundo plano. LA OTRA CARA DE LA MONEDA Desde la perspectiva del Frente Polisario, la lectura que se hace de la resolución es marcadamente diferente. Fadel considera que, a pesar de lo que pueda parecer en primer término, el 31 de octubre «Marruecos no consiguió lo que quería» y añade, además, que «la resolución sigue sujeta a múltiples interpretaciones». Según explica con detalle delegado del Frente Polisario en Euskal Herria, tras las discusiones y las enmiendas introducidas en los borradores iniciales, «el Consejo de Seguridad firmó un documento donde se recoge el derecho a la autodeterminación, se reconoce al Frente Polisario como representante legítimo del pueblo saharaui, se prorroga la Minurso por un año adicional, no se descartan soluciones alternativas a la autonomía y todo queda enmarcado en el derecho internacional bajo la estricta supervisión de Naciones Unidas». Para Fadel, todo ello permite afirmar que, tras el acuerdo, «la posición del Sáhara después del acuerdo es indudablemente mejor que antes». «Nosotros solo pedimos que se continúen las negociaciones dentro de la legalidad internacional», insiste el delegado saharaui. Enfatiza que Naciones Unidas, pese a la presión ejercida por actores externos, sigue siendo el principal garante de ese marco de negociación reconocido por la comunidad internacional. «Pese a las presiones, nuestra intención siempre será resolver los conflictos mediante la ley internacional», recalca con convicción, dejando claro que para el Frente Polisario la legitimidad internacional es irrenunciable. Desde 2020, año en el que la operación militar y el bloqueo por parte de las fuerzas marroquíes del paso de El Guerguerat provocó la ruptura del alto el fuego declarado en 1991, los intercambios diplomáticos y políticos entre las dos partes enfrentadas han sido de «baja intensidad». Fadel subraya que «la causa saharaui es pacifista desde sus orígenes» y añade que «ese será el camino, siempre que nos lo permitan». Sin embargo, sin dejar de mostrar cautela, matiza su declaración con una advertencia: «Todas las vías de lucha siguen abiertas», lo que implica que, si no se respeta la vía pacífica o se cierran los canales de diálogo, podrían contemplarse otros escenarios. APOYOS, DINERO Y PODER Lejos queda ya 2007, año en que Marruecos presentó oficialmente la propuesta de autonomía ahora refrendada en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas -aunque, en la actualidad, con ligeras modificaciones y matices añadidos a lo largo de estos años-. No fue hasta 2020, con los intereses de Israel por medio, cuando los acontecimientos se aceleraron significativamente. EEUU presionó a Marruecos para que, a cambio de reconocer la soberanía marroqui sobre el Sáhara, normalizara sus relaciones con Israel adhiriéndose a los denominados Acuerdos de Abraham, por medio de los cuales varios países árabes reconocen al Estado de Israel. Eso facilitó la coyuntura geopolítica para que el entonces presidente estadounidense, Donald Trump, declarara textualmente que «la propuesta de autonomía seria y creíble de Marruecos es la única base para una solución justa y duradera». Así se selló el giro histórico de la política exterior de Washington y se consolidó el respaldo oficial de Estados Unidos a la posición de Rabat. Previamente a estos acontecimientos, la estrategia diplomática marroquí ya había orientado sus esfuerzos hacia la modificación de los equilibrios externos capaces de influir en la toma de decisiones de la ONU: reforzó su diplomacia bilateral, tejió una red de apoyos internacionales y, solo tras haber afianzado ese respaldo, concentró sus gestiones en el Consejo de Seguridad. Como resultado directo de esa orientación táctica, alrededor de treinta países de África, América y Asia han abierto consulados en el Sáhara Occidental ocupado, lo que representa un reconocimiento simbólico y práctico de la soberanía marroquí sobre el territorio en conflicto. Los intereses de índole comercial, así como las alianzas diplomáticas diligentemente tejidas por Rabat a lo largo de los últimos años, han llevado a una reducción progresiva del apoyo internacional al Frente Polisario, aunque este último todavía cuenta con respaldo considerable en amplios sectores del Sur Global. No obstante, la filtración de la carta del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, terminó por poner en evidencia el abandono del Sáhara Occidental por parte de uno de sus aliados históricos y tradicionales, sumando una sensación de soledad política del Frente Polisario en su lucha por el reconocimiento internacional. Fadel lamenta la situación actual: «A nivel social, el apoyo sigue siendo enorme; el problema es la posición del Gobierno español, en especial la de Sánchez», sostiene, no sin amargura. El Estado español, la potencia colonial responsable del territorio en el pasado -y que, por tanto, desde la perspectiva saharaui, mantiene una deuda histórica pendiente-, no ha sabido saldar dicha deuda. La decisión tomada por el Ejecutivo español en el año 2022 ha confirmado la renuncia a esa responsabilidad histórica, medio siglo después de haber abandonado el territorio como consecuencia de la marcha organizada por Marruecos. Cincuenta años más tarde, el pueblo saharaui, que nació, resistió y se ha mantenido unido con la autodeterminación como horizonte legítimo y razón de ser, observa con preocupación y desencanto cómo los intereses geopolíticos, el predominio diplomático y los negocios económicos pesan mucho más que las promesas y las resoluciones internacionales que, al menos en teoría, siguen vigentes e incumplidas. Sin embargo, y a pesar de la desilusión, también permanece la convicción, mantenida con firmeza, de que la causa saharaui no se reduce a una cuestión de victorias diplomáticas ocasionales; es, sobre todo, una cuestión de dignidad colectiva, de resistencia y de defensa de los derechos fundamentales. El giro diplomático impulsado por la resolución de Naciones Unidas revela la primacía de los intereses geopolíticos por encima de los derechos nacionales del pueblo saharaui, debilitando los principios de justicia internacional y descolonización. Esta decisión perpetúa la ocupación y legitima un statu quo que ignora el sufrimiento y las aspiraciones legítimas de la población saharaui, condenando a la causa a depender de maniobras externas y compromisos que se alejan cada vez más del prometido referéndum. Tratando de relativizar el resultado de la decisión adoptada del pasado 31 de octubre en el Consejo de Seguridad, y poniendo en valor la histórica lucha del pueblo saharaui, el delegado del Frente Polisario Mahammed Fadel, con voz firme y resuelta pese a la distancia que lo separa físicamente de su pueblo, concluye: «El pueblo de Sahara resistirá siempre, pase lo que pase».