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Decir no cuando es necesario


Trump insiste en que España debe subir a un 5% el PIB de gasto en defensa. Parece que le ha creído a Pedro Sánchez cuando le ha dicho que con el 2,1% es suficiente y se ha enfadado. Nos advierte de que nos va a expulsar de la OTAN, lo cual nos ahorraría mucho trabajo a los y las activistas antimilitaristas para dedicarlo a otras cosas. Desde Gerrarik ez esperamos que no solo sea rápida, que sea supersónica la decisión. La pena que no está recogido en los estatutos de la OTAN. Lo va a tener difícil.

Como ya le han dicho que la expulsión de la OTAN no es posible, se le ha ocurrido amenazarnos con subir los aranceles, pero estos solo los puede subir a la UE en bloque, no solo a España; no parece que vaya a ser una medida que pueda llevar a cabo fácilmente.

Pero puede dormir tranquilo. Según organizaciones antimilitaristas, el año pasado ya se gastaron entre el 2,5% y el 3,46 del PIB (o al 4,11%, si se suma la securitización). Este baile de cifras es reflejo del oscurantismo del gasto militar en los Presupuestos Generales del Estado por la asignación de partidas militares a otros ministerios, la utilización fraudulenta de los fondos de contingencia, y de las modificaciones de gasto. Confiamos que la presentación de los PGE para el próximo año sean trasparentes y nos aclare si ya hemos superado el 5% del PIB.

Por eso, a lo que hay que decir no es a sus políticas eufemísticamente llamadas «de Defensa» (mucho más claro el nuevo nombre de Departamento de Guerra de los EEUU) de aumento del gasto militar, la imbricación de la industria militar en la industria civil, tanto en grandes empresas como en pequeñas y medianas, la imposición del servicio militar, la utilización de un lenguaje bélico, el buscar un enemigo irreconciliable que nos quiere atacar.

Decir sí reduce el dinero para gastos sociales y genera guerras con todo lo que ello implica: personas muertas, mutiladas, destrucción, desastre ecológico, odio y miseria para la mayoría de la población.

En la actualidad hay más de 50 conflictos armados. Algunos se remontan a hace 77 años, como la creación del Estado sionista en Palestina. Otros van a cumplir 50 años, como el originado por el Acuerdo Tripartito de Madrid, por el cual España cedía el Sáhara Occidental a Mauritania y Marruecos. El de Ucrania ya va a por el quinto año (o el duodécimo, si contamos el levantamiento del Dombás) o en Sudán, en Myanmar, en la República Democrática del Congo, en Uganda, en Etiopía, en Libia, en Irak o en Afganistán...

Las guerras se sabe cuando comienzan, pero no cuando van a terminar. Muchas de esas guerras se han cronificado porque uno y otro bando tienen otros países y empresas que con dinero y armas influyen en ella. Israel mantiene su política de apartheid y de genocidio por el apoyo militar, económico y político de EEUU y de la Unión Europea; Ucrania resiste a Rusia por el apoyo de la OTAN; Rusia mantiene su capacidad por el apoyo de China y otros países emergentes; Marruecos tiene el apoyo de EEUU, Francia, España e Israel, etc.

Desde los actores armados solo se potencia la violencia para resolver los conflictos. Nos venden la idea de que con armas más eficaces se pueden ganar las guerras. Y con esta lógica comienza la carrera armamentística, donde es necesario gastarse millones de euros en armamento dejando sin financiación múltiples necesidades sociales.

Las empresas grandes, medianas o pequeñas que fabrican elementos de las armas son las que obtienen beneficios, y la población civil, en el mejor de los casos, es la que se queda sin recursos y, si tienen la «mala suerte» de vivir en un territorio donde ha estallado la guerra, solo recibe muerte y destrucción. No parece que nos acerquemos precisamente a una época tranquila.

Nos falta un No antimilitarista que diga que así no se resuelven las cosas. Que unicamente el diálogo y la lucha contra las ideas supremacistas, colonialistas, sionistas, racistas e imperialistas tienen que ser la base para resolver los conflictos.

Sin olvidarnos de potenciar el derecho penal internacional, la Corte Internacional de Justicia y, especialmente, la Corte Penal Internacional donde se juzgan crímenes de lesa humanidad, crímenes de agresión, crímenes de guerra y genocidios.

El movimiento antimilitarista ha tenido grandes momentos: como la huelga de sexo en Liberia promovida por «Women of Liberia Mass Action for Peace» o más cerca el movimiento de insumisión al Ejército que hizo desaparecer la conscripción obligatoria, o la campaña “No en nuestro nombre” en la guerra de Irak. Y tiene grandes retos, desde denunciar el apartheid y el genocidio en Palestina, así como todos los conflictos armados, a seguir denunciado el gasto millonario en lo militar, la expansión de la industria militar y la conscripción obligatoria en los Estados europeos.

Seguiremos apoyando la objeción fiscal al gasto militar, la insumisión al Ejército y la deserción en la guerra. Potenciaremos la objeción de conciencia laboral en empresas con producción de elementos militares. En definitiva, a decir No a entrar en la lógica militar. No es nada fácil, pero podemos probar porque lo otro no funciona. Gerrarik ez! Genozidiorik ez! Okupaziorik ez!