18 NOV. 2025 ELECCIONES EN CHILE Chile decidirá entre Jara y Kast en una segunda vuelta aún abierta Jeannette Jara y José Antonio Kast disputarán en diciembre la Presidencia de Chile en un escenario que evidencia el reacomodo del país tras la primera vuelta. Aunque la distancia entre ambos no fue amplia, Kast llega con una ventaja estratégica fruto del avance conservador, la rápida adhesión de aliados políticos y un electorado desencantado que podría inclinarse en su favor. Jeannette Jara (izquierda) y José Antonio Kast (derecha). (Rodrigo ARANGUA | AFP) GARA SANTIAGO DE CHILE {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} Chile decidió ayer sus dos candidatos para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el próximo 14 de diciembre: la comunista Jeannette Jara y el ultraderechista José Antonio Kast, líder del Partido Republicano. La candidata del «oficialismo» obtuvo el 26,7% de los votos, una cifra algo por debajo de lo que proyectaban las encuestas; mientras que Kast, con el 24%, se ubicó en un segundo lugar mucho más estrecho de lo esperado. Aunque la corta distancia entre ambos llamó la atención, fue el 19,69% alcanzado por Franco Parisi —el candidato populista que defiende un Chile que «no es facho ni comunacho», es decir, ni fascista ni comunista— el verdadero factor sorpresa de la noche. El ultraderechista «libertario» Johannes Kaiser quedó en cuarto lugar con el 13,9% de los votos, dejando como principal derrotada a la conservadora Evelyn Matthei, que apenas obtuvo el 12,4% y evidenció el serio desgaste de la coalición Chile Vamos. A falta de que algún candidato alcanzara el 50% exigido para una mayoría absoluta, el país volverá a las urnas el 14 de diciembre para decidir quién ocupará el Palacio de La Moneda. La jornada no solo renovó la carrera presidencial: los chilenos también eligieron la totalidad de la Cámara de Diputados (155 congresistas) y casi la mitad del Senado (23 de los 50 escaños, repartidos entre siete regiones que no incluyen la capital). Aunque en estas elecciones legislativas los partidos compitieron por alianzas, los resultados muestran un claro avance de la derecha y la ultraderecha, que podrían obtener un control significativo del Parlamento. El pacto Cambio por Chile —coalición que incluye a fuerzas que apoyan a Kast y a los libertarios afines a Kaiser— alcanzaría 53 diputados. Sumados a los representantes de la derecha tradicional (Chile Grande y Unido), logran una mayoría de 76 parlamentarios en un hemiciclo de 150. En contraste, el bloque oficialista Unidad por Chile —integrado por el Partido Socialista, el Frente Amplio, el Partido Comunista y otras fuerzas de centroizquierda— descendió de 72 a 55 escaños, perdiendo así su capacidad de constituir una mayoría propia. Impulsada por la combinación de voto obligatorio e inscripción automática, la cita electoral registró una participación del 85%, la más alta desde el retorno a la democracia en 1990. Aun así, la alta participación no hace más que disfrazar el malestar profundo que atraviesa el país: más de la mitad de los chilenos, según encuestas recientes, está de acuerdo con la afirmación «da lo mismo quién gobierne, igual tengo que salir a trabajar». Ese clima de desencanto, según diversos analistas, podría favorecer nuevamente un «péndulo» electoral que impulse a Kast hacia una victoria en la segunda vuelta. DERECHA REFORZADA Superando lo que anticipaban las encuestas, Kast logró quedar a menos de tres puntos de una Jara que aspiraba a concentrar al menos el 30% del electorado. Lejos de ese objetivo, la candidata oficialista vio cómo el republicano se consolidaba en un segundo lugar que, como destacó una de las portadas de la prensa chilena, lo deja «a medio paso de ser presidente». El resultado no solo sorprendió a analistas y encuestadoras, sino que reconfiguró completamente el escenario previo al balotaje. El discurso del líder republicano —idéntico en tono y énfasis al del resto de los candidatos de derecha y ultraderecha—, centrado en la seguridad pública, el control migratorio y la lucha contra el crimen organizado, ha demostrado ser especialmente eficaz en un país donde el temor al avance del crimen transnacional y la percepción de inseguridad ocupan el centro del debate político y social. Este marco coincide con las estrategias de ultraderecha que se han desplegado en otros rincones del mundo, donde la promesa de orden aparece como respuesta a la incertidumbre económica y al desgaste institucional. A este éxito discursivo se suma un dato particularmente relevante: Kast fue el candidato más votado entre los jóvenes, un electorado que en ciclos anteriores se había inclinado hacia opciones progresistas. Este giro generacional no solo refuerza su imagen de candidato con capacidad de expansión, sino que además complica el panorama para Jara, que aspiraba a retener el voto juvenil movilizado en las protestas de 2019. El reacomodo de fuerzas comenzó de inmediato. La misma noche electoral, Evelyn Matthei acudió personalmente a la sede de Kast para expresarle su apoyo, un gesto simbólico que confirma la rápida alineación de la derecha en torno a su candidatura. A ello se suma el acuerdo legislativo que Kast mantiene con Kaiser en el Congreso, lo que anticipa una articulación aún mayor con la derecha tradicional agrupada en Chile Vamos. Con estos elementos, la suma de los votos de los tres candidatos de derecha y ultraderecha —Kast, Kaiser y Matthei— alcanzó el 51%. Sin embargo, el aparente dominio del bloque conservador podría desestabilizarse por un factor inesperado: el llamado «factor Parisi». La volatilidad de sus votantes y su desafección hacia los partidos tradicionales los convierten en el fiel de la balanza en esta segunda vuelta. SORPRESA Y PODER Aunque economista, doctor en Finanzas por la Universidad de Georgia y profesor universitario tanto en Chile como en Estados Unidos, Franco Parisi construyó gran parte de su popularidad no en el mundo académico, sino en el televisivo, especialmente tras lanzar en 2012 su programa ‘Los Parisi: el poder de la gente’. Este no es su primer avance electoral inesperado: en 2013 obtuvo un 10% y en 2021 sorprendió al alcanzar el 12,8%, quedando tercero detrás de Gabriel Boric y José Antonio Kast. A diferencia de Kaiser y Matthei —quienes ya se han alineado con Kast—, Parisi ha adoptado una postura distante. Sus palabras fueron claras: «No firmo un cheque en blanco a nadie. Gánense los votos». La frustración del candidato con las encuestadoras fue evidente. Tras ser prácticamente descartado por los sondeos previos, arremetió contra las organizaciones y actores encargados de su publicación: «Fue una campaña linda, pero muy injusta. Quiero decirle a los terroristas de las encuestas… ¡Qué vergüenza la Cadem y Criteria!». Para sus seguidores, este discurso solo reforzó su imagen de outsider enfrentado al establishment político y mediático. Ideológicamente equidistante, Parisi llega incluso a equiparar figuras históricas opuestas como Salvador Allende -democráticamente elegido- y Augusto Pinochet -dictador y monigote de EEUU y sus Chicago Boys-, lo que, según analistas, le permite conectar con un electorado que rechaza tanto a la izquierda tradicional como a la derecha clásica. Una parte de sus votantes se compone precisamente de ciudadanos que en elecciones anteriores votaron en blanco o se abstuvieron. La posibilidad de que este electorado se incline por Jara el 14 de diciembre es reducida; aun así, su comportamiento es tan imprevisible que ningún escenario puede considerarse cerrado. Con un oficialismo debilitado, una derecha envalentonada y un país profundamente polarizado, el futuro político de Chile permanece abierto. DES-ESTALLIDO SOCIAL La caída de la izquierda en estas elecciones no puede entenderse sin mirar el ciclo político que ha marcado a Chile desde 2019. Los dos intentos fallidos de reforma constitucional —primero con una propuesta percibida como excesiva y luego con otra dominada por la derecha— erosionaron la confianza ciudadana en la capacidad del sistema para ofrecer cambios reales. A ello se suma la decepción acumulada frente al proyecto de Gabriel Boric, cuya promesa de transformaciones profundas quedó frenada por un Congreso fragmentado, errores de gestión y un clima social que se volvió cada vez más adverso. Este desgaste abrió espacio para que discursos más duros se presentaran como alternativa a un progresismo que, para muchos, no cumplió sus expectativas. En ese vacío, la ultraderecha ha encontrado un terreno propicio para avanzar, articulando mensajes que conectan con el malestar social y con el sentimiento de frustración ante las instituciones. Este fenómeno no es exclusivo de Chile: forma parte de una ola internacional en la que fuerzas ultraconservadoras han capitalizado el miedo, la inseguridad y la desafección política en países tan distintos como Estados Unidos, Italia, Argentina o Francia. Así, el escenario chileno se integra en un viraje global que reconfigura los equilibrios democráticos y plantea interrogantes profundos sobre el rumbo político de la región en los próximos años. INDIFERENCIAMás de la mitad de los chilenos, según encuestas recientes, está de acuerdo con la afirmación «da lo mismo quién gobierne, igual tengo que salir a trabajar». JÓVENESKast fue el candidato más votado entre los jóvenes, un electorado que en ciclos anteriores se había inclinado hacia opciones progresistas. Este giro generacional contrasta con las protestas de 2019. PUERTA ABIERTALa posibilidad de que este electorado se incline por Jara el 14 de diciembre es reducida; aun así, su comportamiento es tan imprevisible que ningún escenario puede considerarse cerrado.