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REPARACIÓN, SABOTAJE Y POLÍTICA EXTERIOR

El deficiente Estado de derecho en Polonia afecta a las relaciones con Alemania

Las esperanzas de que con Donald Tusk y Friedrich Merz como jefes de Gobierno las relaciones entre Varsovia y Berlín podrían mejorar se han evaporado. Polonia exige reparaciones billonarias a Alemania, además de instar a sus tribunales a que dejen de investigar el sabotaje del gasoducto Nord Stream. La excanciller Angela Merkel culpa a Polonia de la ruptura del diálogo con Rusia.

(Ralf HIRSCHBERGER | AFP)

Para el 21% de los polacos encuestados por el instituto público CBOS, las reparaciones de Alemania por los daños producidos durante la ocupación nazi (1939-1945) son el tema más importante en las relaciones bilaterales. Le siguen, empatados con el 13%, la economía y la inmigración. Según el mismo sondeo, el 48% de los polacos considera las relaciones con Alemania «ni buenas ni malas». El Berlín oficial daría mucho por que esto fuera así, pero no lo es.

Ya en setiembre el recién elegido presidente polaco, Karel Nawrocki, recordó a su homólogo, Frank-Walter Steinmeier (SPD), y al canciller Friedrich Merz (CDU) que su país cifra las reparaciones por los daños causados por los nazis en 1,3 billones de euros. El ultraderechista PiS (Ley y Justicia) planteó el tema en 2022. Alemania rechaza las exigencias polacas alegando, primero, que en 1953 el Ejecutivo comunista de Polonia dio por cerrado el tema.

Dado que dicha decisión solo apareció en la prensa polaca de entonces, los actuales Gobiernos niegan su vigencia. Tampoco aceptan la versión alemana de que la cuestión quedó zanjada en 1990 cuando las dos repúblicas alemanas y Polonia firmaron un tratado sobre la frontera definitiva entre la futura Alemania unificada y el país vecino. Aún así, Nawrocki, cercano al PiS, mantiene el tema en la agenda política. Sus encuentros con Steinmeier y Merz terminaron sin la habitual comparecencia para evitar que la disonancia quedara patente.

Pero el asunto acaba de levantar más ampollas después de que el embajador alemán en Polonia, Miguel Berger, advirtiese a un miembro del PiS de que sus exigencias de reparación «avivan divisiones que solo benefician a Putin».

El comentario se puede entender como una reacción al deficiente Estado de derecho que Berlín ya no puede ignorar, tal y como lo hizo en el caso de Pablo González. En 2022, las autoridades polacas detuvieron el periodista vasco-ruso bajo la acusación de ser un espía de Moscú. González solo recuperó la libertad cuando Rusia lo incluyó en un intercambio de presos.

En octubre, la Justicia alemana solicitó a la polaca entregar al ucraniano Volodymyr Zhuravlev porque sospecha que intervino en el sabotaje del gasoducto germano-ruso Nord Stream en 2022. Esta vez intervino el primer ministro polaco, Donald Tusk, diciendo, que «no está en el interés de Polonia ni de la Justicia» extraditar al sospechoso. De hecho, un tribunal polaco evitó la entrega, que entre socios de la UE debería ser un procedimiento judicial normal.

LA EXCANCILLER ANGELA MERKEL HA ECHADO MÁS LEÑA AL FUEGO.

En una entrevista con el portal húngaro Partizan dijo que en 2021 acordó con el presidente francés, Emanuel Macron, que la UE debía hablar directamente con Vladimir Putin, porque tenía la impresión de que «entonces ya no se tomaba en serio el acuerdo de Minsk». Pero la iniciativa fracasó por culpa de Polonia y los países bálticos, según Merkel, y porque la pandemia impidió el contacto directo entre los mandatarios.

Por último, el copresidente de la neofascista Alternativa para Alemania (AfD), Tino Chrupalla, causó estupor a ambos lados de los ríos Oder y Neisse al decir en relación a la guerra en Ucrania que Polonia «podría ser una amenaza para nosotros» porque «vemos que los intereses de Polonia son otros que los de Alemania».

A fin de cuentas, la relación actual entre Varsovia y Berlín evidencia que Merz ha fracasado en lo que ha llamado el «rearranque» de su política exterior con el país vecino. Por eso, nada más jurar el cargo en mayo visitó París y acto seguido Varsovia.

Hipotecó su restart con Polonia al establecer controles fronterizos para frenar la entrada ilegal de extranjeros argumentando que deberían pedir asilo en Polonia. Con esta medida, Merz y su ministro de Interior, Alexander Dobrindt (CSU), quieren perfilarse como alternativa a la AfD, pero copiando sus demandas políticas. No obstante, el Tribunal Administrativo de Hannover impidió la devolución de un sudanés a Polonia por las «deficiencias sistémicas» del sistema polaco de asilo. Y también Frontex intervino en el mismo sentido cuando este Estado miembro de la UE negó a diez refugiados paquistaníes la posibilidad de pedir asilo.

En este contexto, el denominado Triángulo de Weimar, formado por Berlín, París y Varsovia, ha quedado en una construcción diplomática del pasado, que, unido a la falta de coordinación con su ministro de Exteriores, Johann Wadephul, Merz no se ha mostrado capaz de reconstruir.