24 NOV. 2025 ENTREVISTA Entrevista luciana de mello Periodista, guionista de cine y autora de «Mandinga» «El silencio termina pudriendo a las generaciones siguientes» Luciana de Mello, escritora, periodista cultural y guionista de cine afroindígena nacida en Buenos Aires, visitó recientemente Bilbo para presentar su primera novela, “Mandinga”, que llega a las librerías en una edición ampliada. Lo hace bajo el sello Yegua de Troya y la edición de la escritora Gabriela Wiener. (Monika DEL VALLE | FOKU) Ainara LERTXUNDI BILBO {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} Ciudades frontera -Rivera y Santana do Livramento, en los límites entre Uruguay y Brasil-, ritos afrobrasileños, la sombra de la dictadura y de un padre exmilitar ligado a la Inteligencia uruguaya, el abuso sexual infantil, el deseo, la pobreza, las relaciones familiares convulsas... se dan la mano en “Mandinga”, primera novela de Luciana de Mello. «Mandinga» explora la frontera como forma de vida, la violencia sexual y el incesto, la memoria política y la herencia familiar, el trabajo precario, la sororidad y las relaciones maternofiliales, el silencio. ¿Cómo surge? Lo hace desde mi experiencia personal en la frontera y de ser hija de padres migrantes. No migraron de un lugar específico, sino de esta frontera en la que confluyen Uruguay y Brasil. Tenía ganas de narrar este ‘espacio frontera’ y los personajes que salen de ahí. Es como si fuera un tercer país con sus propias lógicas, su portuñol y la sensación de no pertenecer a ningún lado. Por lo general, no tengo un plan cuando escribo; los temas van surgiendo. Varios editores me dijeron que había tres novelas en una. “Mandinga” condensa todas mis obsesiones y grandes preguntas. ¿Cómo construyó la figura del padre? Sabemos que participó en operativos para matar a militantes tupamaros, pero asegura que no torturó. La historia de este padre está muy ligada a la mía propia. Me crié con mis padres reuniendo dinero para poder viajar a Uruguay y votar por el Frente Amplio entre canciones de protesta. Pero también sabía que mi padre había sido parte de la Marina y que habían llegado a Argentina escapando de esa situación. Cuando de niña veía sus fotos vestido de militar, me parecía un héroe. Crecí en una casa no solo con la frontera como origen, sino con discursos contradictorios: ‘Ustedes son de izquierdas, pero papá fue militar’. En la familia no se hablaba en profundidad de hasta dónde llegó su participación. Con el tiempo pude tener esa conversación con mi padre, y saber que se fue de Uruguay y de la Marina porque no aguantaba más; peleó por la baja militar, no se la querían dar porque había visto muchas cosas y sabía que iba a haber más golpes en otros países. Cuando llegó a Buenos Aires empezaron a controlarlo, a perseguirlo. Esas cosas me llevaron a construir un personaje difuso, no quería atribuirle que había sido torturador. Es un personaje agresivo, que humilla y es humillado. Quería también poner el foco en quiénes componían el grueso de las Fuerzas Armadas. Era una clase trabajadora que buscaba el pan. Muchas veces ser policía no era una elección. Y una cosa es ser militar y otra, torturador. Quería pensar sobre esos lugares oscuros de la historia latinoamericana. No quise otorgar a los personajes lugares estancos. ¿Cómo afectan los silencios? El silencio termina pudriendo a las generaciones siguientes. Es como un malestar que cada vez se va haciendo más denso y es captado por los hijos. En Uruguay no hubo juicios, prefieren no tocar el tema de la dictadura. A diferencia de lo que ocurre en Argentina -donde el odio total de una clase que vio cómo se enjuició y encarceló a los genocidas ha vuelto por la revancha-, no se palpa una grieta social. Pero, con sus idas y venidas, Argentina se ha acercado a la dictadura y a los desaparecidos desde muchos ángulos. Hay mucha narración del horror, y eso es necesario. Si todo eso está guardado en un cajón a nivel de Estado, del sistema educativo o de los vínculos intrafamiliares ¿cómo construyes una mirada crítica de cara al futuro?, ¿qué les dejas a las generaciones futuras? Los silencios generan enfermedad. Yo ahora vivo en Belfast, donde hay otras capas de silencio. A las clases y cursos de escritura que imparto viene mucha gente que vivió el conflicto armado. Muchos deciden dejar los talleres por lo que les supone ‘levantar esa piedra’. Así como un cuerpo se enferma por el silencio, también lo hace una sociedad. El silencio no queda aislado, sino que se transforma en un fantasma que cobra otras formas. El horror hecho silencio se transforma en algo que no posibilita el crecimiento. La historia se tiene que contar. La protagonista mantiene una relación de dependencia y de poder con Emilio, tío, amante y abusador. ¿Cómo escribir sobre ello sin caer en el exhibicionismo? Ese es el desafío de la escritura. Estos temas hay que abordarlos de forma tangencial; hay que insinuar mucho y utilizar la sutileza. Como mujer, tengo una posición sobre todos estos temas, pero en la literatura me interesa plantear preguntas. En el caso de Emilio me interesaba reflejar que los abusadores y pedófilos no suelen venir con violencia. Ejercen la seducción con personas en una situación vulnerable a nivel económico, social y familiar. Se transforman en personas que regalan y se ganan un espacio en el corazón de ese niño o niña. Quería mostrar esa parte seductora del abusador, pero desde el punto de vista de ella, que se agarra a lo único que tiene. Lo que ella conoce del amor es una cosa muy cruda y cruel. Pese a ello, le da batalla a la vida y logra enfrentarse a sus fantasmas. La figura de la madre representa la devoción, el control y la violencia. Usa a su hija para descargar sus sentimientos de ira hacia el marido. Así es, el cuerpo de los hijos como territorio de disputa y ajuste de cuentas. No es un extremo irreal. Es una madre que ella misma ha heredado silencios, violencias, manipulaciones, narraciones del amor dañinas, abusos de poder… ¿Cómo hace una mujer con esa mochila para no repetir la violencia y las relaciones de poder que ha vivido con la única pertenencia que tiene? Su hija es lo único que tiene para mejorar y proyectar en ella la vida que no pudo tener. Me da mucha pena esta madre, es tremenda, pero no conoce otra manera de hacer las cosas. Lograr la gratuidad del amor materno es mi horizonte en la vida. El amor debería ser gratuito, todos deberíamos aspirar a ese horizonte utópico. Que no haya que que hacer nada para ganarse el amor ni tampoco para devolverlo. La novela también explora la religiosidad afrobrasileña. ¿Cómo cree que acoge el lector la decisión de narrar el trance desde adentro? Desde que somos pequeños nos han dicho que son religiones demoníacas, ligadas a la oscuridad, que matan gallinas… Las religiones afrobrasileñas siguen siendo muy perseguidas. Pero, muchos las practican sin decirlo porque para una cierta clase sociocultural está mal visto. Sigue habiendo una única religión y modo de expresar la fe. Creo que genera interés en el lector. A quienes no conocen estas religiones les produce curiosidad. He tenido también charlas con lectores que se han sentido identificados y se alegran de que por fin sus formas de espiritualidad se vean reflejadas en una novela de una editorial mainstream. ¿Cómo fue su aproximación a estas espiritualidades? En Rivera, vas al centro y ves las santerías, las casas de santos donde venden estatuillas, velas, ataúdes de cartulina… La muerte no es un tabú. De pequeña fui con mi mamá, que se hizo un trabajo. Me fascinó. Pero después de un tiempo se fue a confesar con el cura, quien le dijo que todo eso era el demonio. Tiró todo y no quiso saber nada más. A raíz de aquello, mis padres, que no eran muy creyentes, comenzaron a ir a la iglesia; el miedo les hizo muy católicos. A nivel personal seguí leyendo, investigando y formándome sobre la espiritualidad afrobrasileña. Se siguen menospreciando las espiritualidades no hegemónicas que no entran dentro de lo que Occidente denomina religión. ¿Qué da el estatus de religión o de culto? ¿Por qué son mitologías o leyendas lo nuestro? La construcción del concepto Estado-nación impuesto por el colonialismo arrasó con las diferentes cosmovisiones. Tenemos que volver a resignificar nuestras costumbres. El libro está escrito en castellano, portugués y portuñol. ¿Qué le llevó a este mestizaje? Como es la lengua que se habla en estas frontera, me parecía que era orgánico y natural que los personajes hablaran en portuñol. Yo lo sé hablar, lo entiendo y lo uso cuando estoy en la frontera, con mis padres también hablaba muchas veces en portuñol. Por momentos, me dio miedo usarlo porque pensé que sería complicado para el lector, pero me di cuenta de que ese miedo a que suene difícil o a que el otro no lo comprenda es parte de la discriminación de las lenguas fronterizas y lo mestizo. Naces en la frontera, pero cuando vas a la escuela tienes que usar el castellano puro y duro. Incluir el portuñol me pareció una manera de legitimizar esa lengua con la que crecí y de tomar posición. ¿Qué poso le deja esta novela? La quiero mucho. Me llevó tiempo escribirla. Pero cuando tienes una historia que necesitas contar, aunque no sepas a dónde va a ir a parar, confías en ese material que está pidiendo con urgencia salir. Me ha reconciliado con mi madre y me ha hecho ahondar en los temas que me preocupan. AMOR MATERNO «Lograr la gratuidad del amor materno es mi horizonte en la vida. El amor debería ser gratuito, todos deberíamos de aspirar a ese horizonte utópico» PORTUÑOL «Por momentos me dio miedo usar el portuñol porque pensé que sería complicado para el lector, pero me di cuenta de que ese miedo a que suene difícil es parte de la discriminación de las lenguas fronterizas» ESPIRITUALIDADES «Se siguen menospreciando las espiritualidades no hegemónicas que no entran dentro de lo que Occidente llama religión. ¿Qué da el estatus de religión o de culto?» FFAA «Muchas veces ser policía no era una elección. Y una cosa es ser militar y otra, torturador. Quería pensar sobre esos lugares oscuros de la historia latinoamericana»