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«CASO PUJOL»

Cinco claves y dos apuntes sobre el juicio a la familia Pujol Ferrusola

Olvidado tras los fragores del proceso soberanista en el que emergió, el juicio contra la familia del expresident Jordi Pujol ha arrancado tras casi tres lustros de investigaciones y una década larga de instrucción. Durante una vista oral de seis meses se intentará dirimir el origen de la fortuna familiar, así como el papel de Jordi Pujol en ella, en un caso con innegables connotaciones políticas.

(Alberto PAREDES | EUROPA PRESS)

Este mes de noviembre nos está echando paladas de historia sobre los hombros. De la visita del presidente alemán a Gernika para pedir perdón a la enésima negativa española a desclasificar documentos de casos como los de Mikel Zabalza, pasando por el 50 aniversario de la muerte del dictador Franco y la grotesca condena contra el fiscal general del Estado español. Rascar un poco en cada uno de estos acontecimientos nos lleva a lo más hondo de una parte de la historia que nos ha traído hasta aquí.

El juicio a la familia del expresident de la Generalitat Jordi Pujol, iniciado esta semana, se suma a esta cadena de acontecimientos con derecho propio. Porque es el juicio a una época. A continuación, algunas de las claves del caso.

QUIÉN FUE.

Una persona nacida el día que Pujol abandonó el Palau de la Generalitat tiene ahora 22 años, así que empecemos por el principio. Jordi Pujol i Soley fue president durante una eternidad que va de 1980 a 2003. La Catalunya autonómica, ese sistema en el que fueron ganando competencias -siempre limitadas- a cambio de asegurar la estabilidad en el Estado, es obra suya.

Con una mano construyó estructuras nacionales como TV3 o la apuesta por la inmersión lingüística, mientras con la otra se encargó de que nada se saliese del cauce autonomista. En Madrid lo odiaban y lo necesitaban. Cuando José María Aznar gana sin mayoría absoluta en 1996, en Génova el público canta “Pujol, enano, habla castellano”, y Miguel Ángel Rodríguez, que ahora hace con Isabel Díaz Ayuso lo que en su día hizo con Aznar, sube el volumen de la música, consciente de que necesitarían los votos de CiU.

Con las maneras de un benévolo virrey, Jordi Pujol fue el representante y constructor en Catalunya del sistema político que siguió a la muerte de Franco. Era, entre otras cosas, un sistema esencialmente corrupto en diferentes escalas, en círculos concéntricos. CiU daba estabilidad al sistema español y hacía que la economía marchase a cambio de comisiones que engordaban las arcas del partido. Lo que se juzga ahora es un círculo interior, según el cual parte de esas comisiones iban a los Pujol.

QUIÉN ES.

Es una figura incómoda, pero para nada proscrita. Cuando explotó el caso, el president Artur Mas no tuvo más remedio que poner tierra de por medio y retirarle el cargo de Molt honorable, pero con los años su figura se ha ido rehabilitando. Sigue siendo la referencia catalana en cuanto a gestión del poder. El triste final del procés y la deriva actual han elevado al alza la cotización de su recuerdo.

El actual president, Salvador Illa (PSC), lo sabe y lo recibió con honores en el Palau en 2024, a ver si se le pegaba algo. «Es una de las figuras más relevantes de la historia política de Catalunya», aseguró.

A Pujol, que no a su familia, le ayuda un aura de austeridad que choca con los cargos que se le imputan. Si se pregunta en Catalunya si alguien cree que Pujol se llevó algo de dinero a su bolsillo, es más fácil que la respuesta sea negativa. «Los corruptos eran algunos de los hijos, Pujol tenía lo que quería, que era el poder», ha dejado dicho el periodista Toni Soler, director del “Polònia”.

El debate, en todo caso, se centra en hasta qué punto conocía Pujol padre la actividad de sus hijos y de su mujer, Marta Ferrusola, fallecida en 2024. Suya es la frase que define el espíritu con el que habitaron el Palau de la Generalitat durante un cuarto de siglo. «Es como si entran en tu casa y te encuentras los armarios revueltos porque te han robado», dijo cuando el primer Tripartit los desalojó del poder.

Jordi Pujol es también, ahora mismo, un anciano de 95 años con una salud muy frágil y un deterioro cognitivo avalado por peritos. Esto le ha servido para ausentarse de las audiencias del juicio, pero el tribunal no lo ha querido exonerar de ser juzgado. El ánimo de venganza por parte del Estado es una percepción generalizada en Catalunya y poco tiene que ver con la opinión que se tenga sobre los posibles delitos de la familia.

CUÁNDO Y CÓMO EXPLOTA TODO.

Los primeros indicios de actividad policial en torno a la familia se detectan en 2012, año de la primera gran manifestación de la Diada. Procés y proceso judicial son indivisibles. Ese año, “El Mundo” publica, citando a la UDEF, que el hijo del president llevaba bolsas con billetes de 500 euros a Andorra. En 2014, el mismo diario asegura que la familia «ingresó 3,4 millones en un mes en un banco de Andorra». A los días, Jordi Pujol publica la famosa carta en la que reconoce que ha tenido dinero sin declarar y lo atribuye a una herencia de su padre.

Quién y Manos Limpias llevó entonces la confesión a un juzgado y la instrucción empezó formalmente. Hasta entonces, todo había sido investigación prospectiva por parte de la Policía patriótica de Mariano Rajoy y Jorge Fernández Díaz. Los propietarios de la Banda Privada d’Andorra, la entidad en la que los Pujol Ferrusola tenían guardado el dinero, revelaron años después que habían recibido presiones del jefe de la unidad de Asuntos Internos de la Policía española, Marcelino Martín Blas, quien les amenazó con hundir el banco si no daban información sobre los Pujol.

CUÁNDO SE JUZGA.

Apagado el proceso soberanista, el caso pasó a un segundo plano. La instrucción concluyó en 2021 y han pasado casi tres lustros desde el inicio de las investigaciones. La dilación es en sí un escándalo, más con las edades de los principales acusados, aunque la complejidad de la vista oral no se le escapa a nadie. Son muchos años y mucha gente investigada en un juicio que durará hasta abril.

LAS ACUSACIONES.

En el banquillo de los acusados se sientan Jordi Pujol y sus siete hijos, así como una decena de empresarios. El patrimonio andorrano que el expresident atribuye a una herencia no declarada de su padre es, para la Fiscalía Anticorrupción, resultado de las comisiones que la familia cobraba a cambio de conceder concursos públicos a empresas de confianza. Según el escrito de acusación, el president y su mujer dirigían las operaciones como responsables de la «ocultación y afloramiento» del dinero, mientras que dos hijos y la mujer de uno de ellos se encargaban de gestionar los beneficios. Los otros cinco hijos colaboraban como beneficiarios, según la Fiscalía.

Las peticiones de cárcel van de los ocho a los 29 años en el caso de los miembros de la familia y son de cinco años para los empresarios. Entre los cargos imputados destacan el de la asociación ilícita, el blanqueo de capitales, la falsedad documental y los delitos contra Hacienda.

PRIMERA TESIS: EL AVISO.

Prácticamente nadie intentó hacerse el sorprendido cuando estalló el «caso Pujol», porque en Catalunya, quien más quien menos, algo se imaginaba. Para entenderlo hay que acercarse a la familia como a un fenómeno monárquico, mucho más que político-electoral. Solo así se entiende el estatus del clan y el tamaño de la caída. Este «todo el mundo se lo imaginaba» no hace sino subrayar el objetivo político del caso judicial -lo cual no quiere decir que no tenga fundamento-, porque es cuando algo ocurre en la arena política cuando, de repente, empieza a levantarse la alfombra.

Y lo que ocurre es el proceso soberanista. La espectacular ola independentista es, según una lectura madrileña, fruto de años de cesiones a Catalunya, consecuencia natural de alimentar durante años los supuestos privilegios catalanes. Es el resultado de medio siglo de pujolismo y, además, está siendo ejecutado por sus pupilos políticos, la nueva hornada de Convergència.

El «caso Pujol» nace para hacer frente al proceso soberanista y para vengarse de él y, en este sentido, ejerce de aviso a navegantes: «Salirse del redil autonómico y del consenso del 78, en el que tan ricos nos hicimos todos y tan bien le fue a España, tiene un precio, porque lo sabemos todo de vosotros». Lo está comprobando ahora mismo Pedro Sánchez, cuya mayoría de investidura se sitúa fuera de ese sistema hoy implosionado. Y es difícil que en Sabin Etxea, desde donde se han manejado los hilos de la CAV durante cuatro décadas y media -con un interludio de apenas tres años-, no hayan tomado nota.

SEGUNDA TESIS: LA PARADOJA.

Siguiendo esta idea, hay que hacer un esfuerzo muy grande para no ver el ánimo vengativo que impregna cada poro del caso. Insistamos de nuevo: esto no resta ningún fundamento a las evidencias de corrupción que acompañan a los Pujol Ferrusola. Pero el Estado no los quiere castigar por corruptos, lo podía haber hecho antes, sino porque piensa que así castiga a la Catalunya que, hace una década, abandonó el consenso del 78. La paradoja es redonda: se castiga a los Pujol para castigar el giro soberanista, pero no hay condena posible a la familia del expresident sin condena indirecta al sistema político español que siguió a la muerte de Franco.