30 NOV. 2025 Al oeste, en Zapata Iratxe FRESNEDA Docente e investigadora audiovisual {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} Un largo plano secuencia vertebra la historia y la ópera prima del hispano-cubano David Bim. Durante la prolongada secuencia, vemos cómo un hombre, armado de una vara y un cordel, trata de cazar lo que parece un cocodrilo. El sentido último de la vida parece vislumbrarse en las imágenes rodadas en blanco y negro; asistimos al poder de la naturaleza y a la lucha por sobrevivir en ella del ser humano. Antes, hemos visto adentrarse al hombre en la selva; seguimos sus dificultades para hacerse paso entre maleza y humedales, su modo de pasar la noche en una choza improvisada. Solo las voces de la radio que hablan de una pandemia parecen romper la quietud de un alma solitaria. Ocho años de trabajo duro en el proceso de trabajo del primer largometraje documental de Bim para contar «la historia de una familia cubana que, para permanecer junta, se ve condenada a vivir separada el resto de sus vidas». El documental, ambientado en la Ciénaga de Zapata, mediante una realización observacional, sigue el día a día de un matrimonio (Landi y Mercedes) que vive en la región en medio de desafíos extremos junto a su hijo. Con una dirección de fotografía y un montaje pocas veces visto, “Al oeste, en Zapata’ es una de esas películas que, de tanta verdad que emanan, rompen la barrera del cine y llegan directamente a las emociones a través de la contemplación. Una joya que, lamentablemente, no creo que veamos en los cines.