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GENOCIDIO EN GAZA

Músico, gazatí, atrapado en el limbo jurídico para pedir asilo

Ahmed Alhaddad, guitarrista del grupo gazatí Sol Band, y su esposa, Nur Alhaddad, llegaron a Euskal Herria en septiembre. Sus familias siguen en Gaza. Tras sobrevivir al genocidio, se enfrentan a la incertidumbre de no tener papeles y a la lentitud burocrática. La cita para pedir asilo no la tienen hasta febrero. «¿Y, mientras?».

A la izquierda, Ahmed Alhaddad y Nur Alhaddad en una mesa redonda celebrada en noviembre en Donostia. Arriba, Rahaf Shamali, Alhaddad y Said Fadel en el concierto que Sol Band ofreció en el campus de Leioa. (Maialen ANDRESAritz LOIOLA | FOKU)

Desde niño, el sueño de Ahmed Alhaddad, guitarrista del grupo gazatí Sol Band, era ser músico. Algo difícil en una Gaza bajo bloqueo israelí desde 2005 y constantes agresiones militares. El pasado septiembre llegó a Euskal Herria, junto a su esposa, Nur Alhaddad, ingeniera de software y voluntaria en la organización sin ánimo de lucro Apricot, que busca conectar talento palestino con empresas de Europa y Estados Unidos.

En el aeropuerto de Loiu se reencontraron con Mohammed Nasrallah, Rahaf Shamali, Said Fadel, Faris Anbar y Abdelkader Aboqassim, que llegaron en mayo. Desde entonces, Sol Band ha participado en múltiples eventos reivindicativos y culturales a lo largo y ancho de la geografía vasca.

El reencuentro no solo se produjo en la terminal. También lo fue sobre el escenario en el arranque el 18 de septiembre de Atlantikaldia, en Errenteria. «No va ser un concierto cualquiera. Las personas que van a subir al escenario tienen a sus espaldas un sufrimiento que no os podéis ni imaginar. Quienes convivimos con ellos y ellas no somos capaces de entenderlo», afirmó Igor Otxoa en la presentación del evento.

Su primera canción, “My children are birds in heaven”, estuvo dedicada a los más de 20.000 niños que Israel ha matado en más de dos años de genocidio. Uno de los momentos más emotivos del concierto fue cuando Ahmed y Nur Alhaddad interpretaron en euskara “Txoria txori” de Mikel Laboa.

El 15 de noviembre, Sol Band fue uno de los protagonistas del histórico encuentro entre Euskal Selekzioa y la selección de fútbol de Palestina en San Mamés. Ante más de 50.000 personas y acompañados por Eñaut Elorrieta e Izaro emocionaron al público con “Palestinians”, canción compuesta en pleno genocidio en un campamento de refugiados en Rafah, al sur de la Franja de Gaza.

Así dice parte de letra: «Sobre las cabezas de la gente, el ocupante destruye nuestras casas; de entre las ruinas, salimos gritando; profesando nuestro amor por nuestra patria, que nunca muere; nunca muere; crees que puedes acabar con nosotros y borrar nuestra existencia; aún no entiendes quiénes somos; somos palestinos, más fuertes que cualquier desgracia; que cualquier desgracia, cualquier desgracia, cualquier desgracia; nuestra sangre brota de nuestro interior, pero no importa; serías un tonto si pensaras que puedes vencer; atacar nuestros hogares nos fortalece, no nos destruye».

Ahmed Alhaddad admite «no tener palabras» para describir lo que sintió en San Mamés, «un día histórico. Jamás había vivido algo parecido. Ver el estadio lleno, a miles de personas apoyando a Palestina, me produjo por primera vez en mucho tiempo una grata emoción. Si este respaldo masivo se hubiera dado de manera constante desde el inicio del genocidio en otros países y sociedades, la situación en Gaza sería muy diferente».

A sus 29 años ha vivido la segunda Intifada, el bloqueo israelí, varias agresiones, el genocidio… «En 2005, Gaza se convirtió en una gran prisión, Israel cerró la Franja por mar, tierra y aire. Nadie podía entrar o salir de 365 kilómetros cuadrados. Recuerdo que, cuando era niño, en casa solo teníamos electricidad un par de horas al día y también había cortes en el suministro de agua potable. Durante años tampoco hubo gasoil. El día a día en Gaza es una lucha continua», asegura.

«Nacer y crecer bajo la ocupación -prosigue- significa vivir bajo un estrés permanente desde que te levantas hasta que te acuestas; incluso antes del genocidio, nunca sabías qué podría ocurrir cinco minutos después. Todo tu futuro y destino dependen de las decisiones de otras personas que constantemente están planeando cómo matarte o cómo quebrar tu voz y tu espíritu. Recuerdo los bombardeos de 2008. Tenía diez años y estaba preparando la mochila para ir a la escuela. En un segundo escuché una decena de bombardeos simultáneos. Uno de ellos ocurrió muy cerca de nuestra casa, los cristales se rompieron. Fue horrible. Los cortes de electricidad, de agua, los recurrentes ataques aéreos hacen que desde niño tu cerebro siempre esté en modo supervivencia, porque en cualquier momento puede haber un bombardeo y tienes que estar preparado para ello. En Gaza, todas las familias tienen preparada cerca de la puerta de entrada de la casa una maleta de emergencia con los pasaportes y las cosas más importantes. Mi madre -recuerda- siempre la tenía preparada por si teníamos que evacuar. Las pesadillas nos acompañan. La mía de niño era que, de repente, había un bombardeo, huía con mi familia y alguno de nosotros moría».

Una pesadilla que el genocidio ha traducido en la aniquilación de cientos de familias enteras y el desplazamiento forzado del 90% de la población gazatí, la mayoría en múltiples ocasiones.

Más de 70.000 palestinos han fallecido desde el 7 de octubre de 2023. Los heridos ascienden a 170.965 y más de 9.500 cuerpos siguen bajo edificios derruidos. Los bombardeos han reducido la Franja a 50 millones de toneladas escombros. El Ministerio de Interior gazatí ha denunciado que desde la entrada en vigor del alto el fuego el 10 de octubre, Israel lo ha violado en 591 ocasiones.

En Cisjordania, mientras, en estos más de dos años de genocidio, la violencia del Ejército israelí y de los colonos ha matado a 1.081 palestinos, de ellos 223 menores. Más de 10.164 han sufrido heridas y 20.500 han sido detenidos.

UNA GUITARRA Y UN SUEÑO

Pese a nacer y crecer bajo ocupación y en un contexto de muerte, Alhaddad mantuvo vivo su sueño de convertirse algún día en uno esos artistas que veía en televisión.

«Me decían que tenía buena voz, solía cantar en la escuela. Pero en Gaza no había ni siquiera tiendas de instrumentos musicales, y mucho menos conservatorios para aprender a tocarlos. En el año 2011 tuve la oportunidad de ir a Egipto. Invertí todos mis ahorros en comprar una guitarra, con la que regresé a Gaza, donde me hice músico autodidacta, descargándome libros y abriendo un canal en Youtube. Poco después -cuenta- conocí a varios jóvenes de mi edad, de la misma escuela, y con mis mismas inquietudes musicales. Después de clase, cada uno iba a su casa, cogía su instrumento y nos reuníamos en casa de alguno. Tocábamos nuestra música en tejados o en la calle. Así creamos Sol Band en 2012, que para nosotros se convirtió en una vía de escape a los bombardeos, a la falta de electricidad... Israel seguía atacando Gaza. Tras cada bombardeo, aumentaba el trauma de los niños. Pensando en ellos organizamos campamentos musicales para intentar aliviar su dolor y sus miedos. Fundamos la escuela de música Sayed Darwish. En 2019 colaboramos con el canal Falastini en la grabación de canciones folk».

ESPERANZA E INCERTIDUMBRE

Aunque físicamente ahora están a salvo, Ahmed y Nur inciden en que pese al alto el fuego, el genocidio no se ha detenido. Según datos del Ministerio de Sanidad, desde su entrada en vigor han muerto al menos 366 personas. Mientras conversan con GARA, reciben en el móvil noticias de familiares alertando de nuevos ataques, a los que se suma la intensa lluvia, que ha anegado las tiendas de los refugiados, convirtiéndolas en un lodazal. «Con cada vídeo y noticia que nos llega algo se rompe en nuestro interior. Nur y yo siempre hablamos de cómo era nuestra vida antes del genocidio. Y aunque formalmente hay un alto el fuego, la situación sigue siendo horrible en todos los sentidos. Sigue habiendo escasez de alimentos, de los productos más básicos», subraya. La mirada de ambos refleja la añoranza por la tierra y la familia que han tenido que dejar atrás y la esperanza por poder aportar desde Euskal Herria, así como la incertidumbre por su situación jurídica.

«Mi única fuente de ingresos es la música y está en riesgo porque todavía no tengo documentos -señala Ahmed-. Nuestros pasaportes palestinos carecen de la validez que puede tener el pasaporte de cualquier otro país. Mis compañeros de Sol Band acaban de lograr la protección internacional. El pasado 16 de septiembre, mi esposa y yo solicitamos -en la Subdelegación del Gobierno español en Gipuzkoa- la primera cita para pedir asilo, pero no nos respondieron hasta mes y medio después, en noviembre. Pensamos que sería para presentar nuestra documentación, pero no, era únicamente para citarnos para el próximo mes de febrero. Ese día, cinco meses después de la primera petición, tampoco significa el final del proceso, que puede durar seis meses e, incluso, un año. Acabamos de ir a Lanbide, pero en sus oficinas nos han comunicado que mientras no tengamos los papeles en regla no podemos hacer nada. Que volvamos cuando tengamos nuestra situación jurídica encaminada. ¿Y mientras? Este limbo jurídico nos afecta tanto a mi esposa como a mí. Sin papeles no tengo posibilidad de viajar con mis compañeros a otros países y ella tampoco puede trabajar y desarrollarse profesionalmente», lamenta.

«Es muy duro no poder estar con mi banda y ver cómo las oportunidades profesionales que ansié durante años avanzan sin mí. Sol Band es actualmente el único grupo de música gazatí fuera de la Franja. Está recibiendo numerosas invitaciones para participar en festivales internacionales. Ahora están en Qatar. Pero, Sol Band es más que un grupo folk. Es la voz de nuestro pueblo, nuestras canciones hablan de historias reales. Como músicos y palestinos, nuestra misión es reivindicar Palestina», sostiene.

Antes de despedirse, agradecen «la ayuda desinteresada» que han recibido desde su llegada a Euskal Herria. Esperan que «alguien nos pueda ayudar a acelerar el proceso de asilo o nos pueda orientar legalmente. Queremos también poder aportar desde nuestras profesiones. Solo aspiramos a vivir con dignidad y poder continuar nuestros caminos profesionales; en mi caso, junto al grupo al grupo que creamos hace más de diez años».