GARA Euskal Herriko egunkaria

Las raíces políticas de la desigualdad en el mundo

El informe sobre la desigualdad global vuelve a recordar que la brecha entre ricos y pobres sigue agrandándose. La principal novedad es que el estudio analiza también otras variables, como el cambio climático, el género o la estructura de clases, y muestra así que la desigualdad es el resultado de relaciones de poder concretas.

Arreglo y limpieza de las escuelas en el distrito de Bamako, en Mali, de cara al inicio del curso escolar. (Al Fousseini CAMARA | EUROPA PRESS)

En un mundo en el que la brecha entre ricos y pobres sigue ampliándose, la lucha contra la desigualdad se convierte en una cuestión central. El Laboratorio de Desigualdad Mundial (World Inequality Lab), dependiente de la Escuela de Economía de París, acaba de publicar su tercer informe sobre desigualdad global.

La principal novedad es que analiza otras dimensiones de la pobreza más allá de la renta y el patrimonio. Introduce en el análisis variables como el cambio climático, el género o el impacto del sistema financiero, de modo que la desigualdad no aparece como consecuencia de la acción del mercado, que premia a los ganadores y castiga a los perdedores, sino que se muestra como el resultado de decisiones políticas e institucionales.

RENTA Y RIQUEZA

La desigualdad en la distribución de la renta sigue siendo la tarjeta de presentación del mundo actual. El 10% más rico acapara el 53% del ingreso global, más de la mitad, mientras que el 90% de la población restante recibe únicamente el 47%; y la mitad de la población con menores ingresos apenas recibe el 10% de la renta mundial.

La riqueza está todavía más concentrada que la renta. El 10% más rico controla tres cuartas partes de la riqueza. Por otro lado, la mitad de la población más pobre apenas controla el 2% del total. En definitiva, el 50% de la población del mundo apenas recibe el 10% del ingreso y posee únicamente el 2% de la riqueza. Una proporción escandalosa.

En este aspecto, lo más preocupante es que si en 1995 la riqueza de los millonarios crecía a un ritmo del 4% anual, en la actualidad su riqueza aumenta a una velocidad del 6% anual. Los ricos acumulan patrimonio mucho más rápido que la velocidad a la que crece la economía, y, por tanto, el ingreso.

CAMBIO CLIMÁTICO

El informe parte de que la gente tiene una capacidad limitada para alterar su consumo, de ahí que considere interesante estudiar la aportación de la producción a la que atribuye el 60% de las emisiones. Pues bien, el 10% más rico es responsable del 77% de las emisiones; la mitad más pobre de la población, por otro lado, causa solo el 3% del total.

Estos datos muestran que la propiedad del capital está muy concentrada, y con ella las decisiones sobre inversiones, lo que en muchas ocasiones es un freno para transformar el modelo productivo que genera esas emisiones. La desigualdad se ha convertido en un factor que dificulta la lucha contra el cambio climático.

Esa desigualdad se reproduce entre países. Las regiones que menos emiten son poblaciones con bajos ingresos, sin embargo, son las más expuestas a las crisis climáticas, al carecer de recursos para amortiguar sus efectos. Se da, por lo tanto, una responsabilidad desigual en la crisis climática, y al mismo tiempo, una exposición al riesgo muy diferente. En definitiva, la desigualdad en el ingreso alimenta la desigualdad climática.

DESIGUALDAD DE GÉNERO

El informe parte de que esta desigualdad está arraigada en las estructuras de la vida cotidiana y determina qué trabajo se reconoce, qué contribuciones se recompensan y qué oportunidades se limitan. Y estas decisiones son las que definen la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres.

Las mujeres ganan el 61% de lo que ganan los hombres por hora de trabajo, pero si se incluye el trabajo no remunerado, la distancia se multiplica: los ingresos de las mujeres se reducen casi a la mitad, el 32%. La desigualdad de género «no es solo una cuestión de justicia, sino también una ineficiencia estructural. Aquellas economías que infravaloran a la mitad de la población socavan su capacidad de crecimiento», concluye el informe.

DESIGUALDAD ENTRE REGIONES

El informe subraya el enorme contraste entre regiones. Una persona de América del Norte gana de media unas trece veces más que alguien que vive en el África Sub-Sahariana. Una desigualdad que se reproduce en el interior de los países, con la particularidad de que las regiones empobrecidas son las más desiguales. En el Estado francés, por ejemplo, el 10% más rico gana 17 veces más que el 50% más pobre; en Brasil esa diferencia es de 65 veces.

Esa distancia tiene un impacto directo en lo que el informe llama el acceso al capital humano, es decir, a la educación y la sanidad. La diferencia en el gasto llega a ser de una proporción de 40 a uno, mayor que la distancia que existe en el PIB per cápita entre los países. La desigualdad en el reparto de la riqueza perpetúa la falta de oportunidades y constriñe las posibilidades de desarrollo de millones de jóvenes y en consecuencia de sus países.

DESIGUALDAD CAUSADA POR EL SISTEMA FINANCIERO

No es habitual incluir el impacto de la arquitectura financiera internacional en la desigualdad. El informe constata que los países que emiten monedas que se consideran seguras pueden endeudarse con un coste menor y prestar a tasas más altas. El resultado es que atraen el ahorro mundial, mientras que para los países empobrecidos del sur la situación es la contraria: las deudas son mucho más costosas, sus activos dan poco rendimiento, lo que provoca una constante fuga de capitales.

El estudio valora el impacto de esa diferencia y tasa el beneficio en el 6% del PIB para Japón, el 2,2% para EEUU y el 1% para la UE. Por el contrario, los países que conforman los BRICS soportan una carga negativa que ronda el 2,1%.

Esta transferencia es el resultado de un diseño que beneficia a los países ricos. Los centros financieros, las monedas de reserva y los activos «seguros» forman parte de este entramado financiero que extrae riqueza de la misma forma que las potencias coloniales extraían materias primas de los países del sur.

ALGUNAS CONCLUSIONES POLÍTICAS

El informe señala que la expansión en la educación, sobre todo en los países con mayores ingresos, ha añadido complejidad a la estructura de clases, donde se combinan títulos superiores con ingresos relativamente bajos, con otros grupos donde los ingresos son relativamente altos, aunque no tengan título. También apunta que la creciente división entre el entorno urbano y el rural ha fracturado la cohesión social y el resultado es que la clase trabajadora se encuentra fragmentada en partidos de ambos lados del espectro político, lo que «limita su influencia política y afianza la desigualdad».

El estudio enfatiza que la fragmentación de la clase trabajadora erosiona los cimientos políticos para abordar la desigualdad. Además, apunta que la creciente concentración de la riqueza incrementa la influencia política de los poderosos y con ella se agrava la desigualdad.

Los autores concluyen que para reconstruir coaliciones redistributivas como las de la posguerra es necesario diseñar plataformas políticas ambiciosas que beneficien a todos los territorios. También apuntan la necesidad de modificar las normas sobre financiación de campañas y el diseño institucional para reducir la desmesurada influencia de la riqueza en los procesos electorales.

ORIENTACIONES PÚBLICAS

El informe recoge algunas propuestas para mitigar la desigualdad. Subrayan la importancia de la inversión pública en educación y salud, dirigida sobre todo a reducir la desigualdad en las primeras etapas de la vida y fomentar las oportunidades de aprendizaje.

Enfatizan el alcance de los programas redistributivos que incluyen las pensiones, las prestaciones por desempleo y las ayudas a los hogares vulnerables. Asimismo, recalcan el valor para la igualdad del desmantelamiento de las barreras estructurales que determinan la valoración y distribución del trabajo.

Proponen asimismo combinar subvenciones climáticas con una fiscalidad progresiva. En fiscalidad recogen la propuesta que el equipo de Gabriel Zucman hizo al G20 para establecer un impuesto a los milmillonarios que podría recaudar entre el 0,45% y el 1,11% del PIB mundial.

Las propuestas en el ámbito internacional para luchar contra la desigualdad son mucho menos precisas.