17 DIC. 2025 Certificado académico de vida Carlos GIL ZAMORA Analista cultural {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} Trescientas nuevas palabras se han incluido en el diccionario de la RAE. Muchas de ellas son de uso cotidiano desde hace tiempo por la ciudadanía de todos los niveles sociales y culturales. Otras se adaptan a los léxicos actuales por influencias de todo tipo, pero entre ellas hay una que me ha llegado a emocionar. Han incluido ‘‘microteatro’’. Acabáramos. En la Academia hay dramaturgos, actores y directores teatrales y han decidido que había que darle carta de naturaleza a una actividad que ha introducido en el ejercicio teatral la sobrexplotación como paradigma y que, si alguien quería llamar así a una sala nueva dedicada al microteatro, debía solicitar permiso a una empresa que tenía (tiene) el nombre del producto registrado en exclusiva. La duda razonable es si esta inclusión en el diccionario convierte el término en algo de uso público. Las cosas del teatro andan casi siempre en situaciones no muy nítidas. En un periódico de tirada estatal, en su suplemento de cultura, hacen la lista de los cincuenta libros del año, bien definidos por géneros, y no hay ni uno de teatro, cuando hasta un dramaturgo premiado con el Princesa de Asturias ha publicado varios libros. Así se va deteriorando su valor cultural al colocar a las artes escénicas, musicales o audiovisuales en el mero entretenimiento.