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EDITORIALA

Aclimatarse a la incertidumbre


Hace más de una década que hacemos este ejercicio de prospectiva en el periódico de fin de año. Siempre avisamos: no se trata de hacer una porra futurista, sino de pararnos un rato a mirar tendencias, valorar escenarios y proponer temas que son relevantes para nuestra comunidad.

De hecho, hay años que las previsiones nos han explotado en la cara para mediados de enero y otros hemos "acertado" bastantes cosas. Por ejemplo, en 2021 un artículo de Eoin Ó Broin planteaba que la vivienda es el problema social de nuestro tiempo.

Son tiempos de cambios profundos. Entre otros rasgos, diría que ahora somos menos rotundos y, espero, que menos solemnes. Hoy en día, cuando hablamos del futuro, es costumbre terminar con una advertencia sobre acontecimientos que pueden truncar nuestras previsiones. A la fuerza y hasta cierto punto, nos hemos aclimatado a la incertidumbre.

Da igual que hablemos de planes personales o sobre geopolítica; es probable que incluyamos una advertencia: «si no hay otra pandemia», «si otra crisis financiera no estalla», «si no convocan elecciones mañana», «si un fuego, unas inundaciones o un vendaval no lo arrasan todo»… Quizás no salimos lo que se dice «mejores» de la pandemia, pero sí más cautos, humildes y previsores, que no es poco.

Esta perspectiva tiene algunas virtudes. Bien entendida, alimenta la sensatez e incluye un coeficiente rectificador. Por ejemplo, delata a la gente peligrosa que habla como si dominasen lo incontrolable. Obliga a cálculos más complejos y a plantear múltiples escenarios. Aunque se desconoce el resultado, identifica grandes riesgos e invita a tomar decisiones más radicales. En este contexto, hay que aprender a gestionar la ansiedad, la personal y la política.

Por supuesto, no todo son ventajas. Empezando por el final, la ansiedad puede vencer a la serenidad. La incertidumbre ha sido un factor acelerador, e ir por la vida derrapando pasa factura. Puede alimentar una postura cínica ante el mundo o incentivar el conservadurismo. Quizás, lo más peligroso es que acrecienta la brecha entre quienes tienen poder y no, quienes tienen información y no, quienes pueden diversificar -sus inversiones, apuestas, estrategias…- y quienes tienen que acertar a la primera.

Aunque algunos se evadan, la emergencia climática sigue vigente, y no se están tomando las decisiones necesarias para atender a los retos que plantea la comunidad científica. Siempre hay que puntualizar que ni todo es global, ni mucho menos solo personal. Cada año hay que hacer balance y nuestra escala es Euskal Herria. Por ejemplo, la transición energética requiere de debate, consenso, decisiones y ejecución. Y nada de ello se puede seguir retardando.

La Inteligencia Artificial se seguirá desplegando sin los debates necesarios para poder gestionarla en favor de las mayorías. Sin descartar que tenga algo de burbuja especulativa y explote. Ojo a las brechas que genera, ahí se da su máximo carácter disruptivo.

Por supuesto, habrá que seguir poniendo atención prioritaria al genocidio de Palestina. EEUU e Israel están dinamitando la gobernanza internacional y los organismos de derechos humanos, por lo que habrá nuevos episodios en esta batalla.

Precisamente, la carrera armamentística en la que han embarcado al mundo no tiene sentido si no hay guerras. Quizás cese alguna, pero no hay que descartar que comiencen nuevas o se reaviven viejas. La falta de autonomía estratégica de Europa nos condena a no tener influencia. Sin ánimo «hippy», con contundencia internacionalista, habrá que defender la paz.

La ola reaccionaria seguirá su marcha, pero tampoco es ajena a la incertidumbre. Quienes dicen que esa ola se comerá todo no lo saben, y es políticamente poco inteligente ceder de saque al fatalismo. Frente al derrotismo, hay un influjo de cambio que, si se hacen las cosas bien, puede funcionar. En 2024 se ha comprobado en Irlanda o en Nueva York.

En ese sentido, la democracia será un tema de debate constante, y hay que tomárselo en serio. La pluralidad es una derivada que nos forzará a posicionarnos a favor de los derechos y las libertades. Esa lucha emancipadora es la que debe guiar a la sociedad vasca en la búsqueda de la justicia y la igualdad. Y la que frenará, llegado el momento, al autoritarismo.

Como consecuencia de sus luchas históricas y de su cultura política, Euskal Herria ha demostrado cierta resistencia a esa ola. Pero tiene un riesgo particular que este año tendrá que decantarse. Hay una conjura del establishment para que EH Bildu no llegue al poder ni cuando gane, y esa falta de deportividad democrática es un freno para el país. Haya elecciones o no, en 2026 se abre un ciclo. Sería sano que ese veto cayese y se diese una política de alianzas no excluyente.

Una última idea que me obsesiona: necesitamos construir un pensamiento contemporáneo y crítico. La nostalgia está de moda, pero no debería hipotecarnos. Ante la incertidumbre, recurrir a lo malo conocido, o incluso a lo malo desconocido, es un error.

A pesar de lo que vas a leer en las siguientes páginas, no tenemos ni idea de lo que sucederá el año que viene. Solo podemos comprometernos a contarlo con honestidad, veracidad y espíritu crítico. Urte berri on!