31 DIC. 2025 MACROCONCIERTOS VS. SALAS PEQUEÑAS Las consecuencias de vivir en la era del «FOMO» Los grandes festivales y macroconciertos están perjudicando cada vez más al desarrollo de las salas pequeñas, consecuencia directa de las nuevas formas de consumo, que parecen dar más importancia a la parte social y a la presencia en redes que a la parte musical y artística. «Mitoaroa» de Zetak, convertido en evento en el que «hay que estar sí o sí». (Jon URBE | FOKU) Sergio IGLESIAS {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} Termina un 2025 en el que, de nuevo, hemos comprobado cómo nuestra música vive un momento excelente con decenas de artistas jóvenes haciendo discos fantásticos de géneros muy diferentes -Merina Gris, Silitia, Verde Prato, Olaia Inziarte, Hoffe, Chulería, joder!, Ez Ez Ez, Lukiek… y suma y sigue-. Sin embargo, a la vez que, como decimos, parece que la cultura en nuestro país pasa por su mejor momento, vemos cómo la escena languidece con salas y pequeños recintos que no pueden sobrevivir ante el empuje de los grandes festivales y los macroconciertos. Y es que, mientras vemos cómo la gente se pelea por conseguir una entrada para ver a Zetak en San Mamés o para el BBK Live, en otros locales de aforo reducido las cuentas no salen, e incluso cuesta llenar conciertos de los y las mismas artistas que luego tocan ante miles de personas en esos grandes festivales. Una situación paradójica que tiene su explicación en las nuevas formas de consumo de las más jóvenes, para las que los festis se han convertido en experiencias completas: música, ocio, gastronomía y socialización, todo empaquetado en un evento casi turístico. Asistir a un festival se percibe como “algo especial”, digno de compartir en redes sociales. UN COMPONENTE ECONÓMICO También hay un componente económico importante en el hecho de que estas nuevas generaciones no asistan a tantos conciertos en salas como lo hacían -y lo siguen haciendo- las anteriores que, tal y como se puede comprobar cualquier fin de semana, valoran disfrutar de la música en un formato reducido, aunque ello suponga un desembolso mayor a lo largo del año, comparado con lo que cuesta ver a decenas de bandas en un mismo festival. Argumento que, sin embargo, choca frontalmente con el otro gran formato que está haciendo que los bolos en salas sean cada vez más precarios: el macroconcierto. Ese recital gigantesco de un artista internacional -o no, véanse los ejemplos recientes de Fito y Fitipaldis o de Zetak- en el que “hay que estar sí o sí”. Da igual que no te sepas ni un tema, porque si no sales en redes diciendo que lo has visto no eres nadie, aunque para ello te hayas tenido que gastar un pastizal y, de paso, hayas dejado sin entrada a los y las verdaderas fans. REUNIONES Y DESPEDIDAS Dentro de estos macroeventos están también las “reuniones” y las despedidas. Artistas y bandas que se vuelven a juntar, a veces solo para hacer “caja”, y otras porque de verdad les quema algo por dentro y necesitan reunirse con sus antiguos socios y socias. Ejemplos hay muchos, unos más éticos que otros, como puede ser el caso de Fermin Muguruza, quien para su gira de aniversario del primer disco de Kortatu no hinchó el precio de las entradas a pesar de que lo podía haber hecho, tal y como se demostró por cómo se vendieron en minutos todas las del primer concierto en Miribilla. Un ritmo de venta que, como decíamos, es bastante habitual en esta era del “FOMO”. Y finalmente, las despedidas. Giras eternas que culminan en un bolo de dimensiones gigantescas, de artistas que se separan o ponen fin a sus carreras, y que se anuncian con meses -o años- de antelación, para comprobar con tiempo cuán rentable puede ser el evento en cuestión. Por aquí hemos tenido varias en este último año: Gatibu, Delirium Tremens, Eraso! y, la más curiosa de todas, la de unos ETS cuya despedida no fue tal, sino que fue, en realidad, una pausa temporal, tal y como anunciaron en el segundo de los bolos, para celebrar su 20 aniversario con un gran evento en el BEC!, reuniendo a 45.000 personas en tres multitudinarios conciertos, con entradas vendidas con más de un año de antelación. Una maniobra de marketing redonda y que continúa expandiéndose por el estado, con sendos conciertos en Madrid y Barcelona. De nuevo, ese “FOMO”, que tan bien les viene a ciertas bandas y empresas promotoras. BOICOT A KKR Y SPOTIFY De este modo, ya nos preparamos para el próximo gran evento del año, que serán los dos conciertos de Zetak en San Mamés, los días 19 y 20 de junio, con la tercera entrega de su faraónico espectáculo “Mitoaroa”, que ya desplegó a lo largo del curso pasado en Iruñea y Donostia, dejando un extraordinario sabor de boca. Un pelotazo para un Pello Reparaz siempre ambicioso y que, al igual que los ejemplos antes comentados de ETS o de Fermin Muguruza, han tenido gran repercusión también fuera de nuestras fronteras, dando a conocer el euskera y la identidad de Euskal Herria por todo el Estado, e incluso más allá -en el caso del de Irun-. Se avecina un interesante 2026 en el que, por lo menos aquí -aunque ninguna promotora sea, precisamente, un ejemplo de ética- parece que seguiremos libres de la lacra de los festivales organizados por KKR, fondo de inversión implicado en el genocidio perpetrado por Israel y que participa en eventos como Sónar, Viña Rock, Arenal Sound o Resurrection Fest, entre otros, y que por suerte ya están viéndose afectados por el boicot por parte de público y artistas, demostrando de esta forma que tal vez haya un rayo de esperanza y que la cultura y la música pueden ser también motor revolucionario por causas que nos afectan tantísimo a todos y todas. Algo similar a lo que está sucediendo con el rechazo a Spotify, y en el que en Euskal Herria debemos estar orgullosas -orgullo comparable al hecho de haber tenido festivales como 40 Minutu o Hatortxu- porque, de nuevo, hemos sido punta de lanza de la reivindicación contra el propietario de la compañía, Daniel Ek, firma vinculada al desarrollo de tecnología militar y al ejército genocida israelí. El pasado mes de noviembre, y a través de la iniciativa Musikariak Palestinarekin, más de 160 bandas y 650 artistas vascas retiraron su música de la plataforma. Así, desaparecen del catálogo de Spotify los discos y las canciones de grupos y solistas como Glaukoma, Nakar, Kortatu, Negu Gorriak, La Furia, Mursego o Jon Maia. Una reivindicación tan valiente como necesaria, que deseamos que se mantenga y que vaya en aumento con el nuevo año. 20 años de música, diversión y resistencia BBK Live, el festival más grande de Euskal Herria, cumple dos décadas de vida, solo interrumpidas por la pandemia. Un evento que ya se ha convertido en un referente dentro del cada vez más extenso circuito festivalero en el Estado. Lejos queda aquel 2006 en el que la promotora Last Tour, junto al ayuntamiento de Bilbo, se lanzaron a la aventura de hacer el primer gran macrofestival de Euskal Herria en Kobetamendi, todavía sin el apoyo de ninguna entidad bancaria y apostando por grandes nombres, sobre todo de la escena rockera, como Guns N’ Roses, Placebo, Deftones, The Pretenders, The Cult o Ben Harper, entre otros. Una apuesta y un sueño cumplido para sus promotores, que mantuvieron en la segunda edición -la única celebrada en el mes de junio y en dos fines de semana- con cabezas de cartel tan potentes como Metallica, Iron Maiden o Red Hot Chili Peppers. Poco a poco, BBK Live fue creciendo y evolucionando hacia un modelo más parecido al de festivales más veteranos, como el FIB de Benicassim o el Sonar de Barcelona, ampliando el abanico estilístico de las bandas y enfocándose en un público cada vez más joven, que ha sido el target más común en las últimas ediciones, no solo del festival bilbaino sino de casi todos los que se desarrollan a lo largo y ancho del estado -con excepciones de los festivales más “de género” como, por ejemplo, Azkena Rock Festival de Gasteiz, también organizado por Last Tour-. La creciente competencia pudo amenazar la continuidad de un evento que, a pesar de que, al igual que el resto de festis, para resistir tuvo que variar su idiosincrasia hacia una visión más de “parque de atracciones” que de reunión musical, nunca ha dejado de lado la parte artística, manteniendo siempre un nivel sobresaliente a la hora de seleccionar a los artistas que forman parte del cartel; así hemos podido disfrutar en las campas de Kobetamendi a lo largo de estos 20 años de las actuaciones de Pearl Jam, The Police, REM, Depeche Mode, Coldplay, The Cure, Kylie Minogue o Green Day. También es de destacar y agradecer la oportunidad brindada a las bandas de Euskal Herria, que siempre han tenido un amplio hueco en los escenarios de BBK Live. Por ejemplo, para celebrar este aniversario tan especial, Last Tour ya ha avanzado la primera tanda del cartel de la edición de 2026, en la que estarán presentes Sara Zozaya o Marte Lasarte, junto a artistas de talla internacional como Robbie Williams, Alabama Shakes, David Byrne o Idles.S.I. PARADOJAMientras vemos cómo la gente se pelea por conseguir una entrada para ver a Zetak en San Mamés o para el BBK Live, en otros locales de aforo reducido las cuentas no salen, e incluso cuesta llenar conciertos de los y las mismas artistas que luego tocan ante miles de personas en esos grandes festivales.