18 MAR. 2014 PAPEREZKO LUPA Mentir es gratis Maite SOROA msoroa@gara.net El artículo que Elvira Lindo publicó en «El País» el domingo es un claro ejemplo de cómo retorcer la realidad por el propio interés... y si cuela, cuela. En este caso, el interés de la escritora es intentar sacar la cara a su marido Antonio Muñoz Molina, uno de tantos que el 11 de marzo de 2004 escribió una sarta de embustes y lleva diez años colorado del bochorno. El artículo empieza prometedor. Dice Lindo que «somos muchos más los que quisiéramos pertenecer a un país que supiera honrar a los muertos sin fabricar conspiraciones ni insultar a sus familias. Pero para que esas víctimas puedan encontrar reposo alguien tendría que pagar por una de las mayores estafas de la democracia: la alianza entre el Gobierno y unos medios de comunicación para escoger a los terroristas que más les convenían electoralmente. Hubo una estafa política. Y una moral. Una estafa de la que, me temo, jamás rendirán cuentas aquellos que intoxicaron la opinión de los ciudadanos (...). Me considero, como la mayoría de los españoles, engañada en el primer turno». Nada que decir al respecto; picó como pardilla y se siente engañada. Normal. Lo que no es normal, ni decente, es que para tapar sus miserias eche mano de la mentira. Y mentira es lo que escribe en este párrafo: «antes del mediodía sonó el teléfono. Era el jefe de Opinión de este periódico. Le pedía a Antonio un artículo sobre lo ocurrido. No era el mejor momento y hubo dudas y vacilación, pero también de pronto un deseo de compensación, de paliar un dolor y otro, de ponerse a trabajar como consuelo. Y sí, él creía que era ETA. Lo creía él, lo creía el jefe de Opinión que le encargó el artículo, lo creía Otegi, lo creía media España, lo creía yo, aunque luego hubiera ese tipo de listos que siempre saben todo desde primera hora (...)». No, oiga, no. Arnaldo Otegi creyó desde el principio que había sido una célula islamista, y así lo proclamó para quien quisiera oírle. Pero entre ellos no estaba ni el jefe de Opinión de «El País», ni Muñoz Molina, ni Lindo, que son tan estupendos. Así que ahora, que apechuguen con el ridículo y se dejen de patrañas. Porque lo gracioso es que luego critique que «en España se puede mentir desde el congreso o desde un medio de comunicación sin que los embustes tengan consecuencia alguna. (...) a mí la sola idea de que mentir es gratis me produce un profundo sentimiento de indefensión». Lo que debería tener es un profundo sentimiento de vergüenza.