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La Quincena lleva la música al Camino de Santiago

La Quincena Musical es el gran festival clásico de Donostia, pero ya no solo de Donostia. En los últimos años ha aumentado considerablemente la cantidad de conciertos que programa en localidades guipuzcoanas, e incluso en Araba y Bizkaia. Pero la actividad estrella de esta Quincena Andante, que viene realizándose desde 1999, es una excursión musical por el Camino de Santiago.


a Quincena Musical lleva recorriendo el Camino de Santiago guipuzcoano en su vertiente costera desde 1999. «Era Año Xacobeo y quisimos celebrarlo con un recorrido desde el Alto de Ibañeta a la Colegiata de Roncesvalles», recuerda José Antonio Echenique, director adjunto del festival. «Fue un día muy completo, con varios espectáculos y conciertos relacionados con la música del Camino, además de una comida popular». La iniciativa fue tan exitosa que quisieron repertirla en sucesivas ediciones, de forma que, año tras año y tramo a tramo, van completando la totalidad del Camino. En las últimas ediciones han ido desde Getaria a Deba (2010), de Irun a Guadalupe (2011), de Guadalupe a Pasai Donibane (2012) y de Orio a Zarautz (2013), y fue precisamente en Zarautz, en el punto exacto donde lo dejaron el año pasado, junto a la Ikastola Salbatore Mitxelena en San Pelayo, donde arrancó ayer la comitiva de 200 melómanos caminantes.

Con el barrio de Askizu en Getaria como meta, la primera parte del recorrido resultó más que asequible, atravesando Zarautz por la calle Gipuzkoa al ritmo de la trikitixa y el pandero. Pero no era más que el calentamiento para el comienzo real del camino, subiendo por Auzolan Bidea hacia el barrio de Santa Barbara. Una pendiente exigente que hizo tirar la toalla a algunos de los participantes más entrados en años. «Siempre intentamos proponer recorridos asequibles, para todos los públicos», explica Andoni Alonso, jefe de gestión de la Quincena Musical. «Pero hay que pensar que, al fin y al cabo, se trata del Camino de Santiago y hay tramos físicamente exigentes». Ya en Santa Barbara la inclinación dejó de ser tanta y la aparición de viñedos animó a los caminantes. Veteranos, en su mayoría, aunque esta vez se pudieron ver también numerosos rostros jóvenes. Es el caso de Marisa y Raquel, llegadas desde Irun, que participaban por primera vez en la iniciativa tras conocerla en la web de la Quincena Musical.

«Nosotras habíamos recorrido el Camino de Santiago del interior y nos pareció curiosa la idea de hacer un fragmento del de la costa con actuaciones musicales», cuenta Marisa. A esta excursión llegan tanto melómanos como mendizales, y estas dos irunesas se declaran «mitad y mitad». «Nos tiene enganchada la música pero también el Camino de Santiago -reconoce Raquel-, así que esta idea de fusionarlo nos parece un acierto. Y además saca a la Quincena fuera del entorno de la ciudad, lo que es un acierto».

Por otra parte, Raquel y Marisa reconocen que les da pena «que este tipo de iniciativas se queden entre la gente más mayor. No sé cuál es el fallo. ¿Quizá que la Quincena está pensada para gente mayor?». Marisa mete el dedo en la llaga del gran problema de la música clásica en todo el mundo, la escasa renovación del público y el escaso interés de los jóvenes.

Al fin y al cabo, esta excursión se publicita, sobre todo, en los ambientes de la música. «La audiencia a la que más directamente llega la propuesta es, claro, el público natural de Quincena, y solemos ver por aquí a muchas personas que luego te encuentras en los conciertos del Kursaal», reconoce Alonso. «Para nosotros es bonito poder ofrecerles algo distinto a la rutina de auditorio, butaca y concierto, un paseo por nuestra naturaleza con algo de música».

Maite es parte de ese «público natural» de la Quincena. Es donostiarra y fiel a estas excursiones desde que comenzaron en 1999. Le encanta la música y estos últimos días ha disfrutado de los conciertos de Jóvenes Intérpretes, pero la semana que viene irá todavía al Ballet de Víctor Ullate y la Orquesta de Budapest. Lo que encuentra en esta salida a la naturaleza es «puro placer; es una excursión preciosa con música en la naturaleza». Esa es, ni más ni menos, la clave. «Experimentar la naturaleza y la música juntas es algo precioso», defiende Echenique. «Yo siempre digo que todo es música: el silbido del viento, las pisadas de la gente, el ruido del mar y el canto de los pájaros. Por eso intentamos fusionar esa vivencia con la otra música, la de los grupos folclóricos de los pueblos que atravesamos durante la travesía».

Entre viñedos

La primera mitad del camino transcurrió plácidamente entre viñedos de txakolí hasta llegar al emplazamiento privilegiado de la Ameztoi Txakolindegia, donde tuvo lugar la actuación del Otxote Ertizka. Dirigidos por Ramón Beraza y junto al solista Miguel Ángel Segarra, este Otxote formado por varios miembros del Orfeón Donostiarra y que este año celebra su 50 aniversario cantó obras de Larrea, Aita Madina, Jaroff, Uruñuela y Mokoroa, que el público agradeció con cálidos aplausos.

También hubo alguna anécdota en esta «zona de descanso»: hubo de venir una ambulancia a rescatar a una excursionista sofocada por el calor y el esfuerzo, y un grupito de mujeres dieron de beber a un pastor alemán custodiado en condiciones lamentables por los dueños del viñedo, y que escuchó con extraña atención y ni un solo ladrido las atrevidas armonías del Otxote.

La última parte del recorrido atravesó los barrios exteriores de Getaria. Con un tiempo envidiable y la excelente vista del Ratón a la derecha, los caminantes cruzaron Eitzaga, bordeando San Prudentzio y Meagas, hasta llegar a la Ermita de Eskizu, en cuyo exterior les esperaba una banda de txistularis que, tras un par de fandangos y biribilketas, disolvió finalmente el grupo sobre las 13:00. Satisfechos con la experiencia, algunos subieron al autobús rumbo a Donostia, otros bajaron a Getaria para comer y aquellos que mejor conservaban sus fuerzas decidieron continuar hasta Zumaia.

La Quincena encara su tramo final

La Quincena Musical entra en su última semana con algunas de las citas más esperadas de esta edición. Hoy mismo tendrá lugar una apasionante propuesta en San Telmo, en el marco del Ciclo de Música Contemporánea. El pianista Stéphane Ginsburgh y el percusionista Miquel Bernat presentarán un programa titulado «Kontakte con Stockhausen», que junto a esa creación referencial de la vanguardia de postguerra propondrá obras de Erkoreka, Ibarrondo y Etxeberria. Mañana será el turno de la última gran cita sinfónico/coral de este verano, con la interpretación del operístico «Requiem» de Verdi. La soprano Camila Nylund, la mezzosoprano Karen Cargill, el tenor Bryan Hymel y el bajo Mikhail Petrenko se enfrentarán a esta imponente partitura junto con el Orfeón Donostiarra y la Orquesta Filarmónica de Rotterdam y la dirección de Yannick Nézet-Séguin. La orquesta holandesa ofrecerá su tercera y última actuación el miércoles, con el poema sinfónico «Scheherazade» de Rimsky-Korsakov y el «Concierto para piano nº1» de Brahms, con Emanuel Ax como solista.

El jueves volverá a San Telmo el Ciclo de Música Contemporánea con el recital del violista francés Christophe Desjardins, quien junto a la electrónica de Christophe Lebreton abordará las sorprendentes sonoridades de Nunes y Manoury, además del estreno absoluto de «Ilargi» de Gabriel Erkoreka. El viernes supondrá el regreso de la danza al festival de la mano del Ballet de Víctor Ullate, en tres coreografías sobre músicas de Beethoven, Ravel y Delgado. Otras propuestas para el viernes serán la actuación del prestigioso grupo francés Ensemble L'Instant Donné en San Telmo y un espectáculo en homenaje a Pernando Amezketarra en Amezketa. La Quincena cerrará su edición 75 con un broche de oro: la actuación, sábado y domingo, de la magnífica Orquesta del Festival de Budapest bajo la dirección de Ivan Fischer. M.C.