Sara Ibardin | 7K

Los hijos de Darwin

Con la excepción de los humanos, no hay primate que viva no se trata únicamente de ejercicios o actividades de recolección, más al norte que los macacos japoneses o macacos de cara roja. Están considerados por los expertos como los monos más inteligentes y su capacidad de adaptación al entorno es, sencillamente, fabulosa. Aprenden sin cesar, evolucionan. Son los auténticos hijos de Darwin.

Fotografía: Toshifumi Kitamura
Fotografía: Toshifumi Kitamura

Estos macacos, los únicos monos nativos de Japón, son famosos porque, para sobrevivir a los crudos inviernos del centro de Japón, localizan fuentes termales de agua caliente y se sumergen en ellas el tiempo que sea necesario. Pero esta no es sino una muestra más de su capacidad de adaptación y aprendizaje.

El Japan Monkey Center, que ha estudiado intensamente el comportamiento de los macacos de la isla de Koshima y ha llevado a cabo numerosos experimentos con ellos, menciona a menudo cómo comenzó todo: corría el año 1952 cuando dieron una patata a una hembra de un año y medio; la joven mojó por accidente su patata recién adquirida en el mar. Sin embargo, ello no evitó que la probara y no solo la encontró más limpia, sino también más sabrosa gracias a la sal marina. A partir de entonces, comenzó a lavar todas las patatas que encontraba antes de comerlas y pronto comenzaron a imitarla otras hembras de la colonia. Los machos, en cambio, se mantuvieron ajenos a este fenómeno. Posteriormente, las crías aprendieron a lavar el alimento de sus madres y, al cabo de unos años, tras el relevo generacional, la conducta de lavar patatas (y posteriormente, también granos de trigo) ya estaba presente en todos los individuos de la colonia, tanto en machos como en hembras. Este proceso de aprendizaje ha podido ser observado tanto en experimentos orientados como en el comportamiento totalmente salvaje en libertad en otras muchas situaciones.

Los macacos han aprendido, por ejemplo, a sacar partido de diferentes fuentes de energía, proteinas y minerales: larvas bajo las piedras de los ríos, algas de trece tipos distintos, mariscos... Pero no se trata únicamente de ejercicios o actividades de recolección, puesto que los investigadores han comprobado que algunos jóvenes comenzaron recientemente a bucear para conseguir nuevas fuentes de alimento. Estos macacos tienen una capacidad innata para aprender habitos nuevos y, lo que es más importante, transmitirlos a su prole. Esto es, en esencia, lo que explica su increíble capacidad para salir adelante y no solo ahora, sino cuando las condiciones climáticas en Japón (a lo largo de miles de años) no parecían ni mucho menos las mejores para sobrevivir (mucho menos prosperar) y sugerían más bien una segura extinción.

El clima en Japón está condicionado por la combinación de diversos factores, como su ubicación en el planeta y, sobre todo, las corrientes oceánicas que lo rodean y abrazan, muy especialmente la de Tsushima, que es una rama cálida de la corriente de Kuroshio. La Corriente de Tsushima es una gigantesca máquina de hacer nieve, toneladas de nieve, en el norte del país cuando, en invierno, los centros de alta presión del área siberiana y los centros de baja presión del norte del océano Pacífico generan vientos fríos que atraviesan el archipiélago de oeste a este, precipitando con suma intensidad en forma de nieve preferentemente en la costa japonesa del mar del Japón. Todos los habitantes de este alargado país insular, humanos, animales y plantas, han debido adaptarse a esas condiciones. Y a estas alturas, todo está relacionado, obviamente, al menos en su estado natural. Las hayas, por ejemplo, se adaptaron durante miles de años para soportar tanta acumulación de nieve; sus hayucos caen en otoño y quedan rápidamente sepultados por las primeras nevadas, pero en primavera pueden germinar... a menos que hayan sido localizados antes por los primates, que son omnívoros y que han evolucionado durante miles de años para identificar y aprovechar perfectamente las oportunidades y ciclos estacionales, incluso en un entorno tan inhóspito como las más crudas regiones invernales japonesas. Aprendieron incluso a prescindir de los hayucos allí donde la última glaciación congeló prácticamente todo y las islas del extremo norte se convirtieron en estepas o tundra, y territorio de coníferas y poco más las del sur. Gracias a las últimas investigaciones realizadas por el profesor de la Universidad de Kyoto Yoshi Kawamoto, en no pocas ocasiones estudiando los antiquísimos cráneos de mono que se conservan en viejos y alejados caseríos (los granjeros los guardan para proteger sus casas y animales) se ha podido comprobar que, contrariamente a lo que pudiera pensarse, no todos los grupos de macacos emigraron hacia el sur con el avance del frío durante la última edad de hielo, que finalizó hace unos 12.000 años. Algunos grupos se enfrentaron a aquellas gélidas condiciones y prosperaron.

Hoy podemos imaginar a decenas de macacos japoneses calentándose en los pozos de aguas termales, descansando, dormitando, jugando o «meditando», como a veces parecen hacer. Podemos evocarlos aprendiendo de las oportunidades que la naturaleza, la casualidad o su inteligencia les deparaba, evolucionando.

Siempre, o casi siempre, a partir de las hembras. Los científicos de la Universidad de Neuchatel, en Suiza, descubrieron recientemente que los monos aprendían mejor una tarea cuando la «maestra» era una hembra. Ponían más atención a las hembras que a los machos cuando se trataba de aprender una tarea, aunque el macho fuera el dominante del grupo. La capacidad de aprender al detalle es tal que otro estudio realizado por investigadores británicos encontró que los monos comparten entre sí detalles específicos sobre la calidad de los alimentos; se cuentan dónde hallar comida, pero también, con la combinacion de sonidos diferenciados, dónde está tal o cual alimento favorito. Y esos datos recabados por la vanguardia, por hembras sobre todo, se van transmitiendo y las sucesivas generaciones los van incluyendo en su comportamiento general.

No se trata solo de sonidos, sino también de gestos, en una variedad muchísimo más amplia de lo que se creía hasta hace bien poco (los chimpancés en estado salvaje, por ejemplo, utilizan por lo menos 66 gestos diferentes para comunicarse entre sí, según comprobó recientemente un grupo de investigadores de la Universidad de St. Andrews, en Escocia, cuyo estudio fue publicado en la revista ‘Animal Cognition’).

De costa a costa, del mar a la montaña

Una de las peculiaridades del macaco japonés es, además de su capacidad de adaptación y aprendizaje, su versatilidad a la hora de colonizar espacios y entornos muy diferentes entre sí. Son preferentemente terrestres, pero necesitan siempre zonas arboladas, sean bosques subtropicales, caducifolios y de coníferas, que de todo hay en Japón, desde la línea costera a este o a oeste hasta los bosques subalpinos que crecen a 1.500 metros de altitud. E incluso es un notable nadador, capaz tanto de bucear para hallar alimento como de adentrarse en el mar. Gracias a esta capacidad, no muy común entre los primates, el macaco japonés ha conseguido colonizar un gran número de islas en casi todo Japón. No puede recorrer distancias muy largas a nado, pero sí «saltar» de isla a isla y si el lugar es adecuado, colonizarlas (6.852 islas conforman el archipiélago).

Son tan inteligentes, que los macacos de Japón prefieren «pasar» antes que correr el riesgo de elegir una respuesta incorrecta en un rompecabezas. Es decir, sienten incertidumbre y reaccionan con prudencia.

Estos macacos son seguramente los primates más y mejor estudiados del planeta. Quizás por ello los investigadores descubren hallazgos increíbles, o al menos novedosos. Un equipo de científicos de la Universidad de Osaka, por ejemplo, halló a dos monos al cuidado de sus abuelas entre un grupo de macacos que viven salvajes en la región de Katsuyama. Este comportamiento –que incluye cuidados básicos, así como amamantamiento–, constituye la primera evidencia indiscutible de esta relación en primates que no son seres humanos. «Es muy inusual para dos hembras que no tienen cría desde hace mucho tiempo ocuparse de sus nietos», afirmó el doctor Masayuki Nakamichi, quien destacó uno de estos casos, el de una abuela de 24 años de edad, a quien llamaron GM1, que comenzó a cuidar a GD1 a los 20 días de su nacimiento y se involucró aún más después de que la madre, M1, desapareciera del grupo. Esto ocurrió cuando la nieta tenía dos meses; la abuela se hizo cargo completamente de ella y comenzó a amamantarla. Cuidó a la pequeña durante seis días, hasta que su madre regresó. En el segundo caso, protagonizado por una mona de 23 años, GM2, y su nieta de 14 meses, GD2, cuya madre, M2, estaba ocupada con otro hijo más pequeño, la abuela amamantó y cuidó a su nieta durante cinco meses.

¿Reflexionan en el agua?

Los hallazgos realizados por los investigadores que estudian la vida y el comportamiento de los macacos de Japón han obligado no pocas veces a verlos de otro modo, con otros ojos, más inteligentes. Pero la percepción que tenemos de estos fantásticos seres podría verse aún más alterada (y enriquecida) si lo que algunos recientes estudios sugieren llega a concretarse algún día. El doctor Masataka Watanabe, del Instituto Metropolitano de Ciencias Médicas de Tokio, cree que «puede haber procesos de pensamiento interno en los monos». Watanabe menciona un estudio reciente de monos bajo anestesia que sugiere que también tienen una modalidad de actividad cerebral por «defecto». Otro estudio mostró que los macacos suprimían la actividad neuronal en la corteza cingulada posterior mientras intentaban llevar a cabo una tarea específica. Y un tercer estudio realizado con chimpancés, más cercanos a los seres humanos, sugiere que sus cerebros pueden traer al presente memorias. Pero lo que el doctor Watanabe y sus colegas del Metropolitano hicieron fue medir el flujo sanguíneo en las áreas asociadas con pensamientos internos, y hallaron que los patrones de actividad cerebral eran similares a los de los seres humanos. Esto indicaría, o sugeriría, que «puede haber procesos de pensamiento interno en los monos», según Masataka Watanabe, para quien los monos son seres inteligentes que viven en sociedades complejas, usan herramientas y pueden mostrar comportamientos altruistas, de forma que tiene sentido que tengan algún grado de lo que se llama «inteligencia social».

No sabemos qué piensan estos macacos que descansan y se calientan en las aguas termales. «No tenemos forma de saber qué tipo de pensamientos tienen, solo podemos especular qué estarán considerando –matiza Watanabe.– Puede que estén pensando sobre algo que ocurrió recientemente o sobre lo que van a hacer a continuación, por ejemplo, comer o copular. Y también es posible que estén soñando despiertos». Así nos ocurre a muchos de nosotros. Imagínense en un pozo de aguas termales, en calma... ¿A que tendrían una expresión similar?