Beñat ZALDUA
Barcelona

24M catalán: entre las plebiscitarias y el anhelo de un nuevo 14 de abril

Las elecciones municipales pivotan en Catalunya sobre dos ejes: el proceso soberanista, en el que será importante el recuento de alcaldías independentistas que se consigan y la irrupción de la autodenominada «nueva política», en especial en Barcelona.

Siempre se insiste en que las elecciones municipales responden a lógicas locales no extrapolables a la política general, pero cuando faltan menos de cinco meses para unos comicios plebiscitarios en los que se decidirá el futuro de un país, no hay localismos que valgan. Las municipales del próximo 24 de mayo serán irremediablemente leídas en clave de proceso independentista y es por eso que los partidos y entidades soberanistas han calificado la próxima cita electoral como «primera vuelta» de las elecciones del 27 de setiembre.

La importancia de conseguir todas las alcaldías independentistas posibles es doble. Tiene su valor simbólico: cuantas más corporaciones comprometidas con el proceso, más subirá el autoestima soberanista. Pero al mismo tiempo, las principales entidades soberanistas remarcan desde hace meses la importancia práctica de obtener alcaldías comprometidas con el proceso. Para la ANC y Òmnium Cultural, el paso inmediatamente posterior a las elecciones será la constitución de una Asamblea de Cargos Electos de Catalunya, formada por alcaldes, concejales y diputados (en el Parlament, en el Congreso y en Bruselas). Su misión: substituir a la Generalitat en el caso extremo en que (de seguir adelante el proceso) el Estado suspendiese las instituciones catalanas.

De esta manera, el proceso condicionará irremediablemente los pactos postelectorales, lo que ya ha dado pie a más de un roce entre CiU y ERC, que siguen instalados en su guerra fría particular. Ambos partidos se han mostrado públicamente dispuestos a facilitar corporaciones municipales comprometidas con el proceso independentista, pero sobre todo desde ERC se insiste en la autonomía de cada agrupación local para establecer sus prioridades.

Esta tensión tiene como principal telón de fondo la ciudad de Barcelona, donde se celebrarán las elecciones más atípicas en muchas décadas y donde la posición de Esquerra es cualquier cosa menos sencilla. Con la consigna de convertir las elecciones en un nuevo 14 de abril de 1931, hace ya meses que se presentó la iniciativa Guanyem, que tras un esperpéntico culebrón ha tenido que cambiar el nombre a Barcelona en Comú. Es la candidatura de la exportavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Ada Colau, y en ella se integran ICV-EUiA y Podemos, así como independientes provenientes de movimientos sociales de la capital catalana. Se presentan como la «nueva política» (pese a que Iniciativa es cualquier cosa menos nueva en el Ayuntamiento de Barcelona) y aunque su aspiración a reeditar las municipales como antesala de la república quedará, evidentemente, en agua de borrajas, entrarán con mucha fuerza en la plaza Sant Jaume. Sin descartar completamente la campanada, la mayoría de encuestas otorgan a Colau el segundo puesto por detrás del candidato de CiU y actual alcalde, Xavier Trias. Y ahí está el dilema del candidato republicano, Alfred Bosch: priorizar el proceso y pactar con Trias, optar por el cambio político y alinearse con Colau, o meter la cabeza bajo tierra como avestruz.

La disputa partidista

Pero más allá del proceso y de la supuesta tensión entre «vieja» y «nueva» política, las elecciones serán, una vez más, terreno de batalla para los partidos, que medirán sus fuerzas con la vista puesta en el 27 de setiembre. A la espera de que hablen las urnas, las candidaturas presentadas por cada formación anticipan en cierta manera los resultados. Así, CiU confirma su mala salud de hierro y se mantiene, gracias a su maquinaria territorial, como la fuerza con más candidaturas (se presenta en 858 de un total de 947). Le sigue ERC, que suple la falta cuadros territoriales con una marca nacional fuerte (aunque no tanto como antes del 9N) y pasa de 588 candidaturas en 2011 (cuando sufrió la debacle post-tripartit) a 715. Más o menos el viaje inverso al del PSC, que pierde más de 200 candidaturas y se sitúa, con 528, al lado de las 525 del PP. De sus fantasmadas hablamos en el despiece. ICV pierde una veintena de candidaturas y presenta 221, cada vez más cerca de las CUP, con listas en 163 municipios, más del doble que hace cuatro años. Solo el no entrar en Barcelona (están en el filo) podría desdibujar lo que se presenta como un importante paso adelante para la Esquerra Independentista, que continúa con su trabajo de hormiga, contrapuesto a fenómenos como Ciutadans, que apenas presenta 90 candidaturas en toda Catalunya.

 

PSC y pp: Listas fantasma para ahuyentar el miedo al fracaso

El ambiente preelectoral en Catalunya ha venido animado por las numerosas «listas fantasma» presentadas por el PP y PSC en numerosos municipios pequeños de Catalunya. Es decir, la presentación de candidatos paracaidistas ajenos al municipio en el que se presentan, con el único objetivo de aumentar el número de votos global para el partido y conseguir mayor representación en entes supramunicipales como los consejos comarcales. Una práctica que ambos partidos aseguraban rechazar, pero de la cual echan mano para maquillar una realidad que muestra la irrisoria implantación territorial de los partidos de obediencia española.B.Z.