@albertopradilla

Tsipras, Varoufakis y las opciones a largo plazo

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, y su ex ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, coinciden en una idea: sin reestructuración de la deuda nada de lo acordado en Europa tiene viabilidad. Al final, la inflexibilidad de Alemania puede ser lo que termine por dinamitar la Unión Europea.

El exministro de Finanzas, Yanis Varoufakis.
El exministro de Finanzas, Yanis Varoufakis.

Sísifo, personaje de la mitología griega, fue castigado por los dioses después de que, a través de una triquiñuela, engañase a Hades, custodio de la morada de los muertos, para poder regresar al mundo de los privilegiados vivos. Sorpendido en falta, se le obligó a cargar con una inmensa piedra en el ascenso a una ladera que siempre cae abajo en el momento en el que parece que va a hacer cumbre. Una situación que también podría aplicársele a Grecia. Forzada a echar sobre sus espaldas la pesada carga de una deuda inasumible, en cada ocasión en la que se habló de renegociación se impusieron nuevas condiciones, cada vez más draconianas. El acuerdo suscrito por el primer ministro griego, Alexis Tsipras, fue calificado por Yanis Varoufakis de «humillación» e inasumible. Recordaba el antiguo jefe negociador que, sin un pacto sobre la deuda, ningún acuerdo podría ser viable. Un día después, Tsipras se enfrentaba en ERT ante el papelón de vender a sus ciudadanos una realidad: que ha adoptado muchas de las medidas que siempre prometió que no tomaría. Mientras dos de las principales figuras políticas griegas profundizaban en el debate postderrota, Europa seguía satisfecha el desarrollo de un documento que vuelve a convertirle en Saturno, dispuesta a devorar a sus hijos. O, en este caso, al menos a los débiles.

Hace una semana Atenas era la capital del «otra Europa es posible», con un ejercicio de soberanía sin precedentes y sus ciudadanos convencidos de que había llegado el momento de plantar cara a Alemania. Quizás contagiados por el ambiente de euforia, de cargar entre todos la piedra de Sísifo, nos llegamos a creer que las papeletas podían hacer frente a la principal potencia del continente. No fue así. Al final, se impuso el «diktat» de la austeridad y se extendió una sensación de desazón tanto entre los griegos como entre muchos europeos que hemos seguido la crisis como si hubiésemos podido votar el pasado 5 de enero.

No obstante, no todo está perdido. Sí, la última batalla, con la aceptación de durísimas medidas de austeridad y el intento de Alemania de presentarse como un conquistador apisonando la cabeza del rival es un mensaje muy duro. ¿Podría tanta soberbia terminar por volverse en contra de sus promotores y reventar el modelo comunitario? Es una opción, que podría ser a largo plazo. No es solución para los griegos que siguen sufriendo los rigores de políticas que los castigan directamente a ellos. Sin embargo, no olvidemos que Tsipras y Varoufakis coinciden en una reflexión: sin reestructuración de la deuda todo esto será papel mojado.