Fernando Vicente PRIETO

Las elecciones en Venezuelam, un momento decisivo para América Latina

Las elecciones parlamentarias del domingo, unas de las más importantes para la continuidad del proceso revolucionario, se han presentado como si fuera un plebiscito entre Gobierno y oposición, pero en realidad se trata de 114 elecciones diferentes.

La Asamblea Nacional venezolana está formada por 167 diputadas y diputados. De este número, 51 se eligen a través del llamado «voto lista», donde se vota a alianzas políticas que se presentan en cada uno de los 24 distritos (23 estados más el Distrito Capital) y el total de cargos se reparte a través del sistema D’Hont. Otros 113 curules –escaños– se eligen en 87 circuitos locales, donde la mayoría simple se lleva la representación. Los tres restantes corresponden a otras tantas circunscripciones especiales indígenas.

Por tal razón, es muy difícil prever la composición final de la Asamblea, que depende más de la relación de fuerzas en cada territorio específico que de la suma de votos a nivel nacional. Así, por ejemplo, si uno de los frentes políticos obtiene un 90% de los votos en un circuito que elige un diputado, obtiene la misma cantidad de legisladores que otro frente político que gana en otro circuito por un voto. En este marco, los sondeos de opinión tienen relativa capacidad para realizar pronósticos, aunque sí pueden jugar un rol de propaganda clave en el devenir de los acontecimientos tras la elección.

Desde el inicio de la campaña, la mayoría de las encuestadoras sostienen que la oposición, articulada en la MUD (Mesa de Unidad Democrática, que agrupa a unos 20 partidos desde el centro a la ultraderecha), alcanzará varios puntos de ventaja sobre el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar, espacio que reúne a 16 partidos que, con matices, se identifican con el proyecto del socialismo del siglo XXI.

Sin embargo, en los últimos días las mismas consultoras han empezado a tomar distancia de sus previsiones iniciales y registran un crecimiento de los candidatos del chavismo. Los análisis más fundamentados indican que la elección se puede definir ajustadamente en 21 circuitos que eligen a 36 representantes. La mayoría de ellos están ubicados en los distritos de mayor población, como Zulia, Miranda, el Distrito Capital, Carabobo, Lara, Anzoátegui y Bolívar.

Los principales medios de comunicación privados, devenidos en actores políticos globales, promueven una matriz de opinión que plantea que el triunfo opositor es un hecho y que solo será aceptable ese resultado. De esta manera se prepara la ilegitimación de un eventual triunfo chavista, que sería el número 19 en elecciones de alcance nacional. Solo una vez obtuvo la oposición un triunfo en este plano, en el referéndum constitucional de 2007, y por una diferencia de solo un 1,3% que fue reconocida por el Gobierno. Pese a ello, en el plano mediático está instalada la desconfianza en el Consejo Nacional Electoral, que desde 1999 es un poder autónomo del Ejecutivo.

Estas circunstancias generan preocupación por los hechos de violencia que pueden sucederse tras conocerse el resultado. Aún está fresco el recuerdo de la elección presidencial del 14 de abril de 2013, cuando Nicolás Maduro derrotó a Henrique Capriles por mayoría absoluta aunque por estrecho margen (50,6 % a 49,1%) y el candidato perdedor desconoció el resultado y llamó a «descargar la arrechera» (bronca, en lenguaje coloquial). Bandas armadas de oposición atacaron edificios públicos, transportes, locales del partido gobernante, misiones de alimentación y centros de salud, matando a once personas identificadas con el chavismo, incluidos dos menores.

A la estrategia de sembrar dudas sobre la transparencia del sistema electoral venezolano se han sumado actores principales de la derecha mundial. Hace pocos días, Hillary Clinton declaró que «Maduro ha hecho todo lo posible por amañar estas elecciones» y lo acusó de perseguir a opositores. Se mostró «indignada por el asesinato a sangre fría» del dirigente opositor Luis Manuel Díaz después de un acto de la MUD en el estado Guárico. Este caso alcanzó trascendencia internacional, pero perdió visibilidad mediática al revelarse que en 2010 fue condenado por su participación en dos homicidios.

La geopolítica, factor injerencista

De idéntica factura fueron las declaraciones del secretario general de la OEA y de un grupo de presidentes y ex jefes de gobierno entre los cuales están David Cameron, Mariano Rajoy y Felipe González. También altas autoridades de Chile, México y Colombia se manifestaron preocupadas por la democracia y los derechos humanos en Venezuela.

Las declaraciones de figuras relevantes en la política internacional no pueden entenderse sin considerar un dato clave: Venezuela es la principal reserva comprobada de petróleo a nivel mundial.

Entre otras derrotas significativas para el orden neoliberal, cabe mencionar el freno al proyecto del ALCA en 2005 y la construcción de un proyecto integrador como la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA), impulsada fundamentalmente por Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador. Estos países, junto a gobiernos neodesarrollistas como el de Brasil y Argentina, impulsaron la conformación de Unasur y la CELAC. En conjunto, estos organismos han provocado la pérdida de influencia por parte de EEUU, desplazando relativamente a la OEA –un espacio controlado por Washington desde su creación– del lugar de disciplinador de gobiernos con políticas soberanas.

El reciente triunfo de Mauricio Macri en Argentina y un eventual control de la Asamblea Nacional en Venezuela representarían un cambio radical en el escenario político del continente, encaminando nuevamente la posibilidad de concretar su objetivo histórico, expresado en la doctrina Monroe: «América para los (norte)americanos».