Mikel ZUBIMENDI

Cómo solucionar los temas territoriales con una sonrisa en la cara

No es normal ni habitual, pero es posible buscar soluciones a los temas territoriales con pragmatismo y sentido común. Holanda y Bélgica lo acaban de demostrar mediante un intercambio de territorios que ha dejado contentos a todos y establece un precedente.

La cuestión territorial habitualmente genera pasiones, disputas, una retórica encendida cuando no derramamientos de sangre en guerras sin final. Expresiones como «no cederemos ni una pulgada de nuestro territorio», «lo queremos todo o, en caso contrario, no habrá paz» han acompañado a los diferentes diferendos territoriales que históricamente han tenido, y tienen, multitud de estados a lo largo del mundo. Precisamente por eso, llama la atención que Bélgica y Holanda hayan decidido de manera pacífica, con sentido común, intercambiarse territorios con total normalidad.

No es común ver las primeras páginas de los periódicos de un estado titulando «a partir de hoy nuestro país será más pequeño» o «entregamos amistosamente a nuestros vecinos esa porción de nuestro territorio» y que los partidos políticos y la sociedad en general lo asuman con total naturalidad, sin estridencias ni apelaciones a un sentido trágico de la patria. ¿Pero cuál es la razón para semejante magnanimidad?

La respuesta es clara: el pragmatismo y, quizá, la inestimable ayuda del hallazgo de un cuerpo decapitado. Bélgica va a perder un hermoso paraje natural inhabitado del tamaño de quince campos de fútbol, la «minipenínsula» de Eijsder Beemden, situada en el curso de río Meuse que hace de frontera con Holanda. A cambio recibirá una diminuta porción de territorio holandés de una extensión de cuatro hectáreas en una zona de esclusas situada en el mismo río.

«No man’s land»

Entre las décadas de los 60 y 80 del siglo pasado, el curso del río Meuse fue modificado. Ya no era el mismo del año 1843, fecha en la que se instauró la frontera inicial entre los dos estados. Hoy en día el curso del río esta muy modificado y es más rectilíneo. Y como consecuencia, la porción de tierra de Eijsder Beemden se encuentra enclavada entre la frontera holandesa y la Meuse, y solo tiene continuidad territorial desde Holanda.

Durante los últimos años, este área había adquirido entre los ribereños la fama de ser un territorio sin ley, un santuario para traficantes de droga y amantes de las escapadas sexuales. Una especie de «no man’s land» surgida por los caprichos del río Meuse que con sus crecidas cambiaba la orografía del terreno. Era territorio belga por ley pero al que solo se podía acceder por carretera desde Holanda. Los belgas debían hacerlo por barco y la ausencia de embarcaderos hacía peligrosa las maniobras fluviales.

El descubrimiento por parte de unos excursionistas de un cuerpo decapitado ha acelerado el proceso de este intercambio territorial. Estos alertaron a la policía holandesa que no podía actuar al tratarse de territorio belga y exigir la situación permisos y trámites burocráticos que dificultaban la investigación. Mientras tanto, los belgas no podían acceder con sus equipos forenses a la «minipenínsula». Esta rocambolesca situación aceleró la necesidad para encontrar una solución sensata y con sentido.

El acuerdo al que han llegado ambos estados y que a falta de ratificación por parte de sus respectivos parlamentos es aún provisional hasta que se modifique oficialmente la frontera, responde a esas necesidades. Y paradójicamente ha sido recibido con alegría en las diferentes comunidades adyacentes y entre sus representantes institucionales que, sean belgas u holandeses, repiten que «se debió hacer antes» y que «la situación no era práctica y es de lo que se trata».

Seguramente, la amistad y el buen hacer y el buen comportamiento como vecinos de Bélgica y Holanda ha marcado la diferencia. Ambos estados tienen fuertes lazos forjados durante siglos y tras la Segunda Guerra Mundial la cuestión territorial no era tan importante para ellos.

En la tradición jurídica de las disputas territoriales entre Estados son muy raros pero pueden ocurrir este tipo de intercambios territoriales hechos desde la tranquilidad. Nada que ver con el acuerdo al que llegaron India y Bangladesh para intercambiarse 150 porciones de su territorio el pasado verano o el veredicto del alto tribunal de la ONU que ha zanjado que Nicaragua violó la integridad territorial de Costa Rica al ocupar pequeñas playas del Caribe. En ambos casos, especialmente tras lo ocurrido después de la descolonización del subcontinente indio, las disputas vinieron precedidas de cruentas guerras y envenenadas disputas territoriales que se han perpetuado durante décadas.

En esencia, se ha demostrado que solucionar temas y problemas territoriales, aunque no sea habitual, sí es posible hacerlo si se antepone el sentido práctico y el bien común. Y que, además, es posible hacerlo con una sonrisa en la cara de los estados.

 

liberland: micronación nacida del lío entre «nación y estado»

Liberland, una «terra nullius» o territorio sin amo de 7 kilómetros cuadrados situada sobre el curso del Danubio entre Serbia, Croacia y Hungría, es la última micronación autoproclamada. Tras los muy mediáticos principados de Sealand, situada sobre una antigua plataforma petrolera inglesa en el Mar del Norte, y el de Hutt River en la costa oeste de Australia, Liberland está captando la atención de muchos libertarios que se están acercando a ella. La idea del «vive y deja vivir» resulta atractiva para aquellas personas que buscan un nuevo territorio para un nuevo punto de partida y que anhelan el reconocimiento internacional de su nueva micronación.

Sin embargo, entre sus primeros habitantes han aparecido ya las primeras divergencias entre «minarchistas» –partidarios del mínimo estado– anarquistas y radicales capitalistas.M.Z.