Dabid LAZKANOITURBURU

El doble problema de (y con) los refugiados

Si responsabilizar a los refugiados de todos los problemas es, además de demagógico, criminal, negar por principio que las personas que han llegado y llegarán a ciudades alemanas y europeas es un auténtico problema y que genera problemas es totalmente contraproducente, porque alimenta al fin y a la postre el discurso xenófobo.

Bandera contra los islamistas en una protesta de Pegida. (Tobias SCHWARZ/AFP)
Bandera contra los islamistas en una protesta de Pegida. (Tobias SCHWARZ/AFP)

Las agresiones sexuales, hurtos y amenazas masivas registradas en Nochevieja en Colonia y en otras ciudades alemanas y europeas están siendo utilizados para alimentar la xenofobia aprovechando la natural indignación ante esta ola de salvajismo en un continente alarmado ante la llegada masiva de refugiados que huyen de la guerra y la devastación en Siria y en otras partes del mundo.

A la hora de analizar un tema tan sensible y proclive a ser utilizado desde el amarillismo más soez y desde la más peligrosa de las demagogias, conviene empezar por recordar algo que suena a verdad de Perogrullo, pero que dada la complejidad del tema que nos ocupa no lo es: la llegada en masa de refugiados es en primer lugar un problema.

Hablamos de cientos de miles de personas (un millón el año pasado a Alemania). Solo a Colonia, que no llega al millón de habitantes, han arribado de momento 10.000 solicitantes de asilo, 1 por cada 100 habitantes, a los que hay que sumar los de anteriores éxodos.

Muchas personas llegan traumatizadas por la guerra o con la carga de haber sobrevivido en sociedades desestructuradas por años, en algunos casos hasta decenios, de conflicto.

No menos importante es constatar los problemas económicos, cercanos en algunos casos a la pura indigencia, que tienen que afrontar a su llegada. Sin olvidar, finalmente, las diferencias, incluso temporales, en las escalas de valores, que las hay, y con las que llegan.

Lo anterior ni prejuzga ni exculpa nada ni a nadie. Porque si criminalizar a los refugiados por el simple hecho de serlo es totalmente criminal, ocultar desde el «buenismo», todo lo bienintencionado que se quiera, los problemas asociados a situaciones tan duras y frustrantes como las que llevan a una persona a buscar refugio a miles de kilómetros resulta, a la postre, contraproducente. Ocultar los problemas bajo la alfombra no los resuelve. Al contrario, acaban emergiendo con más fuerza y salpicando a todos, para beneficio precisamente de los partidos que buscan aprovecharse políticamente de ellos.

Lo masivo de los ataques, en los que habrían participado docenas, cuando no centenares de jóvenes, ha generado sin embargo una gran alarma sobre el grado de organización de las agresiones, además de sobre su posibles motivaciones ocultas.

La Policía de Colonia, duramente criticada y descabezada por su gestión de la crisis, apunta a que los agresores habrían contactado a través de las redes sociales. No estaríamos por tanto ante los casos de agresiones sexuales seguidas de hurtos más o menos esporádicos resgistrados anteriormente por las policías europeas e imputados a jóvenes árabes y/o norteafricanos desclasados. El salto sería cuantitativo y cualitativo, pero la misma Policía que ha identificado como marroquíes y argelinos a 14 de los 19 sospechosos interrogados, descarta, por lo menos de momento, tipificar estos indignantes sucesos como «criminalidad organizada». Cierto es que algunos cargos policiales, en Alemania y en Suecia, han sido acusados de intentar minimizar el alcance de estos ataques. Y todo apunta a que si lo hicieron no fue por falta de celo policial sino para evitar la criminalización genérica del colectivo de refugiados. Así, ganan fuerza hipótesis que, desde el recelo a versiones oficiales, apuntan a que estaríamos ante una serie perfectamente sincronizada y organizada de ataques simultáneos que buscarían precisamente provocar una ola de indignación islamófoba que acabaría causando, como efecto de reacción, una respuesta defensiva y antioccidental de los musulmanes europeos.

Sobra identificar al responsable último de esta hipotética y maquiavélica campaña a la que dan credibilidad medios en las antípodas de la extrema derecha. Aducen, para ello, al hecho de que haya habido ataques similares en muchas ciudades. Un argumento que sirve tanto para reforzar la teoría conspirativa como la contraria, la que apunta a un problema más sociológico que en clave de una yihad que todo lo puede.