
El líder islamista sueña con convertirse en el segundo padre de la patria (Atatturk) permaneciendo en el poder como presidente plenipotenciario neotomano en 2023, coincidiendo con el centenario de la fundación del nuevo Estado turco por parte de Mustaphah Kemal.
Para ello necesitaba revalidar la mayoría cualificada del AKP y no escatimó en gastos, como el de provocar el punto final del alto el fuego con el PKK y hacer saltar por los aires el proceso de diálogo con los kurdos, un proceso que aunque a trompicones registraba avances gracias al compromiso de su líder, Abdullah Oçalan, encarcelado y aislado en la isla-prisión de Imrali. Lo que hizo el astuto político turco fue endosar toda la cuenta a los kurdos, que están siendo víctimas de una criminal campaña militar de asedio contra sus ciudades mientras se ultima la ilegalización de su partido (HDP)
Ahora es el ISIS el que exige su parte y ataca al Estado turco donde más le duele, en su maltrecha economía, que depende de un turismo cada vez más huidizo.
Era cuestión de tiempo. Erdogan lo sabía y aprovechará el ataque para silenciar las acusaciones sobre la connivencia de su Gobierno con el ISIS. Y, como siempre, acabará volviendo a pasar la factura de este atentado a los de siempre, a los kurdos. Se aceptan apuestas. Erdogan nunca paga.

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