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el cairo

Aniversario egipcio entre la frustración y el miedo

Frustración por los sueños rotos, e indiferencia y miedo ante las celebraciones prohibidas protagonizaron en Egipto el quinto aniversario de la revuelta de 2011 que derrocó a Hosni Mubarak. El régimen surgido del golpe de 2013 se encargó de acallar cualquier conmemoración con detenciones preventivas y una fuerte vigilancia policial.

Egipto vivió el quinto aniversario de la revuelta que derrocó a Hosni Mubarak el 11 de febrero de 2012 entre la indiferencia y el miedo, bajo un régimen autoritario que intenta presentarse como heredero de la «revolución» pero que prohibió las manifestaciones para recordarla.

La plaza Tahrir, epicentro de las protestas contra Mubarak solo unas decenas de personas pudieron reunirse y fue para apoyar a las autoridades enarbolando fotografías del actual presidente. Mientars, en las calles adyacentes vigilaban policías y soldados armados.

El Consejo de ministros afirmó que «la calma reinó» durante la jornada, salvo en algunas concentraciones en varias provincias, que duraron apenas media hora antes de que fueran dispersadas por las fuerzas de seguridad.

En los últimos días, la Policía había aumentado las redadas y los registros en viviendas y ha detenido a todo aquel del que sospechaba que podía llamar a movilizarse en el aniversario.

Hace cinco años Tahrir era el centro de atención del mundo, con decenas de miles de manifestantes que exigían la salida del rais que había dirigido el país durante tres décadas, a la vez que reclamaban «pan, libertad y dignidad».

El paréntesis democrático abierto en 2011 fue cortado en julio de 2013 por los militares, que volvieron a tomar el poder que habían detentado desde 1953. El jefe del Ejército, el general Abdelfatah al-Sissi, destituyó y encarceló al presidente islamista Mohamed Morsi, poniendo fin al gobierno de los Hermanos Musulmanes.

Muertos o en prisión

Apoyado en las protestas contra el Gobierno, el Ejército presentó el golpe como una continuación de la revolución –incluso con el apoyo de sectores izquierdistas– y reprimió brutalmente las manifestaciones de los islamistas que reclamaban la legitimidad ganada en las urnas. En los meses siguientes, más de 1.400 islamistas murieron víctimas de la represión y otros 15.000 fueron arrestados Tanto Morsi como casi todos los dirigentes de los Hermanos Musulmanes han sido condenados a muerte. Seguidamente, el Ejército reprimió también a la oposición laica y de izquierda, incluso a quienes habían tomado parte en las protestas contra Morsi.

Hoy, los protagonistas de la «revolución» de 2011 se encuentran en la cárcel, condenados por formar parte de la hermandad islamista o por participar en manifestaciones sin permiso del Gobierno.

«Harán falta entre 20 y 25 años para instaurar una verdadera democracia en Egipto», aseguraba sin complejos Al-Sissi en 2014. El presidente alaba a la juventud como «pilar fundamental de la sociedad», pero le advierte contra «una nueva revolución». Por su parte, los Hermanos Musulmanes apelan a «un nuevo ciclo revolucionario contra el golpe de Estado», pero, ahogados por la represión, apenas lograron movilizarse en el aniversario. Y el Movimiento 6 de abril, que lideró el primer momento de la revuelta, ha sido prohibido y varios de sus dirigentes se encuentran en prisión.

 

Una historia para contar o para avergonzarse

«Con mis amigos hablábamos de que cuando fuéramos viejos, contaríamos a nuestros hijos que estuvimos en Tahrir, pero ahora no sé lo que les debería contar, de hecho no sé si algún día les hablaré de ello, porque dudo de si esta historia es algo de lo que uno debe enorgullecerse o avergonzarse», afirma el joven Mohamed Ezzat, cinco años después de haber participado en la «revolución». Emigrado a Emiratos Árabes Unidos para «huir de una realidad en la que no se puede vivir», refleja la frustración por los sueños de 2011. El activista Abdeel Fatah, actualmente encarcelado, asegura en una entrevista que ha perdido la esperanza completamente. Además, reconoce que habría sido necesario que las corrientes no islamistas denunciaran los crímenes cometidos por el régimen desde 2013, como la masacre de Rabaa al Adauiya, donde murieron cientos de seguidores de los Hermanos Musulmanes. «Esto tendría una influencia en el futuro si la sociedad quiere reconciliarse con su futuro», afirma. GARA