Arantxa MANTEROLA
BAIONA
Entrevista
JULIEN MILANESI
ECONOMISTA

«Hay que aportar otro concepto de progreso más deseable»

Profesor en la Universidad de Toulouse y especialista en políticas públicas medioambientales. Autor del documental “El interés general & yo” que se ha proyectado en el Foro contra los Grandes Proyectos Inútiles e Impuestos de Baiona, donde también ha ofrecido una conferencia sobre el mismo tema.

¿Qué le empujó a hacer esta película?

Sophie Metrich y yo mismo militábamos en asociaciones que luchaban contra la autopista A65 Langon-Pau. Una lucha que perdimos puesto que terminó construyéndose. Aún así queríamos sacar algo positivo del sufrimiento que supuso en el plano personal esa derrota y también dar testimonio de lo que había acarreado a mucha gente que perdió una parte de su territorio o de su casa, porque al fin y al cabo fueron sufrimientos humanos compartidos. También queríamos dejar constancia de lo la forma en la que se toman las decisiones hoy en Francia. Por eso nos planteamos el interrogante sobre el interés general porque todos estos proyectos son presentados en su nombre. Quien lo define, quien decide, en nombre de qué valores… porque nosotros mismos, como ciudadanos, estábamos convencidos de que defendíamos también el interés general. Decidimos integrar en el relato el conflicto del TAV que estaba al lado y también el del aeropuerto de Notre Dame de Landes que estaba muy activo, pero no es una película sobre esos proyectos sino sobre la democracia en Francia a través esos proyectos.

El argumento que durante años se ha utilizado para poner en marcha esos proyectos es el del progreso. Y todavía sigue teniendo su efecto…

Las poblaciones siguen siendo mayoritariamente favorables a todos estos proyectos, eso hay que tenerlo presente. La idea del progreso es como un pensamiento mágico, una creencia de que la infraestructura aporta la prosperidad y la felicidad que se creó en los años de la posguerra, con la construcción de grandes carreteras y equipamientos que respondían a necesidades reales de la época. Por ello se han asociado todos los equipamientos a algo positivo. Es una creencia que está fuertemente arraigada en el imaginario colectivo. Sin embargo, hoy en día tanto Francia como España son países ricos que están equipados y no tienen verdadera necesidad de todas estas grandes infraestructuras. Por lo tanto, ahora el progreso no pasa por el crecimiento y la acumulación de ese tipo de proyectos; es, sobre todo, la calidad, la transformación de nuestro sistema productivo, de nuestro modo de desplazarnos, de vestirnos, de alojarnos, de alimentarnos…

Entonces, ¿se trata de una lucha ideológica?

Yo prefiero hablar del imaginario porque es más fuerte que una ideología. Sobre las ideas se puede hablar o discutir de un modo racional. El imaginario es un sistema de creencias profundas muy difíciles de cambiar. Para ello, pienso que hay que competir aportando otro imaginario que sea más deseable y que sea también sinónimo de prosperidad, sobre todo en materia de empleo.

¿No cree que todos estos movimientos que llevan años luchando contra los proyectos que consideran irracionales han hecho avanzar la toma de conciencia colectiva?

Evidentemente. Con la película hemos estado haciendo una gira por muchas ciudades de Francia y allá donde vamos constatamos que hay más conciencia, en particular, en torno a proyectos locales (muchos de ellos son grandes supermercados). Pero para que haya una contestación real es necesario que se creen colectivos o asociaciones que unan a esos ciudadanos y cada vez hay más. No es un movimiento masivo pero intuyo en ello la emergencia de una ecología popular, mucho menos teórica o intelectual que la que hemos conocido hasta ahora, basada más en el sentimiento de la defensa del territorio. La gente ha visto cómo han desaparecido sus tierras agrícolas, cómo se han degradado sus ríos y cómo su entorno se les está escapando. Todo eso está provocando un reflejo simple y sano en ellos que se dicen que ‘ya vale de destruir nuestro territorio’ y que se rebela.

¿Y la conciencia de los electos y de quienes deciden realizar todos estos proyectos también ha evolucionado?

Es difícil generalizar sobre los electos porque hay de todo pero globalmente no percibo mucha evolución. Aún así, cuando hay una contestación, hoy ya no hablan, como lo hacían antes, del «rollo de cuatro chalados» o de «egoístas que no quieren que se les estropee su jardín». Ahora, cuando se están juntando 25.000 personas para decir que no quieren un aeropuerto, no pueden deslegitimar un movimiento de ese modo simplón. Pero sí que hay un endurecimiento policial, una reacción a menudo muy violenta (como la que provocó la muerte de un joven en Sivens) que está relacionado con lo que mencionaba antes del imaginario colectivo. Pero, sobre todo, tras estos proyectos existen visiones del mundo radicalmente diferentes que se enfrentan. Los electos quieren mantener su visión del mundo pero la particularidad de estos conflictos es que afectan a la concepción misma de nuestras sociedades. Resulta curioso que en un momento en el que muchos electos están cada vez más deslegitimados por razones de acumulación de cargos, de corrupción y de escándalos, sean cada vez más autoritarios.

¿Entonces, en el fondo, es un combate entre dos concepciones distintas del mundo?

Exactamente. Y detrás de ello lo que está planteado es la cuestión de la democracia. Eso se constata también en otras luchas como la del derecho a manifestarse contra la reforma laboral. Estamos en un momento de crisis económica, social y política profunda. El mundo está basculando y eso se plasma muy claramente en todas estas luchas contra los grandes proyectos inútiles.

Un cambio que, por lo que apunta, no se hará sin dolor…

Desgraciadamente no. Y, además, no sabemos en qué sentido va a bascular. Ese es, sobre todo, el problema.

No parece muy optimista…

Bueno, me considero un optimista escéptico, es decir, que lo mejor es siempre posible pero no es seguro. Por mi parte hago lo posible para que bascule hacia el buen lado y me apoyo en el optimismo de la acción, pero no será fácil.