Dabid LAZKANOITURBURU

Frente al Brexit, Irishexit

Seguro que casi nadie de entre los ingleses que el 23 de junio de 2016 votaron tanto a favor como en contra del Brexit pensó en las consecuencias de su decisión para el futuro del norte de Irlanda y de los Acuerdos de Viernes Santo. La tradicional flema británica no ha estado nunca reñida con el atávico desprecio al pueblo irlandés.

Pero, por mucho que le duela a May, esa flema no basta para resolver el galimatías de la aplicación del Brexit, un problema mucho más endiablado de lo que siquiera imaginaron quienes, quizás pensando que nunca ganarían, defendieron la salida de la UE, uno de cuyos nudos gordianos es precisamente la cuestión de Irlanda.

El laborista Corbyn arrancó la semana alineándose con los que apuestan por un Brexit blando, a saber, con una unión aduanera con la UE y un mercado único que evite restaurar la frontera interior en Irlanda. Dos días después, Bruselas completaba la pinza a la premier advirtiéndole de que, si insiste en un Brexit duro, la única alternativa para no hacer estallar por los aires el Acuerdo de paz irlandés pasaría por mantener al norte de Irlanda dentro del mercado interior y, por tanto, del resto de la isla. El Gobierno británico denunció un «atentado a la integridad territorial y comercial británica».

Tras otra semana horribilis, May insistió ayer en que la solución «especial» para el norte de Irlanda no pasará en ningún caso por la asunción por parte de Londres de «la anexión de Irlanda del Norte a la UE». Pero siguió sin presentar una propuesta, más allá de volver a abogar por acuerdos bilaterales (una versión postBrexit del famoso cheque británico) con una UE en plena crisis existencial y que, por tanto y paradójicamente, quizás está demasiado débil como para permitir componendas que antes sí admitía.

Pero, para paradojas, la que pasaría de la salida de Gran Bretaña de la UE a la salida de una Irlanda unida, pero de Gran Bretaña. ¿Del Brexit al Irishexit?