Pablo GONZÁLEZ

Putin busca una reválida tranquila para afrontar con tiempo la transición

Rusia votará este domingo en las elecciones presidenciales. El ganador virtual es el actual presidente del país, que afrontará el que deberá ser su último mandato durante el que tendrá que preparar la transición del poder.

No cabe duda de que Vladimir Vladimirovich Putin (Leningrado 1952) saldrá reelegido por otros seis años. Lo conseguirá tanto por su popularidad como por la falta de alternativas reales del panorama político creado y consolidado bajo su mandato, que dura ya desde 2000.

Una victoria tan clara como insípida, ya que ni toda la campaña con 8 candidatos disimula las carencias electorales en Rusia. Aun así, Putin no ha dejado nada al azar. Se ha presentado como candidato independiente, evitando concurrir con Rusia Unida, el partido en el poder y con el desgaste que ello conlleva. Su campaña ha sido una combinación de visitas por el país para subrayar los logros económicos y sociales, con actos de gran impacto mediático, como el discurso sobre el estado de la nación en el que gastó un tercio del tiempo en presentar las nuevas armas desarrolladas por el país.

Putin necesita una reelección tranquila antes de afrontar los retos del que debería ser su último mandato. Según la Constitución rusa, Putin no puede presentarse más de dos mandatos seguidos. De 2008 a 2012 pasó a ser primer ministro, cediendo la Presidencia a Dimitri Medvedev. El mandato presidencial se amplió entonces a seis años. Parece poco probable que en 2024 Putin haga un movimiento pendular similar con 71 años. Por ello, quizás su mayor reto, sin olvidar los frentes abiertos dentro y fuera del país, sea preparar una transición del poder.

El reto no va a ser inmediato. Hasta las elecciones parlamentarias de 2021 todavía hay tiempo, pero deberá ir tomando forma. Ese Parlamento elegido a mitad de su mandato será el que le vea marchar y salude a su sucesor. De ahí que o bien Putin empieza a liberalizar el espacio político con la consolidación de varios partidos que permitan al pueblo elegir entre varias opciones con posibilidades reales de ganar o apuesta por un sucesor.

Los retos externos de Rusia durante el último mandato de Putin tampoco le pondrán las cosas fáciles. Las relaciones entre Rusia y Occidente están peor que nunca y todo apunta a que las sanciones recíprocas irán a más, para mayor daño a Moscú. Quizás por ello ya hace años Moscú empezó un giro hacia Asia. El líder chino, Xi Jinping, sin limitación alguna de mandatos, deberá ser un aliado clave para Putin en esta nueva época.

En el plano interno habrá que ver si Rusia puede superar el síndrome de exportador de materias primas y consolidarse como una potencia tecnológica y no solo de recursos naturales. También la sociedad rusa espera que el nivel de vida vuelva a subir. Todos los estudios muestran que si las autoridades proporcionan un nivel de bienestar mínimo combinado con un sentimiento de orgullo nacional, nada amenazará a los gobernantes desde dentro. Desde fuera, la seguridad la proporciona el arsenal nuclear ruso, un área que parece fuera de peligro de ser superada tecnológicamente en bastantes años vista.

De profesión, candidato

La radiografía electoral se completa con la candidatura del liberal Grigoriy Alekseevich Yavlinskiy (Lvov, 1952). Al igual que el partido que encabeza, Yabloko, son sobre todo pasado, poco presente y escasas expectativas de futuro. Serán sus terceras elecciones tras las de 1996 y 2000. Su primera y mejor participación le reportó algo más de un 7% de los votos. Desde entonces, su figura y el partido han ido en declive. Desde 2007 no tienen representación parlamentaria.

Su lucha es por la financiación estatal, ya que Yabloko sobrevive por al apoyo económico del Estado gracias a unos pocos diputados regionales. Como la financiación ha ido cayendo con sus resultados, Yavlinskiy ha tenido que volver a lo que algunos opositores llaman su trabajo, «de profesión, candidato», sin ganar unas elecciones desde hace más de diez años. Su programa es de naturaleza liberal, copiado prácticamente de los años 90 del siglo pasado, pero sin estridencias que puedan provocar una reacción negativa del Kremlin. Apuesta por una economía abierta con cierta intervención del Estado y está a favor de devolver Crimea, aunque no lo explicite. No parece que vaya a superar el 1% de los votos.

Boris Yurevich Titov (Moscú, 1960) es seguramente el candidato más insípido de las presidenciales. Se presenta por el Partido del Crecimiento, una formación fundada en 2016 con escasa presencia en parlamentos regionales. Titov es el defensor de los hombres de negocios y fue miembro de Rusia Unida. Su programa es prácticamente inexistente debido a sus escasas posibilidades. Su participación es poco más que una autopromoción de su figura de cara al futuro. Tampoco llegará al 1% de los votos.