Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevista
JACQUES DOILLON
CINEASTA

Jacques Doillon: «Una película tiene dos vidas, una en el guion y otra en el set de rodaje»

Nacido en París en 1944, ha rodado casi medio centenar de películas desde que debutase en 1969. En su filmografía destacan títulos como «Un saco de canicas» (1975), «La golfilla» (1979) o «Ponette» (1996). Acaba de estrenar «Rodin» con Vincent Lindon dando vida al famoso escultor.

Ni los rigores del verano madrileño ni su avanzada edad parecen tener ningún efecto sobre Jacques Doillon, quien se entrega a disertar sobre su última película casi sin que haya necesidad de preguntarle nada sobre la misma. Quizá sea el hecho de saberse marginado por la industria del cine francés, hasta el punto de que este es su primer film en cinco años, lo que le empuja a explayarse. Puede que también pese mucho su admiración por Rodin del que habla mucho más que de sí mismo.

 

Su acercamiento a la figura de Rodin está centrado, sobre todo, en el proceso de creación artística. ¿Por qué eligió este enfoque?

Realmente lo que me interesaba de un personaje como Rodin era justamente eso. Se trata de un artista que ha generado toda suerte de literatura pero pocas veces se asume que el noventa por ciento de su existencia quedó consagrada al trabajo en el taller. Se despertaba cuando apenas había comenzaba a clarear y se encerraba a trabajar sin descanso. Luego hay otra cosa que me fascina en él y es su metodología de trabajo. Dudo mucho que Rodin supiera de antemano a dónde quería llegar cuando comenzaba a esculpir una obra, pero para él la creación artística era un proceso de búsqueda permanente. Porque el talento no es algo innato, sino que es algo que se trabaja. En Francia, a menudo, cuando se habla de Picasso se evoca su famosa máxima “Yo no busco, encuentro”, para justificar su genialidad y, sin embargo, aquello fue una boutade del malagueño. Claro que buscaba, detrás de sus pinturas hay un trabajo ímprobo, lo que pasa que resulta más chic evocar a Picasso en la corrida de toros o en su castillo con sus amantes, en un ambiente, en todo caso, mundano, como intentando obviar el tremendo esfuerzo creativo que subyace en cada una de sus obras. Pues con Rodin pasa más o menos lo mismo. Se suele hablar mucho de su tormentosa historia de amor con Camille Claudel obviando todo lo demás, pero incluso esa relación nació al calor del trabajo en el taller, ya que Camille empezó siendo su ayudante, trabajaba con él.

En lo que se refiere a esta historia, su película también ofrece una perspectiva novedosa en tanto que huye de mostrar a Camille como la víctima de una relación destructiva como se ha venido haciendo en tantas ocasiones.

Sí, porque me molesta mucho la leyenda negra que se ha ido tejiendo en torno a Rodin y que, por otra parte, tiene un origen reciente. Fue a raíz de la película “La pasión de Camille Claudel” cuando se fijó en el imaginario colectivo la idea de que ella fue una víctima de Rodin que fagocitó su talento y se aprovechó de ella y nada hay más alejado de la realidad que eso. Aquella película, que ofrecía una imagen ridícula de Rodin, estaba escrita por una nieta de Paul Claudel, el hermano de Camille, que fue quien la ingresó en un siquiátrico y trataba de minimizar el papel de él y de toda la familia Claudel en el destino de Camille. Pero es que además de ser una tergiversación de la historia, contradice la reputación de Rodin como uno de los artistas que más contribuyó a cambiar la percepción sobre la mujer como objeto de representación, lo que le llevó a ser admirado por las primeras feministas. De hecho, cuando murió en 1917, durante su funeral hubo varios discursos oficiales y solemnes pero el único que concitó aplausos fue el de una líder feminista que habló, fuera de protocolo, ensalzando el papel de Rodin en la representación de la sexualidad femenina en sus obras.

De hecho, él siempre se caracterizó por ser un escultor muy orgánico y da la sensación de que usted ha buscado también esa fisicidad por el modo en que acerca la cámara a los cuerpos.

Las obras de Rodin transmiten una sensualidad muy acusada que a mí, particularmente, me conmueve pero que en su época molestó a mucha gente. Él no fue un artista de consensos, al contrario, sus obras generaban mucha incomodidad e incomprensión, justamente por esa manera realista de representar la imperfección corpórea. A pesar de la incomprensión que generaba su trabajo, fueron pocos los prohombres de su época que se resistieron a la idea de quedar inmortalizados para la posteridad por Rodin, pues aunque les costaba sintonizar con su arte, pocos dudaban de su talento.

¿Como creador encuentra analogías entre su metodología de trabajo y  el proceso de búsqueda que seguía Rodin con sus obras?

Bueno, yo como director parto de la premisa de que una película tiene dos vidas, una en el guion y otra en el set de rodaje. Haber escrito una determinada secuencia no me da la certeza de conocer lo que subyace en ella, necesito rodarla y hacer muchas tomas hasta despejar el camino que me conduce al corazón del bosque, que es donde se halla la melodía que dota de singularidad a esa secuencia. Yo tengo fama de ser un director muy inseguro precisamente porque ruedo muchas tomas, un par de veces superé incluso el centenar de tomas ante la incredulidad de mi equipo pero es que si me limitase a ejecutar aquello que he escrito en el guion, convertiría mi oficio en algo banal y aburridísimo, que es lo que pasa hoy en día con todas esas películas que se ruedan ciñéndose a un story biard estricto donde se indica hasta la posición de la cámara. Eso quita emoción al hecho de rodar. Yo prefiero tener la mente abierta y ver lo que ruedo como si fuese un espectador en la sala, puedo conmoverme profundamente al sentir que en la toma trece he logrado justo aquello que buscaba y eso me congratula con mi profesión.

Ese es un poco el mismo proceso que seguía Rodin con la arcilla ¿no?

Exacto.  Existe la creencia de que Rodin era un maestro trabajando el bronce o el mármol, pero a él lo que verdaderamente le estimulaba era moldear la arcilla. Cuando tallas la piedra, todo lo que hagas queda ahí, no puedes volver atrás para subsanar errores o corregir cosas mientras que con el barro podía estar meses trabajando haciendo y deshaciendo hasta conseguir lo que quieres y él fue un especialista en esos procesos.

¿Los actores serían para un director de cine lo que la arcilla para un escultor?

Podría aceptarte el símil de no ser porque los actores, que suelen ganar mucho más dinero que el director, se suelen valer de su posición de preeminencia para imponer su ley. Son pocos los que aceptan hacer más de tres o cuatro tomas y yo, como mínimo, necesito hacer doce o trece para encontrar aquello que estoy buscando. En este sentido, como materia prima, los actores son muy poco maleables. Claro que hay excepciones. A lo largo de mi carrera he podido trabajar con intérpretes como Isabelle Huppert, Michel Piccoli o Jane Birkin con los que he podido trabajar muy cómodamente puesto que ellos también priorizan los procesos de búsqueda en su trabajo.

¿Cómo fue, en este sentido, el trabajo con Vincent Lindon?

Tuvimos nuestros más y nuestros menos, pero, curiosamente, no durante el rodaje sino en el proceso de preproducción. Él tenía una visión distinta del personaje respecto a la que yo quería proyectar. Lo fuimos hablando y, una vez superó sus miedos, en el set fue todo como la seda. Mientras se preparaba para el papel, Vincent estuvo trabajando mucho la arcilla y creo que eso fue clave a la hora de que asumiera la personalidad de Rodin. En definitiva, puedo decir que haberle tenido a mis órdenes ha sido una de las más grandes alegrías que he tenido en mi vida como director. Yo no puedo trabajar bien con actores que estén en una longitud de onda distinta a la mía. Cuando un intérprete se me resiste la película deja de interesarme y la termino casi por obligación, con desgana.

Según manifiesta una de las cosas que más le hacen sintonizar con Rodin es esa persistencia a la hora de avanzar, de evolucionar como artista manteniendo abiertos los procesos de búsqueda ¿Usted cómo contempla su propia evolución como cineasta?

La verdad es que yo siempre he sido un director atípico. Quizá porque aprendí el oficio de una manera autodidacta, jamás fui a una escuela de cine. En cierto modo eso también me aproxima a Rodin porque él también procedía de un medio humilde, nunca estudió Bellas Artes y su reconocimiento fue tardío; cuando empezó a despuntar como escultor ya había cumplido los 40 años. Yo empecé a dirigir tarde, tras haber trabajado como montador, pero mi primer día en el set de rodaje, lo recuerdo perfectamente, aun estando al frente de una producción modesta protagonizada por intérpretes no profesionales, me produjo un placer tan inmediato que, desde ese momento, supe que esta profesión era la mía. Y en esa emoción sigo instalado.

Sin embargo, tras el reconocimiento generalizado que obtuvieron sus películas en los años 90, en estas últimas décadas se ha prodigado poco.

La industria del entretenimiento dicta su ley  y esta tiende a marginar el trabajo de cineastas como yo. Y eso que estoy acostumbrado a rodar con presupuestos muy ajustados pero, por desgracia, cada vez cuesta más encontrar financiación y en los últimos cinco años solo he podido realizar una película. Tengo en el cajón un montón de guiones esperando ser rodados pero, por desgracia, sé que nunca verán la luz.