
Cada vez que asoma el nombre de John Ford regresa a la retina del recuerdo una secuencia que jamás fue filmada.
Nos encontramos en una sala abarrotada con grandes personalidades del Hollywood dorado. Cargada de humo e incertidumbre, la sala se ha convertido en hervidero de murmullos, se palpa el miedo que inspira la lista negra de señalados. La industria del cine no fue ajena a la cruzada emprendida desde la sombra por el todopoderoso director del FBI, J. Edgar Hoover, y espoleada por el senador Joseph McCarthy. Todos los presentes observan espectantes a la figura que se dirige a ellos. Con grandes aspavientos y remarcando cada una de sus palabras, el cineasta Cecil B. DeMille pide a la concurrencia que le secunde en su intención de pedir la cabeza de uno de ellos tras declararlo comunista, Joseph Leo Mankiewicz.
Finalizado el discurso, John Huston le pregunta a DeMille dónde estuvo escondido mientras él luchaba en la batalla de Anzio. La respuesta fue dada por el propio Huston «seguramente estabas envuelto en la bandera». Entre el murmullo generalizado que provoca esta intervención, destaca otra voz que proviene del fondo de la sala. Apartado del resto, mordisqueando su pipa, con su parche en el ojo y luciendo su eterna gorra de beisbol, se dirige al resto de compañeros de profesión: «Me llamo John Ford y hago westerns. Cecil, me gustan tus películas y no creo que haya nadie en esta sala que sepa lo que quiere el público estadounidense tanto como tú». Al instante dirigió su único y flamígero ojo contra DeMille y añadió «pero no me gustas, Cecil, y no me gusta lo que has estado diciendo hoy aquí. Propongo que le otorguemos un voto de confianza a Joe [Mankiewicz] y después nos vayamos a casa a dormir un rato».
Cuando John Ford se refirió a sí mismo como «director de westerns» olvidó que en su filmografía había coqueteado con diferentes géneros. Si bien dirigió wésterns inolvidables como "La diligencia", "Fort Apache", "Centauros del desierto" o "El hombre que mató a Liberty Valance", entre otros muchos, su mirada fue mucho más allá. Rodó dramas con un intenso contenido social como "Las uvas de la ira" o "¡Qué verde era mi valle!" y en cuanto la ocasión se lo permitía, retornaba a Irlanda en obras que –como en el caso de "El hombre tranquilo", "The Rising of the Moon" y "El delator"– siempre topamos con la presencia del IRA.
John Martin Feeney, que así se llamaba en realidad, nació hace 125 años, y tal y como lo describió su biógrafo Joseph McBride «John Ford, como hijo de emigrantes que era, quería ser aceptado en la sociedad americana. Ansiaba ser aceptado por la clase dirigente y terminó por conseguirlo, pero en el fondo era un rebelde irlandés que se oponía a la clase dirigente. Así que siempre estaba dividido entre ambos extremos, lo que hace de él una persona y un artista muy interesante».
Con el paso del tiempo, y tal vez por su experiencia en los rodajes de documentales que filmó durante la Segunda Guerra Mundial –donde resultó herido–, su cine se fue haciendo cada vez más amargo y pesimista porque en su foro interno siempre fue un cronista de la realidad norteamericana. François Truffaut dijo de él que «probablemente no solo inventó el wéstern como género, sino el propio cine».
John Ford: una lengua calibre 45
El telegrama que John Wayne envió a los productores de "Centauros del desierto" –alarmados porque un escorpión había picado al cineasta– resume a la perfección la personalidad de John Ford: «John está perfectamente: el que ha muerto es el escorpión».
La actriz Carrol Baker vivió un momento fordiano en el rodaje de "El gran combate": «Le dije al señor Ford que quería llevar el pelo suelto, como las mujeres de las películas de Ingmar Bergman. Y él exclamó '¿Ingrid Bergman?'. 'No' dije yo, 'Ingmar Bergman'. '¿Quién es?', preguntó Ford. 'Bergman, ya sabe, el gran director sueco'. No dijo nada pero, cuando estaba a punto de marcharse, me dijo: 'Ah, Ingmar Bergman, te refieres al tipo que dijo que yo era el mejor director del mundo'».
En aquel Hollywood dorado, dos de las personas más temidas fueron las periodistas de cotilleos Hedda Hopper y Louella Parsons. En cierta ocasión, la primera se enfadó mucho con John Ford y le gritó «¡Hijo puta irlandés!». El cineasta, sin apenas inmutarse, le reprochó que fuera redundante.
Lo vasco en «El joven Lincoln»
En la película dirigida por John Ford y protagonizada por Henry Fonda "El joven Lincoln" (1939) topamos con un breve acercamiento a lo vasco y es que, además de varias escenas en la que asoman pruebas de cortar troncos y sokatira, en las que participa activamente Abraham Lincoln, también topamos con un pastor vasco dentro de una trama en la que adquieren protagonismo las grandes penalidades padecidas por las familias de colonos que pretenden instalarse en suelo estadounidense.

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