Iñaki EGAÑA

Agur Galindo, berdeetan berdeena

Enrique Rodríguez Galindo no solo fue jefe de torturadores en Intxaurrondo, sino que él también practicó esta lacra, como contó Ion Arretxe. No fue óbice para acumular condecoraciones y llegar a general. Tampoco para que haya pasado las dos últimas décadas en casa pese a una condena de 71 años.

Un año después de la muerte de Txofo Migueliz, el colaborador de la Guardia Civil que finalmente fue clave entre los testigos que implicaron al cuartel de Intxaurrondo en los GAL, ha fallecido el que fuera director del acantonamiento, el exgeneral de brigada Enrique Rodríguez Galindo. Natural de Granada, donde nació unas semanas antes del triunfo de Franco en la guerra, era hijo de guardia civil. Ingresó en la Academia en edad del servicio militar y pidió destino voluntario a Guinea Ecuatorial, entonces colonia española. Cuando Guinea se independizó, y siguiendo la ruta de los separatistas llegó a Donostia, donde fue agente de tráfico. Marchó a Cádiz, pero volvió voluntario a Donostia en 1980, como tercer jefe en la cadena de mando de la 513 Comandancia, entonces en el barrio del Antiguo.

En aquel cuartel se erigió la terrorífica estancia conocida como «la Carpintería», bajo el mando de Galindo, jefe de la sección antiterrorista, donde fueron torturados decenas, centenares de militantes vascos. De ahí llegaron las primeras y escasas condenas a los torturadores: casos Olano, Goikoetxea y Olarra. También los primeros «trofeos» que Galindo fue adquiriendo, botines con la aquiescencia de magistrados poco preocupados en las formalidades judiciales.

En 1988 fue nombrado teniente coronel y máximo responsable de Intxaurrondo, hasta que las investigaciones periodísticas, alentadas por Txofo Migueliz, y el descubrimiento de los restos de Josean Lasa y Joxi Zabala en 1995, aceleraron y revelaron su implicación en diversos temas no sólo relacionados con los GAL, sino también con el narcotráfico y la trata de blancas. El desaparecido Informe Navajas, cuyo autor ha ejercido en el Tribunal Supremo hasta su reciente jubilación, ya pidió la investigación de Galindo por esas cuestiones. Pero el fiscal general tapó el asunto e incluso borró de la historia y de los archivos judiciales aquellas acusaciones.

Galindo fue condenado a 75 años de prisión por el secuestro y muerte de Lasa y Zabala. Clasificado en tercer grado, apenas llegó a cumplir cinco. En libertad se ubicó en Zaragoza. Fue despojado de sus galones y de su condición militar, pero no de sus condecoraciones, hasta un total de 14, algunas de ellas con plus anexo a su pensión. La Orden de Mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo la recibió un año después, exactamente, del secuestro de Lasa y Zabala. Llevó su condena hasta Estrasburgo, pero perdió en todas las instancias. También se querelló contra Negu Gorriak (por la canción ‘Ustelkeria’), ‘Diario 16’, la editorial Txalaparta y ‘Egin’. Perdió los juicios, pero logró la quiebra de Esan Ozenki, la casa de discos.

El apellido del exgeneral de brigada está asociado al cuartel de Intxaurrondo y a su terrible y alargada sombra. El del Antiguo, ya derruido, había sido el de su presentación. Para los mandos antiterroristas, militares y civiles, Galindo, fue el artífice de la mayor ofensiva contra ETA y el independentismo vasco. Decenas de páginas glosan aún su figura y sus métodos. Por el contrario, al margen de las acusaciones sobre narcotráfico, GAL y prostitución, el cuartel marcó una etapa en el auge de los malos tratos hasta convertirlo, según un diario madrileño, en el mayor centro de torturas en Europa desde la Segunda Guerra mundial.

Casos como la desaparición y muerte de Mikel Zabalza, la bomba dirigida a Idelfonso Salazar –que acababa de denunciar torturas y mató al cartero José Antonio Cardosa– o la bomba en Donostia en el bar Txioka que mató a Francisca Arenzatamurgil y dejó ciego a un niño, siguen sin esclarecerse. Emboscadas como las que acabaron con las vidas de Bakartxo Arzelus, Luis Mari Zabaleta y Alejandro Auzmendi, entre otras, en las que participó el equipo de Galindo luego condenado, también quedaron sin investigación. Ion Arretxe, dejó escrito que Galindo se dirigió a los calabozos para comprobar si le conocía y apretujarle, de paso, los testículos.

La conquista de América

Rodríguez Galindo pasará a la posteridad por haber sido uno de los iconos más sobresalientes de la España profunda, la que Machado asociaba a la pandereta. Con un elevado ego, concedió numerosas entrevistas y dejó perlas, también en sede judicial, dispuestas para los calendarios venideros repletos de frases y recuerdos nostálgicos del que fue imperio español. Apoyó a sus agentes de Intxaurrondo, condenados por proxenetismo, torturas, narcotráfico, robo con intimidación y corrupción, llegando al extremo de afirmar que «con seis hombres como ellos se hubiera conquistado América del Sur al completo». Quién sabe si en algún futuro el arco del triunfo de hombres ilustres hispanos añada el suyo junto a los de Don Pelayo, el Cid, Pizarro y Queipo de Llano.

En Euskal Herria, sin embargo, su sola mención provocará estremecimientos por varias generaciones. Jon Maia, en aquel festival que tuvo lugar en el Velódromo de Donostia en apoyo a Negu Gorriak, lanzó unos versos también para la posteridad: “Agur Galindo, gatito lindo. Berdeetan berdeena. Galindo joan zen. Gu hemen gaude. Gurea da garaipena”.