Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

'Moby Dick', la gran travesía existencial abocada a la tragedia

Este año se conmemora el 170 aniversario de la publicación de 'Moby Dick', una obra magna firmada por Herman Melville que cautiva por su vigor narrativo, su aportación científica y la lectura existencial que subyace en el viaje iniciático del Pequod.

Ilustración de «Moby Dick», la novela gráfica de Chabouté es una de las mejores plasmaciones de la obra de Melville. (Norma Editorial)
Ilustración de «Moby Dick», la novela gráfica de Chabouté es una de las mejores plasmaciones de la obra de Melville. (Norma Editorial)

Cumplidos 170 años de la publicación de 'Moby Dick', retornamos al punto de partida de un viaje que nació en el puerto de Nantucket y que prolongó su trágica travesía a bordo del Pequod.

Asomada la luna de media noche en alta mar y mientras el resto duerme en la sentina, el capitán Ahab recorre la cubierta de su ballenero dejando tras de sí el sonido seco que provoca su pierna reconstruida con hueso de cachalote.

Ahab aguarda paciente a que, en cualquier momento, emerja de entre la profundidad de la noche el gran lomo blanco de su Leviatán.

Juramentados en la obsesión de Acab, el polinesio Queequeg, el nativo norteamericano Tashtego y el africano Daggoo tiñen con su sangre el filo de sus arpones. Tan solo queda mantener rumbo fijo y seguir el rastro de las bandadas de gaviotas o recoger la información de otros marinos que tuvieron la desdicha de cruzarse en la ruta de la gran ballena blanca.

La primera edición de 'Moby Dick: or, the White Whale' se publicó en Estados Unidos el 18 de octubre de 1851. Aquel curioso relato cautivó tanto a lectores ávidos de aventuras como a especialistas en cuestiones marinas y con ella, su autor, Herman Melvile, confirmó su valía creativa.

El gran escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne, mentor y amigo de Melville, fue el destinatario de la dedicatoria de la novela «en prueba de su admiración por su genio». Hawthorne, por su parte, no dudó en compararla con las más grandes producciones del espíritu humano, incluso la colocó a la par de la referencial 'Prometeo encadenado' de Esquilo, una de las tragedias más profundas y estremecedoras que se conocen.

​La caza eterna

Dejando a un lado su innegable calidad literaria, 'Moby Dick' siempre ha sido considerada también como un cuidado documento científico porque recrea al detalle las condiciones de vida a bordo de un navío y proporciona multitud de datos acerca de las ballena, su constitución, su modo de vida, los problemas que suscitan su persecución, captura y aprovechamiento. Pero, más allá de estas evidencias, esta fascinante y voluminosa obra es mucho más y a pesar de que, quizás, Melville nunca lo pretendió.

Si nos atenemos a la propia descripción que Melville hace de su capitán Ahab, descubrimos que «está acostumbrado a maravillas más profundas que el mar y lanza el arpón sobre enemigos más extraños y poderosos que las ballenas».

Siguiendo al dictado lo narrado por el autor también descubrimos que «cuánto enloquece y atormenta, todo lo sutilmente diabólico de la vida y del pensamiento, todo lo malo, se encarnaba para Ahab en Moby Dick».

Melville retiene la aparición de Ahab durante más de 100 páginas de su novela. Al principio tan solo es un nombre que corre de conversación en conversación, más tarde adopta la forma de una historia de un marinero.

Finalmente, se transforma en una presencia inquietante pero invisible, encerrado en su camarote, mientras el Pequod zarpa de Nantucket el día de Navidad y se dirige hacia el sur en busca de las zonas balleneras del Pacífico.

Podría decirse que, si para Julio Verne su gran creación literaria fue el capitán Nemo, para Melville lo fue su no menos atormentado capitán Ahab.

Muchos entendidos afirman que en la primera intención del escritor jamás hubo interés por escribir una vasta alegoría humana y divina. Da la sensación que la trama de su obra avanza por senderos que adquieren una dimensión diferente porque parten de una idea interesante pero común hasta que, poco a poco, la travesía del Pequod termina por convertirse en un viaje iniciático.

Los elementos principales del plano anecdótico -Ahab y la ballena- tienen su reflejo en el plano alegórico. Moby Dick es el Mal, instrumento de la venganza divina, o cuanto menos, un Mal querido por Dios, ese Dios justiciero e implacable de esas Escrituras judaicas que tan bien conocía el puritano Melville.

Ahab representa el Hombre, nuevo y eterno Prometeo espoleado por la locura, el orgullo y la soledad que, al enfrentarse al Mal, se dirige contra su propio destino y desafía al Ser Supremo, que le ha enviado a Moby Dick para hacerle una última advertencia, someterle a una prueba definitiva y acaso castigarle finalmente con una muerte terrible.

En resumen, Ahab persiguiendo a la ballena en el Hombre empeñado en la destrucción de algo comprendido y sentido por él como el Mal. Y Moby Dick, por su parte, destruyendo a sus perseguidores, representa la Justicia divina, abatiéndose sobre el Hombre rebelde y sus cómplices.

Se ha dicho, con respecto a esta novela, que su mensaje tan negativo y amargo, es inadmisible desde el principio. Porque en el desarrollo de su trama y si se prescinde de algunos hechos episódicos, como la relación entre Ismael - el narrador - y Queequeg -su amigo arponero- no hay asomo alguno de afirmación creadora ni caridad, ni tan siquiera posibilidad de redención alguna. No hay elemento positivo alguno, quizás varios esbozos humanistas.

En el horizonte de la novela no se asoma el Bien, sino la estela del Mal y, en consecuencia, no le cabe al Hombre otro recurso que el odio: odio legítimo, pues apunta hacia el Mal, que resulta ser esa fuerza infinitamente superiora que impide, con su negación de la libertad, la plena y feliz realización del ser humano.

Por ese motivo, el desenlace resulta tan profundamente desconsolador. Porque el Hombre sucumbe, mientras la bestia blanca -triunfante en este duelo y luciendo en su giba los más de cien arpones que jamás le causarán la muerte-, perseverará por los siglos, en su misteriosa labor vengativa y destructora.

​El escritor que se difuminó

El 29 de setiembre de 1891 algunos periódico neoyorquinos informaron a sus lectores sobre la muerte, ocurrida el día anterior, del señor Herman Melville, inspector de aduanas jubilado de 72 años de edad, que había escrito en su juventud algunas novelas de temática marítima. Melville fue en su juventud el prototipo del aventurero que busca  en los viajes y los peligros la calma de una tensión interna que le atormenta, la explosión adrenalítica que no halla cauce adecuado en la rutina urbana común.

Se embarcó a los 20 años de edad y no dejó de navegar durante 8 años continuados. En cuanto pisó tierra firme se casó con la hija de un juez de Massachusetts llamada Elizabeth Saw y se estableció en Nueva York.

Por aquel entonces llevaba publicadas dos novelas inspiradas en su singladura marina, 'Typee' y 'Omoo'.

La casi consecutiva llegada de sus hijos le convirtió en un hombre más o menos sedentario que calmó en exceso su ardor aventurero pasado. Pero no por ello dejó de escribir inspirándose en su pasado: 'Mardi', 'Reburn', 'White-Jacket', y a partir de 1850, su obra más ambiciosa y recordada 'Moby Dick: or, the While Whale'.

Después de esta obra monumental, publicó varias novelas menos relacionadas con el mar y pasados los 40 da la sensación que su filón imaginativo se agotó. Unido a ello llegó la trágica muerte de dos de sus cuatro hijos lo que le transformó en un hombre solitario y amargado.

Dio por finalizada su etapa literaria y se decantó por ejercer una humilde tarea de inspector de aduanas. Melville ya no escribió más novelas -parece que sólo terminó 'Billy Bud', publicada tras su muerte- y se limitó a firmar algunos versos de escaso interés. En esta última etapa, merece la pena destacar el relato corto 'Benito Cereno',  incluido en su libro 'The Plazza Tales'.

​La tragedia del Essex

En el otoño de 1820, el ballenero de Nueva Inglaterra Essex fue atacado por algo cuya existencia desafiaba toda lógica: una ballena de proporciones descomunales, con una determinación y empeño inquebrantables y un deseo de venganza casi humano.

Esta trágica epopeya real sirvió de inspiración para la novela Moby Dick, de Herman Melville. Pero Melville solo narró la mitad de la historia.

'En el Corazón del Mar' nos muestra las desgarradoras consecuencias que tuvo el encuentro con el monstruo marino, que llevó al límite de lo humanamente soportable a la tripulación superviviente y la forzó a hacer lo inimaginable para seguir con vida, el recurso del canibalismo.

Superando temporales, haciendo frente a la inanición, al pánico y a la más honda desesperación, los protagonistas de esta historia se cuestionaron sus más íntimas creencias.

Mientras su capitán trató de orientarse en alta mar, su primer oficial se obsesionó en dar caza a la gran ballena.

Esta crónica fue retomada por Nathaniel Philbrick en 'In the Heart of the Sea: The Tragedy of the Whaleship Essex', con la que ganó el Premio Nacional del Libro del año 2000 en Estados Unidos, en la categoría de no-ficción.

Quince años después de la pulicación del libro, Ron Howard dirigió una adaptación cinematográfica titulada 'En el corazón del mar' protagonizada por Chris Hemsworth.