La pareja de realizadores y guionistas que forman Benoît Delépine y Gustave Kervern, junto con colaboradores habituales como Yolande Moreau o Benoît Poelvoorde, constituyen el eje del mal del humor belga, caracterizado por un sentido del absurdo muy provocador. Quién no se acuerda de locuras y rarezas divertidas como ‘Louise-Michel’ (2008) o ‘Mammuth’ (2010), a la que ahora se suma la desquiciante ‘Borrar el historial’ (2020), premiada en la Berlinale con el Oso de Plata. Si en su genial obra de sketches ‘El sentido de la vida’ (1983) Monty Phyton se preguntaron sobre la inutilidad de nuestra existencia, Delépine y Kervern llevan más lejos esas dudas humanas al trasladarlas a la era de Internet, donde ya todo se vuelve demencial.

En estos otros sketches no dejan ningún elemento de actualidad relacionado con las redes sociales y las nuevas tecnologías sin ridiculizar, con escenas de una incorrección o un deliberado mal gusto que hace pensar en los hermanos Farrelly más inmundos. Y es el que el tema de marras no se merece el más mínimo respeto, en un mundo dominado por sonrojantes memes y tuits insultantes, algo que en el colmo de la idiotez lo llaman libertad de expesión.

Tres vecinos de una zona residencial de los suburbios sufren la dictadura tecnológica en sus trabajos y en su vida privada, por lo que hartos deciden unirse en un nuevo grupo de chalecos amarillos dispuestos no sólo a luchar contra las mareantes rotondas, sino incluso a declarar la guerra a los gigantes tecnológicos.

El enemigo responde a muchas siglas e iniciales, pero lo resumen en la GAFA, liderada por las representativas google, apple, facebook y amazon. La batalla va a ser terrible y desigual, pero merece la pena morir en el intento con tal de sobrevivir al uso de cookies, al lío de cables de los cargadores en el cajón, a las series adictivas, a los riders de entregas a domicilio, a...