Maitane ALDANONDO

Las peluquerías esquivan el miedo y recuperan el ritmo

No cabe duda de que la pandemia ha despertado más que nunca la búsqueda del bienestar. Mejorar las condiciones de los hogares ha sido una de las señales más claras, pero también mejorar la salud y embellecer la piel y el cuerpo de la «otra casa» que habitamos.

Aunque la situación no es todavía la habitual, las peluquerías ya han recuperado su ritmo. Así lo corroboran los responsables de Arantxa Otaegui y Errekamari en Hernani. Llevan muchos años en el oficio y a ambos les ha tocado vivir situaciones de todo tipo.

No creen que estos meses de pandemia hayan sido los más difíciles, aunque sí los más particulares. Juan Bautista Arregi, de Errekamari, lleva casi tres décadas en la profesión. Reconoce que no ha sido fácil y ha sentido miedo, pero la coyuntura no le ha afectado en exceso en lo laboral. «No ha sido especialmente duro, pero peculiar y raro, desde luego».

Coincide en su opinión Arantxa Otaegui, con más de cuatro décadas en el oficio. Admite que en su centro han andado «alterados» por las circunstancias, pero añade que la clientela ha respondido «bastante bien».

Pese a la posibilidad de dar sus servicios a domicilio, Otaegui optó por cerrar durante el confinamiento y tomárselo con filosofía. «Fueron unas mini vacaciones. Nunca había librado tantos días seguidos y los aprovechamos».

De casa en casa

Por su parte, Arregi decidió seguir. No en las primeras dos semanas de confinamiento, lógicamente, «porque la gente estaba con mucho miedo y tenías que entrar en su casa»; lo hizo algo más tarde, tras el parón obligado de tres semanas. Anduvo de casa en casa hasta que pudo abrir su local de Kale Nagusia. «Al principio era desolador. Estaba todo cerrado, nadie por la calle... Luego, te vas acostumbrando», apunta el peluquero.

Los dos hicieron cese de negocio, pero a diferencia de Otaegui, Arregi recibió tres meses de ayuda, 1.000 euros por el primer mes y 600 euros los siguientes.

Mayo les trajo una avalancha de clientes y trabajo acumulado: «Muchas raíces por teñir y melenas que recortar». Después la situación se calmó, y poco a poco se ha ido volviendo a lo habitual a lo largo de estos doce meses. Otaegui lo resume en que «estamos trabajando bonitamente, aunque no con esa alegría de antes que era una locura». Para ella la posibilidad de volver a celebrar actos sociales como bodas o comuniones en condiciones más laxas ha supuesto un empujón, ya que llegó a plantearse no abrir los sábados.

El miedo, en cualquier caso, ha estado presente desde el inicio de la pandemia y en algunos casos aún persiste. Hay clientas habituales que han espaciado sus visitas, otras que hace mucho que no las ven y alguna ha reaparecido en las últimas semanas.

No obstante, ven que la gente por lo general tiene ganas de cuidarse, «como siempre ha tenido», y de volver a la normalidad. No hay cambios en lo que sus clientes piden, si bien hay mujeres de cierta edad que han decidido romper con la rutina de teñirse todos los meses; una corriente que, como apunta Arregi, es anterior a la pandemia. Pero aún así, siguen pintando muchas canas.

La desinfección, una rutina

Entretanto, la limpieza y la desinfección tanto del local como de los útiles de trabajo se han convertido ya en una rutina. «Tenemos desinfectante como para limpiar todo Hernani», dice con humor la peluquera. «Las manos y los asientos están ya gastados». Ambos establecimientos cumplen estrictamente el protocolo y a veces ven que las clientas «supervisan« incluso cómo lo hacen.

Tampoco tienen problemas de aforo. Juan Bautista Arregi trabaja solo y por horas, por lo que las clientas no suelen coincidir en el local. En cambio, Otaegui forma parte de un equipo de cuatro personas, pero su local en Agustindarren plaza tiene espacio suficiente como para cumplir con la normativa sin excesivos problemas.

Ahora solo esperan a que el avance de la vacunación contribuya a dar el último paso para que la gente se anime a volver como lo hacía antes de la pandemia. Algo a lo que la posibilidad de quitarse la mascarilla contribuiría también de forma muy importante.

 

las ganas de salir y de cuidarse empiezan a notarse también en los centros de estética

Distancia social y ausencia de contacto son complicados cuando se llevan a cabo tratamientos estéticos. Para saber cómo les ha afectado la situación, hemos tocado la puerta del Centro de Estética Nekane situado desde 2006 en el barrio Antziola de Hernani.

«Psicológicamente ha sido un año muy duro. Económicamente, también. El miedo, el cansancio… Tengo ganas de que nos pongan la vacuna y recuperar la vida normal», resume Nekane Lizarribar, propietaria del negocio. Recuerda que volver tras el confinamiento fue un momento «muy duro», ya que no sabía si iba a trabajar o no. «Hago tratamientos como limpiezas de cutis y les daba miedo quitarse la mascarilla». La demanda de ese servicio ha bajado, pero tratamientos como los anticelulíticos y los masajes han subido, en parte por el deseo de apoyar el consumo local.

Percibe «ganas de salir y de cuidarse», así como que estos servicios son una forma de «premiarse». La mascarilla ha incentivado la venta de lápices de ojos al centrar la atención en la mirada, pero, a su vez, ha hecho descender la de pintalabios y cremas de color. «Te quedas igual», afirma Lizarribar.

Han sido meses de muchos altibajos. En las últimas semanas no da abasto, pero ha pasado meses en los que la situación era la contraria. «Hostelería cerrada, cierre perimetral y a las 18:00 de la tarde no había nadie en la calle. Estaba un poco pasando el tiempo». Además, debe guardar un tiempo entre servicios para la desinfección, lo que reduce el número de clientes. Ahora no le falta trabajo, pero mira expectante al otoño.