Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

Western, crónica americana en clave de épica y tragedia

EHU/UPV ha dedicado uno de sus cursos de verano a la realidad socio-étnica norteamericana a través de su producción artística en ‘el mito del Oeste’. Un tema de gran complejidad y extensión que en el cine ha contado con múltiples y muy diversas visiones.

Wes Studi protagonizó ‘Gerónimo, una leyenda’, un acercamiento al jefe apache Chiricagua dirigido por Walter Hill. (COLUMBIA PICTURES)
Wes Studi protagonizó ‘Gerónimo, una leyenda’, un acercamiento al jefe apache Chiricagua dirigido por Walter Hill. (COLUMBIA PICTURES)

Entre los cursos de verano organizados por EHU/UPV figura uno que se ha desarrollado esta semana y que fue dedicado a exponer la relevancia y pertinencia de la literatura, la cultura y las artes norteamericanas como ejemplo de la representación de la multiculturalidad y la diversidad racial contemporánea. Una aproximación a la realidad socio-étnica norteamericana a través de su producción artística y cultural e incidiendo en ‘el mito del Oeste’ o ‘la frontera mejicano-americana’ en las artes. Centrándonos en el cine, el western es junto con el musical el género que en más ocasiones ha eludido su siempre anunciado final. Superviviente nato, el western es un modelo cinematográfico destinado a recrear, una y otra vez, los cimientos culturales que marcaron la expansión de los Estados Unidos y el posterior eclipsamiento del modelo vital que se instauró en las praderas del Salvaje Oeste. Cuando cineastas como John Ford (‘El hombre que mató a Liberty Valance’), Anthony Mann (‘El hombre del Oeste’) y, sobre todo, Sam Peckinpah con películas como ‘Duelo en la Alta Sierra’ o ‘Grupo salvaje’ retrataron su crepúsculo, no solo no lograron determinar el epílogo del género sino que ampliaron sus posibilidades temáticas, visuales y éticas.
 
Este fenómeno dejó bien a las claras que los cineastas y por extensión el público, siempre han dedicado un hueco para dejarse llevar por aquellos forajidos, colonos y nativos que primero habitaron las vastas extensiones y después encontraron su último reducto en la frontera de México. Después de que Peckinpah dinamitara la frontera de Río Grande con la explosiva irrupción final de William Holden, Ernst Borgnine, Warren Oates y Ben Johnson en “Grupo salvaje”, los westerns de finales de los 60 y 70 se encargaron de revisionar todas y cada una de las temáticas y arquetipos que hicieron del western uno de los géneros más prolíficos del cine.

Vertiente antropológica

Mientras filmes como ‘Un hombre llamado caballo’, ‘Pequeño gran hombre’, el neowestern de Alan J. Pakula ‘Llega un jinete libre y salvaje’ o ‘Pat Garrett & Billy The Kid’ del reincidente Peckinpah, exploraban la vertiente antropológica, lírica y desmitificadora del género, Europa aportó a finales de los 60 un nuevo y sorprendente modelo con el que encontró la excusa perfecta para seguir habitando en las pantallas de cine. Abanderada por el maestro italiano Sergio Leone, esta novedosa revolución que nació de su referencial ‘Trilogía Dólar’ –compuesta por ‘Por un puñado de dólares’, ‘La muerte tenía un precio’ y ‘El bueno, el feo y el malo’– , provocó que hasta los propios autores norteamericanos siguieran las coordenadas estilísticas del llamado ‘spaguetti western’ y rodaran, con menor fortuna, variantes como ‘Cometieron dos errores’, filme dirigido en el 67 por Ted Post y protagonizado por un Clint Eastwood que regresó triunfante a Hollywood tras su exitosa experiencia italiana junto a su mentor Leone.

Con el paso de los años, sería el propio Eastwood el encargado de revitalizar el género con películas como ‘Infierno de cobardes’, ‘El jinete pálido’ y la definitiva ‘Sin perdón’. ‘Bailando con lobos’ de Kevin Costner alternó la épica y la vertiente antropológica y, con posterioridad, se instauró un revival encaminado a recuperar la esencia épica del género con películas como ‘Wyatt Earp’, dirigida por un Lawrence Kasdan que, con anterioridad, había legado para la posteridad el vitalismo épico de ‘Silverado’, George Pan Cosmatos que al igual que Kasdan, también se inspiró en el célebre duelo del O.K. Corral cuando rodó ‘Tombstone’.
 
Nuevas fronteras

Un autor que siempre debe figurar como albacea del western moderno es Walter Hill, un cineasta que siempre ha mostrado su devoción hacia este género con películas como ‘Forajidos de leyenda’ y ‘Geronimo’ o apadrinando la teleserie ‘Deadwood’. En el 95 fue el independiente Jim Jarmush quien apostó por el género en ‘Dead Man’ y, al igual que los hermanos Coen con su remake de ‘Valor de ley’, James Mangold también recuperó la esencia primitiva del género con el remake de ‘El tren de las 3:10’.

En su segunda experiencia como cineasta, Ed Harris se dejó llevar por la lírica de las balas en ‘Appaloosa’. Pero, sin duda, una de las apuestas más arriesgadas y más convincentes fue la revisión del personaje de Jesse James planteada por Andrew Dominik en ‘El asesinato de Jesse James por el cobarde Bob Ford’. En el año 2001, el aclamado autor de ‘Before the rain’, Milcho Manchevski, sorprendió con ‘Cenizas y pólvora’ cuya trama se desarrollaba en inusuales paisajes balcánicos y Takashi Miike dio rienda libre a la extravagancia del ‘Sukiyaki Western’ en la película ‘Django’ en cuyo prólogo aparecía un Quentin Tarantino, que tras la cámara aportó su personal vision del western con ‘Django desencadenado’ y ‘Los odiosos ocho’.

Imperio comanche

En su excelente ensayo ‘El imperio comanche’, el doctor en Historia por la Universidad de Helsinki Pekka Hämäläinen, aportó un extenso repaso a los cruentos acontecimientos que se escenificaron en la frontera de México y que tuvo como protagonistas de esta tragedia a los nativos. En un ejercicio de imaginación nos ubicamos en el siglo XVIII. Flautas y tambores anuncian la llegada de Juan Bautista de Anza a las praderas de la Comanchería. Porta ordenes del virrey y liderá una tropa de fusileros que se empleará a fondo en la tarea de eliminar a todo aquel comanche que se interponga. Acorralados en un precipicio, Cuerno Verde y sus hombres son acribillados por los hombres de Anza. Son fragmentos, renglones de historia escritos con sangre que nos descubren el modelo brutal e implacable que abanderó el insaciable colonialismo.

Otro capítulo histórico nos sitúa en México y está relacionado con la adhesión y juramento de lealtad que los indios del norte de México, representados por los comanches, hicieron al emperador Agustín de Iturbide y Aramburu cuyo origen familiar provenía de Nafarroa. Dicho juramento fue sellado por el jefe comanche Guanoqui y el licenciado Juan Francisco de Azcarate y entre los puntos acordados se mencionaba: «Habrá paz y amistad perpetua entre ambas naciones; cesan las hostilidades de todas clases y se olvida lo ocurrido durante el gobierno español. Se restituyen mutuamente los prisioneros, menos los que de su voluntad quieran quedarse en la nación en que se hallan; a los padres, madres y parientes que reclamen algunos». En la carta que Guanoqui escribió al emperador Agustín I para reiterar su lealtad y negar su participación en la rebelión que, orquestada por las sectas secretas creadas por el ministro plenipotenciario de EEUU, Joel R. Poinsett, pretendían derrocarlo, dijo: «Confíe V.M.I. en la Nación Comanche de Oriente: ella, sus subordinadas y aliadas son guerreras y fuertes; saben sostener lo que una vez dicen; desbaratan a los enemigos del Imperio con el fusil, la lanza y la flecha, del mismo modo que lo hacen con las fieras bravas, y como vencen cada día a las naciones que se les oponen; no serán gravosas al Imperio, porque no se mueven por interés sino sólo por conservar la independencia de este suelo. Todos debemos vivir con la quietud y seguridad con que los pájaros de pluma hermosa vuelan por el aire alegrando los campos y debemos acabar con las aves de rapiña que los inquietan».

Nosotras también cabalgamos

Las duras condiciones de vida del Salvaje Oeste no hicieron mella en las mujeres que se desplazaron hasta las comunidades mineras y los territorios fronterizos. Muchas llegaron a estos lugares inhóspitos con intención de trabajar como costureras, enfermeras, dependientas o maestras. Las menos afortunadas se vieron abocadas a la prostitución o pasarse al otro lado de la ley. Tales fueron los casos de supervivientes natas como Pearl Harl –quien pasará a la historia como la última persona que asaltó diligencias– o Jennie Metclaf ‘La Rosa de Cimarrón’, la cual cabalgó junto a una de las últimas y más célebres partidas de forajidos, la dirigida por Bill Doolin. Otra de las mujeres más conocidas del Salvaje Oeste fue Martha Jane Cannary Burke, más conocida por su sobrenombre de ‘Calamity Jane’. En cine y series topamos con ‘Rapida y mortal’, un western con el que Sharon Stone quiso romper los arquetipos masculinos del género. Más tarde llegaron ‘Jane Got a Gun’, con Natalie Portman, y la miniserie ‘Godless’ que fue definido como un western feminista.