Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

Inmunidad de grupo: la meta aguarda pero no se está quieta

Desde finales de diciembre del año pasado, cuando se administraron las primeras vacunas, asistimos a una cuenta atrás que debería culminar con la inmunidad de grupo,  un objetivo anhelado pero que no será fácil alcanzar. Hay muchos factores que cuentan.

Gesto de complicidad entre una mujer joven y la sanitaria que le administra la vacuna durante la prueba piloto realizada a principios de marzo en Illunbe.           (Gorka RUBIO I FOKU)
Gesto de complicidad entre una mujer joven y la sanitaria que le administra la vacuna durante la prueba piloto realizada a principios de marzo en Illunbe. (Gorka RUBIO I FOKU)

El miércoles pasado el director general de Salud de Nafarroa se atrevió a poner en cifras una idea que lleva varias semanas sobre la mesa, sobre todo desde que la variante Delta dejó claro que las previsiones que se manejaban desde hacía meses no cuadraban. Carlos Artundo situó en un 85-90% de población inmunizada el objetivo a alcanzar para lograr la inmunidad de grupo.

Antes que él, otras voces autorizadas habían advertido de que el 70% que se ha citado hasta ahora iba a quedar corto, y en una entrevista publicada el lunes en estas páginas el epidemiólogo del Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra Jesús Castilla señalaba que esa cifra fue una especie de lugar común basado en una estimación general, que podía servir para fijar unos objetivos operativos, y añadía que realmente nadie sabe con certeza en qué punto de vacunación podrá alcanzarse la inmunidad de rebaño.

La transmisibilidad del virus

Y es que son muchos los elementos que entran en juego para llegar a ese escenario, que se define como la protección que posee una población ante una enfermedad infecciosa como consecuencia de la presencia de individuos inmunes en la misma. O dicho con otras palabras, la resistencia colectiva que una comunidad posee ante una infección.

Es un concepto sobre el que se ha teorizado mucho en las últimas décadas y que parte de la base de que un brote se agota porque al avanzar la epidemia y aumentar la proporción de personas inmunes al agente infeccioso, cada vez es más improbable el contacto entre infectado y susceptible, y llega un momento en el que la gran proporción de inmunes bloquea la transmisión.

Siguiendo esta reflexión, los programas de vacunación sistemática tienen por objetivo producir una elevada proporción de individuos inmunes en la población, de manera que se impida la transmisión de la infección para que con ello sea prácticamente imposible la aparición de fenómenos epidémicos.

Lo que sucede es que el umbral de vacunación necesario para impedir esa transmisión no es el mismo en todas las enfermedades.

Así, para que una epidemia pueda persistir cada infectado debe transmitir como mínimo la infección a un individuo, y si la media de transmisiones por caso es inferior a uno entonces la infección tenderá a desaparecer.

Se denomina número básico de reproducción de casos –R0– a la cifra media de infecciones producidas directamente por un caso infeccioso durante su período de transmisibilidad. Es un parámetro sobre el que hemos escrito mucho en este año y medio, y que depende de la probabilidad de transmisión por contacto, del número de contactos potencialmente infecciosos por unidad de tiempo de una persona y de la duración de la transmisibilidad.

En resumidas cuentas, la capacidad del virus para transmitirse determina el porcentaje de inmunizados necesario para alcanzar la protección colectiva.

Y resulta que en el caso del SARS-CoV-2 algunas de las sucesivas variantes que han ido apareciendo, como la Alfa, hace meses, o la Delta, preponderante en este momento, han provocado que el virus sea más transmisible, entre cinco y ocho veces más que la cepa original según algunos estudios. Y eso ocasiona irremediablemente que haya que subir el listón de la campaña de vacunación.

Vacunación no es inmunización

¿Cuánto? No se sabe. Y aquí hay que tener en consideración otro factor que a veces se pasa por alto y que es determinante en esta materia: vacunación no es lo mismo que inmunización. No al menos en este supuesto.

Para que los modelos que sirven para determinar la tasa de vacunación necesaria para alcanzar la inmunidad de rebaño tengan sentido las vacunas deben ser capaces de evitar el contagio. Son lo que conoce como vacunas esterilizantes. De lo contrario, alcanzar la inmunidad por esta vía es una quimera. Y resulta que las actuales vacunas contra el covid son muy eficaces a la hora de impedir la enfermedad sintomática, y mucho más las formas graves de la misma, pero no lo son tanto para evitar el contagio.

Lo son mucho, en torno al 70% según el último informe del Ispln, aunque los porcentajes varían en función de los estudios, de la marca y tipo de vacuna... y de las variantes. Porque aquí estamos en las mismas. 

Algunas cepas han mostrado mayor capacidad de eludir el efecto de la vacuna, no de forma muy significativa pero sí suficiente para bajar algún peldaño su capacidad para prevenir la infección. Y si ya de por sí esta no era del 100%, la ecuación se nos complica.

Si tenemos un virus cuya capacidad de transmisión varía, y si cambia también su resistencia a la vacuna, lo que tenemos es un objetivo, la inmunidad de grupo, que está ahí, aguardando, pero que no está quieto.

Y es que además hay otros factores que no ayudan a hacer el cálculo: la duración de la inmunidad –¿cuándo decae? ¿Desaparecerá?–; la existencia de reservorios animales; si hay grupos concretos que no se inmunizan... De modo que a día de hoy es muy difícil concretar en qué momento se alcanzará el objetivo. De hecho, tampoco una hay garantía de que se logre, sobre todo en un contexto de tanta movilidad en todo el mundo.

Pese a ello, los motivos para el optimismo superan con creces a cualquier razón para el desánimo. Esta última ola, que ha dejado las tasas de incidencia más altas desde la primera, se está saldando con un número de hospitalizados y sobre todo de decesos muy inferior a las anteriores. Y aunque cada ingreso es un drama y cada muerte una tragedia, las vacunas han pasado con nota el test.

Y aun cuando la trasmisión del virus no fuera erradicada del todo, algo que está por ver, no es igual que haya cien fallecimientos cada semana o que haya brotes sueltos sin trascendencia sanitaria. No es lo mismo.

La inmunidad de grupo, más si tiene alcance global, es la meta, es nuestro Ítaca particular, pero cada paso dado hasta alcanzarla va a ser un triunfo frente a la pandemia.