Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión
CRíTICA ‘NO SOMOS NADA’ (ZINEMIRA)

El ruido y la coherencia

Euskal Herria-Perú. Director: Javier Corcuera. Guion: Javier Corcuera y Manuel Viqueira. Intérpretes y música: La Polla Records.

‘No somos nada’.
‘No somos nada’.

Prendida la pantalla asoma un tipo ya un poquito mayor con un palo que utiliza a modo de apoyo y compañía, porta una mochila y se le ve embelesado y plenamente identificado con los bosques y paisajes naturales que le rodean en este su paseo matutino.

En su ruta, tararea una alegre tonadilla y no, no se trata de José Antonio Labordeta, sino de uno de los personajes más explosivos que haya pisado escenario alguno.

Evaristo Páramos, ante la cámara de Javier Corcuera, confiesa que en realidad no estamos ante una especie de Doctor Jekyll que, de una vez por todas, se libró de su alter ego Mr. Hyde por que lo que el cantante de La Polla Records viene a decirnos es que siempre fue así, tímido, alguien a quien le horrorizan las multitudes y que sí por él fuera, convertiría todas las carreteras en un verde prado infinito.

En este excelente retrato titulado 'No somos nada', topamos con una banda que subvirtió códigos, rompió fronteras y lanzó como nadie había lanzado hasta entonces y de manera tan directa como afilada, las mayores verdades comprimidas en dos o tres minutos de acelerada pulsación.

La excusa de la gira de despedida emprendida por La Polla Records bajo el título ‘Ni descanso ni paz’, cortada en seco por la pandemia, permite una alternancia entre los paseos y reflexiones de Evaristo, y la volcanía sintonía que se estableció entre muy diversas generaciones de seguidores y los  tres miembros supervivientes de la formación de Agurain, reforzados por la guitarra de Txiki y la batería de Tripi.

Si a Evaristo le corresponde mostrar la cara más reconocible del discurso de La Polla, es en esos instante de recuerdo para quienes ya no están donde la presencia del bajista Abel, recordando al guitarra Txarli y al batería Fernando donde se revelan los momentos más sensibles en lo relativo al recuerdo presente de lo que siempre ha sido y será aquella cuadrilla que no tenía ni idea de tocar un instrumento y que eran la antítesis de lo que siempre se pregonó debía ser un punky.

Abel también nos recuerda que al otro guitarrista, Sumé, nunca le gustaron las entrevistas, así que no aparece en el documental.

A todo ello se añadió que eran felices entre balidos de ovejas, en sus paseos en un coche disfrazado de escarabajo y al calor de un bar tomando unas birras, escuchando a bandas como los Sex Pistols, que sabían mucho de ruido y furia.

Bien calibrado, este largometraje documental goza de un ritmo que no decae en momento alguno y entre los testimonios y las secuencias en directo -tanto del pasado como del presente más cercano-, asoman unas muy oportunas animaciones que nos devuelven a aquellos fancines de grapa y fotocopia.

Para rubricar este impecable acercamiento a La Polla, asoma la figura de Pilar y de esta forma, la madre de Evaristo se convierte de manera involuntaria en una «robaplanos» que comparte junto a su hijo –y cuando se cree que los micros ya no alcanzan en la distancia pero continúa la filmación– algunos diálogos para enmarcar.

Tan solo me quedo con ganas de una cosa tras visionar ‘No somos nada’ el testimonio del «sufrido» roble que se ha convertido en cómplice y oyente obligado y constante de Evaristo.