Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

Una de tantas gritonas tertulias de bar

‘EL CLUB DEL PARO’
Estado español. 2021. 83’. Dtor. y guion: David Marqués. Prod.: Ramiro Acero/ Sunrise Pictures Company/ Vértice 360/ Telespan 2000. Int.: Carlos Areces, Adrià Collado, Fernando Tejero, Eric Francés, Antonio Resines, Javier Botet, Carmen Ruiz, Veki Velilla, Susana Merino.

 Claqueta del rodaje llevado a cabo durante este mismo año. (NAIZ)
Claqueta del rodaje llevado a cabo durante este mismo año. (NAIZ)

Las tertulias de bar suelen acabar por lo general a voz en grito, a nada que estén bien regadas en alcohol y a partir de la segunda o la tercera caña ya van subiendo de tono. En el 2013, a David Marqués se le ocurrió hacer un corto reflejando ese tipo de ambiente cargado, con un reparto que repite en su versión extendida, salvo por la entrada de Fernando Tejero, que sustituye a Alberto San Juan.

El defecto de ‘El club del paro’ (2021) se repite, ya que cuando los cuatro protagonistas hablan a la vez  y chillan no se entiende lo que dicen, bajo la sospecha de que a fin de cuentas sus aportaciones a la conversación, más allá del hastío o la rabia que denotan, no son de mayor interés. El cuarteto resulta muy prototípico en conjunto, por más que se quiere dar diversidad a sus diferentes personalidades, las cuales se terminan solapando, al igual que sus acaloradas discusiones.

Los correspondientes registros actorales son muy monocordes, y nadie se sale del guion en ningún momento, hasta el punto de que se dirían encorsetados en sus respectivos papeles. Carlos Areces es el Pepito Gruñón del grupo, siempre descontento y envidioso de la suerte en la profesión periodística representada por Adrià Collado, que es el colega al que nunca le falta trabajo.

En la misma situación de parado está el chanchullero al que da vida Eric Francés, al que apodan El Negro, por pertenecer a la economía sumergida. Y, por último, Fernando Tejero interpreta de forma afectada a un paranoico que culpa de su marginalidad a conspiraciones de otros mundos, que escapan a la comprensión de sus amigos.

Bueno, lo de amigos tal vez haya que matizarlo, en vista de que siempre acaban despellejándose los unos a los otros, aunque tal vez en el fondo se necesiten mutuamente, cuando menos para desahogarse y sentirse  a salvo del exterior dentro de la rutina diaria de los tragos compartidos en su mesa de bar Rami.