Beñat Zaldua
Edukien erredakzio burua / jefe de redacción de contenidos

No te fíes de tus ojos

No te juegues nada a que las fotografías que ilustran este reportaje sean reales. Jonas Bendiksen ha experimentado, en todos los sentidos, con los límites de las ‘fake news’ en el trabajo ‘The book of Veles’. No los ha encontrado, y ha acabado engañando al festival más prestigioso del sector.

Una de las imágenes de "The Book of Veles". El escenario es real, pero la vida que hay en él, no. (Jonas BENDIKSEN/MAGNUM PHOTOS)
Una de las imágenes de "The Book of Veles". El escenario es real, pero la vida que hay en él, no. (Jonas BENDIKSEN/MAGNUM PHOTOS)

Todo cuadraba en el trabajo de Jonas Bendiksen. La constante cuadratura del círculo podía haber levantado alguna sospecha, pero nos gustan las historias redondas, más si vienen ilustradas con las imágenes de un fotógrafo noruego de renombre, avalado por nada menos que la Agencia Magnum, la criatura constituida en 1947 por Robert Capa y Henri Cartier-Bresson.

Veles es una pequeña ciudad de Macedonia del Norte que saltó a la fama en 2016, cuando se convirtió en un potente nodo de fake news y desinformación durante las elecciones estadounidenses que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca. No había conspiración ultraderechista, eran adolescentes en busca de dinero fácil.

Interesado en las entrañas y las fronteras de la desinformación, Bendiksen empezó a investigar, y el relato empezó a tomar forma por sí solo: «Comencé a buscar en Google y rápidamente me di cuenta de que la ciudad tenía un homónimo: el antiguo dios Veles». «Era un dios realmente astuto: camaleónico, dios del caos, la magia y el engaño. Así que imagino que se habría sentido bastante feliz con todas las noticias falsas que salían de la ciudad que llevaba su nombre», explica el fotógrafo en una entrevista en Magnum.

Bendiksen dio con un libro llamado ‘The Book of Veles’, un antiguo manuscrito descubierto en 1919 que, una vez descodificado, resultó ser una narración épica sobre los primeros eslavos. «Sigue siendo algo así como un libro santo en varios círculos nacionalistas», pero la mayoría de historiadores y lingüistas concluye que es un texto falso, inventado por sus supuestos descubridores.

Sin embargo, en 1973, un académico estadounidense tradujo el libro al inglés, sin darse cuenta de su falsedad, y añadiendo infinidad de comentarios para resaltar la importancia histórica del escrito. La historia de Bendiksen se estaba escribiendo sola. Solo quedaba decidir cuántas vueltas de tuerca más podían dársele. Fueron unas cuantas.

La fotografía, solo una herramienta

Bendiksen se planteó varias preguntas: «¿Cuánto tiempo falta para que veamos un ‘fotoperiodismo documental’ sin otra base que la fantasía del fotógrafo y una potente tarjeta gráfica? ¿Podremos notar la diferencia? ¿Es difícil hacerlo?». El autor noruego decidió emplear la fotografía para explorar los límites de las fake news. No los encontró.

En la amplia entrevista en la que lo contó todo, hace dos semanas, Bendiksen explica que primero fue a YouTube y aprendió de forma bastante sencilla a utilizar software de videojuegos y películas para crear modelos realistas de gente en 3D. Luego viajó a Veles, pero por una vez, apunta, no tuvo que gastar todo su tiempo intentando contactar gente. «Solo fotografié espacios vacíos, apartamentos, oficinas, parques y cualquier escena de mi interés», añade.

«Luego capturé la luz específica de la escena utilizando una cámara especial de 360º y algunos métodos del mundo de los efectos especiales», sigue Bendiksen, que tuvo la suerte de acabar el trabajo de campo a finales de 2019, antes de que llegase la pandemia con sus restricciones. «Una vez en casa, aprendí cómo convertir esas fotografías en espacios 3D y situé mis avatares en la escena, con emociones, poses y la iluminación acorde con la imagen original», sigue.

Pero no solo es la imagen. La generación de texto mediante Inteligencia Artificial también se está desarrollando rápidamente. «Encontré un sistema gratuito y entrenable para crear texto, llamado GPT-2. Son sistemas que suelen usar compañías que necesitan servicios de respuestas automatizadas», sigue Bendiksen, que añade: «La cosa es que puedes entrenar más los sistemas, si los alimentas con las obras completas de Shakespeare, escupirán un verso de Shakespeare bastante convincente. Si los alimentas con la Biblia, escupen más escrituras sagradas».

Bendiksen alimentó el sistema «con todo artículo en inglés que encontré sobre la industria de los fake news en Veles», y la Inteligencia Artificial le devolvió el ensayo de 5.000 palabras que constituye la parte escrita del libro: «No escribí una sola palabra». Hizo lo mismo con las citas textuales y con las partes de supuestas escrituras antiguas procedentes del apócrifo manuscrito de 1919. Con todo ello pergeñó un libro al que llamó, también, ‘The Book of Veles’ y que, según sus propias palabras, «se ha vendido bastante bien».

¿Pero es que nadie se va a dar cuenta?

El fotógrafo no duda cuando le preguntan a quién está más orgulloso de haber engañado: «Mis colegas fotógrafos de Magnum». «El hecho de que ninguno de mis compañeros me pillara fue un buen indicador de que iba en la dirección correcta; o en la equivocada, depende de cómo lo veas todo», añade. Bendiksen asegura que no le gusta engañar: «Como muchos criminales, he esperado con ansias a que mi tapadera se descubriese, para no tener que jugar más y poder ser honesto de nuevo». No hubo manera.

Inventó excusas para no tener que dar entrevistas a las revistas que buscaban hacerse eco del trabajo y compró, por 40 euros, un perfil falso de Facebook a nombre de una inexistente Chloe Miskin, que introdujo durante semanas en el círculo de fotoperiodistas y editores, para después intentar levantar sospechas sobre el libro. En vano.

Pero no pudo evitar un último órdago. Envió el trabajo a ‘Visa pour l’Image’, el mayor festival de fotoperiodismo: «Me sorprendí de que ninguno de mis colegas cuestionase nada sobre el libro, por lo que necesitaba comprobar si las imágenes podían pasar realmente los filtros más exigentes».

Pero en Perpinyà tampoco sospecharon, y se lo aceptaron: «Me sentí fatal, porque no estaba siendo honesto con ellos; por otro lado, sentí que seguir adelante podría ser muy importante para el fotoperiodismo y nuestra industria». «Si imágenes fake generadas por ordenador son aceptadas por los examinadores que deben elegir lo más destacado del fotoperiodismo del año, esto demuestra que toda la industria es bastante vulnerable», añade, tras lo cual se disculpa ante el director del festival, Jean-François Leroy.

Una vez el festival Visa programó una proyección de su trabajó, decidió intentar levantar la liebre de nuevo con Chloe Miskin, esta vez en Twitter. Solo un usuario, de nuevo en vano, siguió la corriente.

La proyección se realizó en el prestigioso encuentro fotoperiodista de Catalunya Nord. El propio Leroy, tras pedir disculpas, demostró cintura una vez conocida la ‘estafa’ de Bendiksen: «Al principio quedamos estupefactos, pero pronto empezamos a reflexionar sobre las lecciones a aprender de la experiencia».

Y en cuanto al propio fotógrafo noruego, lo mejor puede ser leerle de primera mano: «A corto plazo, visto que he mentido y producido fake news, he socavado en cierto sentido la credibilidad de mi trabajo. Pero espero que sea visto como un paso atrás y dos adelante, y que este trabajo abra los ojos de la gente ante lo que nos espera y ante el territorio al que se dirigen la fotografía y el periodismo».

Las ‘fake news’ no son nuevas, como no lo son el uso de la mentira ni del engaño, nadie se ha caído del guindo. Pero jamás había existido un arsenal como el de hoy en día. «Las nuevas tecnologías totalmente digitales están a punto de invadirnos como un tsunami. En unos años, la producción de vídeos falsos se podrá realizar fácilmente en un móvil. Los retratos generados por IA (como en thispersondoesnotexist.com) son cada vez más convincentes», reflexiona Bendiksen, que no se muestra muy optimista: «Dudo mucho de que toda esta tecnología e información nos haga más inteligentes o más sabios. Hay demasiada información, es demasiado fácil difundirla por todas partes y todos pueden elegir con qué pequeño fragmento relacionarse. Nuestro poder de análisis no está mejorando. Las redes sociales y YouTube son super eficaces si necesito consejos sobre cómo cambiar un filtro de diésel del motor de mi barco, pero para los problemas más amplios, soy pesimista».