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Bruselas

La Unión Europea abre la jaula de grillos en el debate sobre la energía

La carestía del gas y la electricidad ha empujado a la UE a emprender una reflexión de calado sobre la energía, que va desde la nuclear a la biomasa, pasando por el clima, los mercados o la geopolítica, y que arranca en paralelo a las negociaciones para recortar drásticamente las emisiones de CO2.

Una gran manifestación contra el cambio climático tuvo lugar en Bruselas el pasado 10 de octubre. (Nicolas MAETERLINCK/AFP)
Una gran manifestación contra el cambio climático tuvo lugar en Bruselas el pasado 10 de octubre. (Nicolas MAETERLINCK/AFP)

«Resulta obvio que necesitamos más renovables, más energía limpia. El precio ha disminuido considerablemente (...). Ese es el camino a seguir. No generan CO2 y son domésticas», ha declarado este viernes la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al término de una cumbre en la que la energía ha ocupado gran parte de la agenda.

El Consejo Europeo respalda con firmeza esa estrategia, pese a las constantes pegas de Polonia, Hungría y, en menor medida, la República Checa. De hecho está plasmada en la Ley Europea del Clima, norma vinculante para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050.

Tampoco se cuestiona que el gas, considerado barato y estable, se califique como la «energía de transición».

Pero cada Estado miembro tiene una realidad energética distinta y su propia percepción de la crisis de precios actual, con «divergencias sobre las causas, los efectos, la duración y cómo abordarlo», tal como reconocen fuentes diplomáticas consultadas por la agencia Efe.

Alemania no abandonará el carbón hasta 2040, pero acabará con su energía nuclear en 2022, mientras que el Estado francés tiene el segundo parque atómico más grande del mundo y quiere reforzarlo.

El principal suministrador de gas al Estado español es Argelia, mientras que Irlanda lo importa de Escocia y Finlandia lo obtiene de Rusia, como hacía Lituania hasta que optó por el de Noruega.

De ahí que esa reflexión de calado, con unas profundas implicaciones políticas, económicas y sociales, deba tener en cuenta «la diversidad y especificidad de las situaciones de los Estados miembros», según señalan las conclusiones aprobadas por el Consejo.

Sin intervenir en los mercados

De esta cumbre ha salido también el compromiso de evaluar si «determinados comportamientos comerciales» en los mercados del gas, la electricidad y las de emisiones de CO2 «requieren más medidas reglamentarias».

Hay socios, como el Estado español, que creen que el mercado eléctrico «no está enviando las señales de precio adecuadas», mientras que otros, como Polonia, creen que la energía se está encareciendo, en parte, porque se está especulando con el precio del CO2.

Las conclusiones de esos análisis se conocerán en los próximos meses, aunque la premisa de la Comisión es que no hay indicios de errores o manipulaciones.

La cuestión nuclear no está zanjada

Otro de los asuntos que sobrevuela el debate energético, y que está ganando vigor ante la necesidad de liberar menos CO2 y los altos precios de las importaciones de hidrocarburos, es la energía nuclear, que representa el 26% de la electricidad de la UE y el 13% del consumo final de energía.

Trece de los veintisiete Estados miembros tienen reactores nucleares y, aunque algunos se encaminan a abandonar esa fuente de generación a medida que las centrales agotan su ciclo de vida, diez de ellos presionan para que se considere ‘verde’. Es evidente que plantea desafíos en términos de seguridad y residuos pero sus defensores inciden en que apenas emite CO2.

La nuclear es «una fuente de energía asequible, estable e independiente», sostiene ese grupo de países, que lidera París y que completan Bulgaria, Croacia, Chequia, Finlandia, Hungría, Polonia, Eslovaquia, Eslovenia y Rumanía.

Quieren que la generación atómica se considere una inversión sostenible en las reglas de la «taxonomía» (clasificación) que prepara la Comisión Europea, de forma que le abra la puerta a condiciones de financiación amables. Bruselas, que se declara tecnológicamente neutral, lleva años postergando esa decisión política.

La lucha contra el cambio climático

La crisis de precios coincide con el inicio de las negociaciones legislativas para cumplir el objetivo de la UE de acelerar el recorte de emisiones de CO2 un 55% para 2030 respecto a 1990.

Polonia y Hungría ya han atacado directamente la propuesta de la Comisión, vinculando el alza de los precios a las políticas climáticas y acusándola de poner en peligro a las clases medias, extremo que preocupa en Bruselas, según apuntan las mismas fuentes.

¿Hasta cuándo la escalada de precios?

Genera incertidumbre también no saber cuánto durará la actual escalada de precios. La Comisión cree que la carestía remitirá en abril, cuando se espera que el nuevo gasoducto ruso Nord Strem 2 empiece a bombear gas hacia Alemania a través del Báltico.

Pero algunos Estados miembros temen que pueda prolongarse más allá. «Nadie me garantiza que esta subida de precios se vaya a solucionar en pocos meses», asumió en rueda de prensa el presidente francés, Emmanuel Macron.

Algunas fuentes implicadas en el debate energético europeo hablan, además, de cuellos de botella como el de los semiconductores, el encarecimiento del petróleo bruto y de la gasolina o una posible presión a futuro de otras materias primas y commodities, como las tierras raras necesarias para fabricar baterías.

Y temen que el problema del gas sea solo el principio de una «década de turbulencias» para dejar atrás más de un siglo de desarrollo económico impulsado con energías fósiles.