Sergio Iglesias
Entrevista
Luis Vil
Músico

«Las bandas frívolas solo son cadáveres»

Luis Vil es un filón para cualquier periodista. Le pones la grabadora delante, das al botón y ya no tienes más que hacer que sentarte a escuchar… y a aprender. Y es que, este artista multidisciplinar laudiotarra tiene mucho que contar.

Luis Vil. (Aritz LOIOLA / FOKU)
Luis Vil. (Aritz LOIOLA / FOKU)

Siempre es un placer tener una entrevista con el músico laudiotarra Luis Vil para que nos explique, por ejemplo, su visión desencantada ante una industria, a la que un día decidió dar la espalda para no volver, y dedicarse a crear su manera y con absoluta libertad.

Una persona que demuestra con palabras, pero sobre todo con hechos, que no siempre el camino fácil, o el que sigue todo el mundo, es el correcto.

En su último «artefacto sonoro», «El túnel», ha colaborado su hijo, su sobrino y una persona que, para usted, ya es como de la familia, como es Josean Valle quien, a su vez, también forma parte de Luis Vil y La Brigada Político Social junto a otra amiga como María Rivero. ¿Le da mucha importancia a la gente que le rodea a la hora de trabajar?

Sí. Me gusta trabajar con amigos o gente que voy conociendo, y lo que siempre busco es que se lo pasen bien y se sientan parte de una historia colectiva. Valoro mucho la empatía y estar con gente con la que estoy a gusto y que esa gente también esté a gusto conmigo. Me atrae la parte emocional de cuidar a los que me rodean, dándoles la importancia que tienen. En el mundo del “artisteo” hay mucha gente que va sembrando, pero yo pienso que, a la gente que está en esto hay que cuidarla. Con cada persona tengo un tratamiento diferente. Por ejemplo, si viene alguien que no conozco siempre trato de hacer un trabajo previo para que se sienta a gusto, porque, normalmente, vienen por otro amigo al que pido referencias; generalmente, siempre traen gente de confianza…pero no me traigas a un policía nacional de paisano porque no (risas).

Además, tengo la suerte de que la gente a la que invito vienen encantados porque saben que van a quedar bien parados y se van a sentir reconocidos. La amistad la veo muy importante para hacer esta historia y la propia experiencia de hacer todo esto, me llena más que el resultado final.

Ya hace tiempo que dejó de hacer discos para centrarse en hacer videos musicales con sus canciones. ¿Ha acabado desencantado con la industria musical?

Pienso que hay demasiado romanticismo en torno al disco como un proyecto conceptual en el que ya no creo, hay muy pocos discos conceptuales en la historia del rock y son cosas muy ubicadas en un tiempo concreto y con un concepto muy claro, como puede ser “Ziggy Stardust”, de David Bowie o “Berlin”, de Lou Reed.

En ese sentido, yo me veía atrapado en la idea de hacer un disco cada año y medio… exprimirte la cabeza para sacar once temas, aunque solo tengas cinco buenos, me ataba mucho. Yo quería más libertad: si no tengo nada que cantar, no canto nada. Por eso pienso que, por lo general, los discos son tan irregulares, se meten muchas canciones de relleno para cumplir con lo que es el estereotipo de un disco. Todo esto, sumado a cómo funciona el mundo moderno, en el que la gente, salvo alguna excepción, ya no escucha discos, me convenció de hacerlo de esta manera. Antes no existía tanto ocio y la gente escuchaba los discos a modo de ritual, pero ahora la gente va al Youtube o al Spotify a escuchar canciones sueltas, de alguna manera se ha vuelto al formato de single y yo quiero ir a eso: escribir esa canción cuando, realmente, tenga algo que contar, y ese tema, por mi defecto de mi pasión por la imagen, creo que es una extensión más de la música. Yo, cuando escucho música, veo imágenes y viceversa.

Efectivamente, se ve en su trabajo que concibe el tema musical como algo más que una canción, cuidando todos los aspectos visuales y estéticos…

Eso es. Yo trato de hacer un todo de la canción, y de ahí lo de denominarlo “artefactos”, más que videoclips, que es un concepto muy estereotipado. Se trata de unir, tanto música, imagen y temática concreta de los diferentes proyectos que tengo, y ahí doy mucha importancia a la música, al vestuario, a la luz… esto me permite estar un mes con una canción, mimándola y dándole vueltas, en vez de estar tres meses con un disco.

En sus inicios, empezó usted escribiendo en inglés, pero enseguida se dio cuenta de que no tenía mucho sentido, algo en lo que parece que fue un poco visionario, viendo la evolución idiomática de muchas bandas de aquella generación…

Yo cantaba en inglés porque mis referencias musicales eran anglosajonas: Iggy Pop, MC5, Radio Birdman, New Christs… Pero me di cuenta de que no me sentía identificado porque, además, mi inglés era muy limitado. El detonante para el cambio fue descubrir a Lagartija Nick y decir «coño, un grupo cantando en castellano… y ¡qué pedazo de letras!». Entonces me di cuenta de la belleza del lenguaje en sí, de mandar el mensaje recurriendo a escribir bien.

El inglés te permite cantar lo que te dé la gana sin comprometerte con nada, pero cuando cantas en castellano o en euskara, te entiende la gente de donde tú vives y ya tienes que saber qué vas a contar y medirlo. Cuando descubrí esto, me di cuenta de que me gustaba escribir y contar cosas más allá del “sexo, drogas y rock and roll”. Con el castellano o el euskara, puedes tomar la letra o el lenguaje como un vehículo instrumental, porque lo importante es la belleza de las palabras y cómo las conjugas… En ese sentido, a mí me gusta comunicar en partes existenciales, sociales y políticas de la vida, pero siempre huyendo del panfleto y mordiendo un poco más. A la gente tienes que despertarles y contar las cosas de una manera concreta, y para eso hay un lenguaje muy rico, poético e incluso brutal y bizarro para llamar la atención porque, si no, tu relato va a pasar desapercibido. En ese proceso de despertar a la gente, tienes que provocar y el arte tiene que ser perturbador, yo detesto lo frívolo, en ello no hay conflicto y la vida es conflicto. El arte tiene que ser algo que sirva para plantear preguntas y movernos, y en esa provocación, generar conflicto y, con ello, antipatías, simpatías y mucho odio… pero la vida es así.

¿Cree que, teniendo el altavoz que tiene, el músico debe, por decirlo de alguna manera, «molestar» con sus canciones?

Hoy en día, en el mundo del rock hay instalado un vacío tremendo, se ha vuelto excesivamente frívolo y está totalmente institucionalizado. En la época en que yo crecí no era así, yo he vivido siempre en conflicto, por mi forma de vida, por mi curro, por el barrio donde me crié… y, en esa situación, necesitas esa herramienta que es la música para sacar lo que tienes dentro: rabia, ira, emoción, alegría…pero esa gente que lo tiene todo y monta una banda por el rollo del postureo y carece de conflicto, para mí es gente muerta, porque no tienen un discurso. Pero bueno, a toda esa gente ni la detesto, directamente la ignoro porque no me aportan nada, a mí me atrapa la gente que está en continua lucha con la vida, pero las bandas frívolas solo son cadáveres… por supuesto que yo, a veces, también puedo botar con canciones que no dicen nada, pero no me atrapan tanto como la gente que quiere morder… y esto sirve para el cine, la literatura, o la pintura.

¿Es esa la diferencia entre querer llenar el alma o querer, simplemente, llenar los bolsillos?

Hubo un tiempo en que yo también mandaba mis maquetas y acudía a la prensa para salir en los medios; pero me di cuenta de que dedicaba tanto a estar en esa tensión de agradar a los críticos, hasta el punto de que veía que me neutralizaba y me quitaba la libertad para hacer lo que me diera la gana.

Yo puedo hacer un día una canción folk, otra una canción punk y el siguiente lo que sea. Dentro de mi estética musical está todo lo que puedo llevar a cabo y no quiero caminar dos veces el mismo camino porque lo que quiero es experimentar. En ese sentido, con la industria, en el caso de que un disco venda, ya estás condenado a repetir lo mismo todas las veces que lo demande tu público, que no va a permitir que te salgas de ese relato… vas a vivir toda la vida de ello, pero te vas a perder muchas cosas por el camino. Nunca me van a encadenar, y esto conlleva vivir en el caos y en una inestabilidad que ningún público ni discográfica va a aceptar.

He visto demasiada prostitución en el mundo del rock para conseguir sus fines, gente muy raposa y tacaña… quiero salir de todo eso. Claro que es una mierda ir todos los días a trabajar a las 6 de la mañana a una puta fábrica y salir negro de mierda, pero fuera del trabajo, quiero tener la libertad y los medios para hacer lo que me venga en gana: mi estudio de grabación, mis guitarras, mi cámara de cine… Te aseguro que duermo mucho más tranquilo.