​Han transcurrido cinco años desde que Paul Thomas Anderson rodara su último largometraje, ‘El hilo invisible’, y durante ese tiempo, el cinesta parece haber encontrado un poco de calma rodando diferentes videos musicales, sobre todo, para el trío indie pop californiano Haim. Finalizada esta espera, el prestigioso y siempre inquieto cineasta norteamericano ha vuelto a colocarse detrás de la cámara para abordar una crónica íntima basada en sus propios pasajes de juventud. Siguiendo la estela de la maravillosa ‘American Graffiti’ que rodó George Lucas en el 73, Paul Thomas Anderson ha regresado a los setenta para plasmar en secuencias la odisea vital, profesional y sentimental de dos jóvenes. Un saludable despertar a las emociones con el que un cineasta tan atípico como Anderson ha querido aportar un poco de luminosidad a una filmografía en la que imperan los tonos oscuros.

Copper Hoffman y Alana Haim han sido los encargados de encarnar a los dos protagonistas. El primero es hijo del desaparecido Phillip Seymour, mientras que la segunda es integrante, junto a sus dos hermanas, de la ya mencionada banda indie Haim. ‘Licorice Pizza’ se descubre, de esta manera, como un canto a la vida respaldado en una completa y larga banda sonora que incluye en su repertorio temas de David Bowie, Nina Simone, The Doors y Wings, entre otros.

Más allá de su jovial apariencia, el filme apuesta por ser una radiografía de la California de los 70, un paisaje soleado que Anderson ya recorrió en ‘Boogie Nights’, y que en esta oportunidad, suma las presencias de una muy singular galería de personajes, entre los cuales figuran un otrora cotizado director de cine mudo caído en desgracia, encarnado por Tom Waits, un galán de cine en horas bajas, Sean Penn, y Bradley Cooper haciendo lo propio con Jon Peters, el que fuera enloquecido peluquero de Barbra Streisand y que, para rizar el rizo cinéfilo, fue productor de la versión del 76 de ‘Ha nacido una estrella’.