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Una víctima de abusos en Lizarra pide romper el Concordato «en el que se escuda la Iglesia»

Jesús Zudaire, presidente de la Asociación de Víctimas de Abusos, exige que se rompa el Concordato que regula las relaciones entre la Santa Sede y el Estado español y que «lo cubre todo» y recibe con «dudas» la creación de comisiones de investigaciones para los abusos de la Iglesia en el Congreso.

Comparecencia de niños abusados de el Puy de Lizarra en año pasado.
Comparecencia de niños abusados de el Puy de Lizarra en año pasado. (Iñigo URIZ | FOKU)

Jesús Zudaire, presidente de la Asociación de Víctimas de Abusos, recibe con «dudas» la creación de comisiones de investigaciones que, no obstante, apoya para que la Iglesia asuma sus responsabilidades, al tiempo que exige que se rompa el Concordato que regula las relaciones entre la Santa Sede y el Estado español y que «lo cubre todo».

«Queremos que se rompa o modifique el Concordato en el que se escuda la Iglesia, que sirve de paraguas protector», asevera Zudaire, quien muestra su apoyo tanto a una investigación liderada por el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, como a una comisión en el Congreso español, aunque reconoce que tienen «grandes dudas por la visita que el presidente Sánchez hizo a la Conferencia Episcopal porque no han trascendido a qué acuerdos llegaron».

En una entrevista con la agencia Efe en la localidad navarra de Lizarra, donde al igual que muchos de sus compañeros fue objeto de abusos sexuales en el Colegio Diocesano Nuestra Señora del Puy, Zudaire reclama «verdad, justicia restaurativa» y una petición de «perdón general» porque lo que les hicieron son «delitos muy graves y no pecadillos como nos dijo el arzobispo o que un mal día lo tiene cualquiera».

Violaciones de San Julián

Niños de familias «más bien humildes, con algunos complejos, apocados y tímidos», junto con los que «le gustaban físicamente», fueron durante dieciséis años víctimas del cura José San Julián, ya fallecido, con el conocimiento de «todo el mundo», subraya Zudaire, quien remarca que pese a la juventud del religioso en aquel momento, en la veintena, tenía mucho poder, «tenía a todos achantados».

«Tenía buena psicología para elegir» y abusaba a la vista de todos, lo hacía incluso «en el aula delante de los 45 compañeros» y, recuerda, «era dos veces a la semana que nos daba clase él y algunas veces en el despacho, en los vestuarios, cuando llegaba ropa deportiva nueva o la bata te hacía desnudar y después de gimnasia en las duchas nos hacía levantar el pie y tocarnos el ano y los genitales a ver si estábamos limpios».

En aquella época, continúa, llevaban «unos pantalones muy pequeños, muy cortos, y tenía mucha facilidad para meter los dedos primero por delante para tocar los genitales y el pene y posteriormente tocando los muslos y las nalgas y metiendo un dedo por el ano. Te sentías violado».

Sus recuerdos datan de cuando tenía 8 años, «de los 7 no recuerdo nada». No tenían «educación sexual de ningún tipo, se aprendían las cosas de malas maneras por compañeros cuyos padres podían tener revistas o pornográficas o con muchos desnudos. Es un aprendizaje muy malo».

A los 12 años empezó a ser consciente de lo que eran los abusos sexuales. «Hasta entonces casi teníamos más miedo a las palizas y torturas» que «a los propios tocamientos en sí», apunta Zudaire, quien cuando comenzó a negarse empezó a suspender «cuatro asignaturas de continuo» de forma que a los 14 años, al no poder sacarse el Bachiller elemental y la reválida, tuvo que marcharse del colegio porque «aquello era una situación imposible».

«Cada vez que te negabas, palizas y torturas, nos agarraba de los lóbulos de las orejas y de las patillas, nos levantaba en el aire y al soltarnos nos daba un bofetón al cuello y la cara y nos tiraba al suelo», añade.

La salida del cura del colegio, después de que unos alumnos mayores le tendieran una trampa para pillarle cuando trataba de abusar de un menor, fue justificada desde el arzobispado diciendo que «ese señor no iba a seguir en la docencia porque tenía una enfermedad mental», cuando ya tenía plaza en otro centro, sostiene denunciando que esa es la forma de solucionar estos temas aquí.

«Siguen existiendo»

La propia Conferencia Episcopal es la que tenía que haber iniciado la investigación, opina Zudaire, quien recuerda que durante casi tres años han tenido que salir «en toda la prensa escrita, hablada y televisada y medios digitales» para denunciar estos abusos, que aunque «ha bajado el nivel siguen existiendo».

Se han sentido «ignorados por los políticos a nivel de Madrid, de Navarra no» y también ahora por la Fiscalía que les deja «fuera» al pedir que se le notifiquen casos actuales que estén judicializados cuando la «inmensa mayoría», el 80-85% están prescritos.

Con la reforma de la Ley del Menor «también nos dejaron fuera porque no se podía hacer con carácter retroactivo», lamenta, pero advierte de que «sí se puede investigar a la Iglesia, si no por medios legales por lo menos llegar a un acuerdo con ella y que salgan todos los cientos de miles los casos».

Que se haga público

Por eso les parece «bien cualquiera de las comisiones», que esperan que tengan un efecto llamada para muchas víctimas que todavía guardan silencio, y rechaza la pretensión de la Iglesia de abrir «el arco a la investigación de toda la sociedad».

Pese a sus «grandes dudas» por, entre otras cuestiones la invitación a participar a un representante de la Iglesia, «eso es como meter el zorro en el gallinero», quieren que salgan adelante para que «se haga público todo y evitemos en lo posible que siga sucediendo».