Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

Kung Fu Kawase

Estamos muy lejos de poder llegar a comprender la cultura japonesa, por más que nos atraiga su cine y todo lo que le rodea.

La japonesa Naomi Kawase y su hijo Mikitsu en Zinemaldia, en 2010.
La japonesa Naomi Kawase y su hijo Mikitsu en Zinemaldia, en 2010. (Andoni CANELLADA | FOKU)

La idea que me había hecho de Naomi Kawase, viendo sus películas, era la de una mujer espiritual en pleno contacto con la naturaleza y con sus antepasados muertos, pero las apariencias engañan. La cineasta se está enfrentando a denuncias por maltratar y cometer abusos físicos y psicológicos con su equipo de rodaje, debido a su fuerte carácter, por decir algo no muy comprometedor.

Tras la aparición en la revista ‘Shukan Bunshun’ de su asistente de dirección con moratones en cara y cuerpo, su productora Kumie decidió llegar a un acuerdo amistoso (económico) con el demandante.

Al parecer, la emprendió a golpes con el sujeto porque se negaba a repetir una toma por enésima vez y a una directora de cine agobiada no se le discute. Me alegra saber que mi admirada Leni Riefenstahl no ha sido la única mujer en saber imponerse en un plató a un equipo formado mayoritariamente por hombres.
Ya sé que las patadas y los puñetazos no están justificados, pero la autoridad del director siempre ha sido incuestionable aplicada al género masculino, por lo que no está de más que se amplíe a las mujeres.

Si yo fuera colaborador de la brava Naomi procuraría llevarme bien con ella y hacerle caso, por el bien de la película y por el bien de la humanidad en general.