Nora Franco Madariaga
Entrevista
Jone Martínez
Soprano

«He conseguido expresar lo que tenía dentro a través del canto»

La Quincena andante tiene una edición particular en territorio alavés con seis conciertos en seis localidades diferentes. Hoy domingo, en Santa Cruz de Campezo, tiene lugar un recital de Jone Martínez, una joven soprano que, en apenas dos de años, ha experimentado una carrera meteórica.

Jone Martínez, soprano a la que le queda un futuro prometedor.
Jone Martínez, soprano a la que le queda un futuro prometedor. (Oier REY)

La primera pregunta es obligada porque aún nadie ha salido de su asombro: ha aparecido usted en el mundo del canto sin avisar, casi sin querer y comiéndose el mundo. ¿Cómo ha sucedido?

Lo de comerme el mundo es exagerado, pero sí que es verdad que estoy muy contenta de cómo ha surgido esta evolución en el mundo del canto que, como bien dices, era inesperada y nunca había tenido esa pretensión, pero ha surgido y la verdad es que estoy muy cómoda cantando. Siempre he tenido algo dentro que quería expresar y al final ha sido a través del canto. He intentado adaptarme y aprender de las situaciones que iban llegando –aunque me queda aún mucho por aprender– pero estoy muy contenta con lo que he conseguido hasta ahora, porque, a fin de cuentas, estoy haciendo lo que me gusta y como a mí me gusta.

Además, con una pandemia en medio que ha frenado multitud de carreras, la suya ha seguido imparable.

Acabé mis estudios en Musikene justo al final del confinamiento, sin poder hacer ni siquiera el recital de fin de carrera, así que fue un final de etapa en el que la incertidumbre de lo que puede venir después fue como un abismo, pero lo cierto es que yo había empezado a cantar de una forma más profesional un poquito antes y, por lo que sea, eso me salvó: empecé a tener trabajo y en el País Vasco ese verano se empezó a llamar a cantantes e instrumentistas para dar pequeños conciertos y eso me permitió seguir el camino sin que me afectara tanto la pandemia. Pero es verdad que el tener que cubrir cancelaciones y que, después de los peores momentos de la crisis sanitaria, se haya intentado retomar y hacer más actividad cultural me ha ayudado no solo a no perderme en ese momento crítico, sino a poder avanzar.

Una carrera tan fulgurante ¿ha despertado envidias? ¿Ha cambiado la actitud de algunas personas?

No lo he notado. Creo que la gente que ha estado siempre cerca me ha seguido tratando con cariño. Es verdad que ahora me preguntan mucho más por mi trabajo, por mis conciertos o por mi vida profesional, pero las miradas envidiosas aún no las he sufrido. Procuro moverme en un contexto en el que todavía no me he encontrado con esas situaciones, pero puede que lleguen en algún momento y, cuando suceda, intentaré salir airosa. ¡Toco madera!

Ha entrado usted en el mundo de la música antigua de la mano de Carlos Mena, lo que equivale a entrar por la puerta grande.

Siempre digo que he tenido mucha suerte de tocar su puerta como alumna para que, en un momento dado, me dijera si tenía aptitudes como para poder enfocar mi carrera hacia la música antigua y, a través de clases, cursos y mucho trabajo, empezó a confiar en mí y darme proyectos. Eso me ha ayudado muchísimo en mi carrera profesional. Yo he estudiado canto lírico e intento moverme en todos los estilos y períodos musicales, pero la música antigua es mi camino.

¿Y por qué ha elegido la música antigua? ¿Su voz se adapta mejor a este estilo o es una cuestión de gusto personal?

Es una cuestión de gusto personal. Siempre me he sentido muy atraída por ese estilo y, aunque no había tenido muchas oportunidades de cantarla, era la música que a mí más me llamaba la atención. Y no sé si mi gusto por la música antigua ha hecho que mi voz y mi estilo cantando se adaptara a esta música o, casualidad, que mi tipo de voz encajara mejor en esa época musical que en otras posteriores. Pero, aunque me he centrado en la música antigua, me he movido también hacia el clasicismo, el romanticismo, la música contemporánea… Lo he tomado como un punto de partida, un punto de referencia.

«Me queda aún mucho por aprender– pero estoy muy contenta con lo que he conseguido hasta ahora porque, a fin de cuentas, estoy haciendo lo que me gusta y como a mí me gusta»

De hecho, la forma de cantar, la forma de emitir de la música antigua, tiene muchas similitudes con lo que se hace ahora en la música contemporánea.

Exacto. Me siento muy cómoda con la música contemporánea. Para mí hay un punto de reto en descubrir música nueva, muchas veces de la mano del propio compositor, y también de exprimir los recursos vocales, es decir, no solo hay una forma de cantar, hay muchas formas de expresar, de descubrir la música, los elementos musicales sonoros y vocales… Me siento muy motivada intentando descubrir ese mundo.

La hemos visto interpretar música antigua, romántica, contemporánea… pero nunca una ópera de Verdi o Puccini. ¿No se ha dado la oportunidad o no es un repertorio que le interese?

Creo que cada cosa viene en su momento y ahora mismo no creo que sea aún el de cantar una ópera de Puccini o Verdi, tanto por mi evolución vocal como por el respeto que tengo a mi instrumento, pero nunca diré que no lo vaya a hacer. De momento, prefiero adentrarme en repertorios que se adecúen más a mi momento vocal y tener cuidado de qué roles o qué repertorio abordar.

Para el recital de Quincena su repertorio está principalmente enfocado en la primera mitad del siglo XX.

Hemos intentado hacer un recorrido con un hilo conductor a través de obras de compositores que han transitado caminos físicos o metafóricos, ya sea hacia sí mismos, a otro mundo, hacia el recuerdo o hacia los lugares donde su alma les conduce. Las notas al programa elaboradas por la pianista Carmen Santamaría lo explican muy bien: cómo Sorozabal ya a sus veinte años abandonó San Sebastián para ir a Leipzig motivado por unas críticas que leyó de Robert Schumann, cómo Szymanowski viajó por el mundo movido por la curiosidad y se empapó de un estilo romántico orientalista, cómo Emiliana de Zubeldia tuvo una vida itinerante pero sin perder su vínculo con el folklore vasco, cómo Duparc utilizó los poemas de Baudelaire que indagaban sobre los recuerdos de vidas anteriores y las almas fraccionadas, cómo Alban Berg representa un viaje entre dos mundos –el romanticismo y el serialismo– a punto de separarse, cómo Viktor Ullmann componía desde un campo de concentración para evadir su alma y volver a sus orígenes, cómo Lorenzo Palomo escribía desde Berlín a su Andalucía querida… Son estos viajes los que han motivado este proyecto.

«De momento, prefiero adentrarme en repertorios que se adecúen más a mi momento vocal y tener cuidado de qué roles o qué repertorio abordar»

Le acompaña al piano Carmen Santamaría, con quien tiene una gran complicidad.

Totalmente. Cuando preparo un recital de lied, canción, mélodie… disfruto mucho preparando cada pieza, porque cada una es un mundo, es toda una historia que transcurre en apenas unos minutos y, sobre todo, es un trabajo intenso de cámara. Es un mano a mano con la pianista en el que ambas aprendemos, conectamos y conseguimos fusionarnos para expresar la música tal y como la entendemos. Carmen y yo nos conocimos hace dos años, justamente tras el confinamiento, y coincidimos en que nos apetecía comenzar un camino juntas a través del lied. Ella está especializada en música de cámara, es profesora de lied y acompañante de cantantes y la verdad es que aprendo muchísimo de ella.

En una carrera tan veloz como versátil, ¿en qué dirección apuntan los próximos proyectos?

En noviembre cantaré ‘Carmina Burana’ de Orff en la temporada de Euskadiko Orkestra con el Maestro Pablo González y el Orfeón Donostiarra, el mes de junio estaré por fin con mi querida BOS haciendo el Requiem de Mozart con el Maestro Suzuki y el Orfeón Pamplonés, y también en junio estaré en el Teatro Arriaga haciendo una ópera contemporánea de Héctor Parra con dirección escénica de Calixto Bieito. Para mí son tres proyectos de ensueño. Cantar en casa y a ese nivel, para mí es llegar a lo máximo.